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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

viernes, 25 de julio de 2014

Llorando como… / Por Jorge Arturo Diaz Reyes


"...En un mundo así, al mismo tiempo indiferente a las cotidianas masacres de niños y adultos, también televisadas, el espíritu caballeresco y quijotesco del toreo no puede sobrevivir..."

Llorando como…
  • Con razón su compostura, su sentido de la dignidad, y la masculinidad estoica le son anacrónicos y repugnantes a tantos hoy en día. 

Jorge Arturo Diaz Reyes / cónica toro.com
Lloraban porque oían el himno, porque ganaban, porque perdían, porque empataban. Porque acertaban o porque fallaban. Porque mordían o porque los mordían. Lloraban porque sí o porque no.

Sollozaban ante cámara y micrófonos. Chillaban con retorcimientos agónicos, porque los golpeaban o porque casi los habían golpeado. 

Se abrazaban arrodillados y estremecido por la pena o la dicha. Se besuqueaban, se montaban, se hacían arrumacos y hasta se palmeaban las nalgas y otras partes, en los paroxismos del gol.

Todo esto en calzoncillos y frente al mayor público de la historia. Más de mil millones, en directo al partido final, para no contar los otros 63 partidos, y su infinidad de repeticiones televisivas. 

¿Mundial masculino de fútbol, rito mayor de la humanidad? Se preguntaba el zoólogo Desmond Morris ya por 1978, en la introducción de su libro "El mono desnudo". Si es por cantidad de fieles, no hay duda.

Los ritos expresan la cultura, su imaginario y sus modos. Estos, que se derrocharon en las canchas de Brasil 2014, son, a juzgar por el rating, los de la sociedad actual, y simbolizan su concepto de la hombría.

En un mundo así, al mismo tiempo indiferente a las cotidianas masacres de niños y adultos, también televisadas, el espíritu caballeresco y quijotesco del toreo no puede sobrevivir.

Con razón su compostura, su sentido de la dignidad, y la masculinidad estoica le son anacrónicos y repugnantes a tantos hoy en día. 

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