La izquierda aplaude y la derecha calla porque los patriotas de Blanquerna encarcelados son falangistas. He ahí la prima y la última ratio de su silencio: son falangistas. Una sola palabra de protesta ante la tiránica injusticia perpetrada contra esos patriotas sería suficiente para que la izquierda acusara de fascista al lenguaraz derechista que tuviese el arrojo de pronunciarla. Son falangistas, son pocos y políticamente marginales. El coste/riesgo de su defensa, aunque sólo sea retórica, no es asumible para la derecha constitucionalista y democrática. El silencio es más rentable y la cobardía más productiva. En todo y para todo. Sólo hay cosecha de escaños en el patrioterismo de barraca de feria y en el estéril discurso parlamentario que agita el ánimo de la derecha en el sofá y vendimia sus votos en las urnas.
Los patriotas de Blanquerna han entrado ya en la cárcel. No ha habido para ellos ni un mendrugo de Justicia. Ni la habrá porque son falangistas, y para la derecha parlamentaria eso es un delito de lesa democracia. El separatismo es un crimen de lesa Patria, pero es constitucional y, además, surge de las urnas. De las mismas urnas que siempre rechazaron a la Falange. No hay justicia para los patriotas de Blanquerna. Solo hay Honor. Y eso no cabe en el consenso de 1978.
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