A la vista de las controversias que siempre surgen en la de abril por estar la feria dividida en dos mitades, la preferia y la feria, para colocar a los menos buenos y a los buenos según su categoría, habría que preguntar.
Ricardo Díaz-Manresa
1/ ¿ Es don Ramón de preferia o de feria? ¿O de Domingo de Resurrección? ¿Cómo clasificarlo y definirlo si se anunciara a los empresarios como a los toreros? ¿O es de la temporada de novilladas? ¿O de las nocturnas del verano?
2/¿Dónde lo colocamos atendiendo a sus méritos o deméritos como empresario de la Maestranza? ¿Qué clasificación merece?
Su suegro, Diodoro Canorea, ingresó en el empresariado taurino por vía matrimonial, “nuevo en esta plaza y en todas las plazas”. Le cayó el chollo y algunos dicen que por la chimenea. Se hizo con los mandos y convivió con la gerencia que tenía asegurado el éxito de la feria. Y, por lo que sea, ninguna de sus incursiones fuera de la Maestranza, incluida la ambiciosa de Las Ventas, tuvo éxito. Pero al final dejó un recuerdo agradable de hombre simpático y dialogante.
Después vino don Ramón, que siguió el mismo camino que el suegro, la vía matrimonial sin que se le conociera experiencia anterior alguna. Y ahí se ha mantenido. Al principio con el hijo de don Diodoro, que no aprovechó su oportunidad, y después solo. En todo este tiempo, y quizá próximo su final como empresario del coso del Baratillo, no ha llevado una sola plaza disfrutando de su tranquilidad en la silla de Sevilla y sin preparar el futuro. Buen puesto: se trabaja algún tiempo para confeccionar el abono de toda la temporada, unos poquitos meses, y después tranquilidad para el resto del año y a viajar a las ferias más importantes de los demás empresarios. Y a disfrutar.
La tranquilidad, supongo, llega hasta tal punto, que presentan los carteles a lo más clásico y cómodo: en una rueda de prensa. Sin más. Como siempre. No contemplan ni imitan las galas de promoción de Madrid, Valencia, Valladolid o de otras plazas. Sevilla y su feria se venden solas.
¿Y los carteles? Pues la feria llenaba siempre hasta el punto de tener lleno asegurado toreara quien toreara. Pero eso cambió inesperada y sorpresivamente hace años al ver cemento en alguno de días de prefería y hasta en alguna fecha de farolillos. Reaccionó don Ramón y remató los carteles para que el abonado y el feriante tuvieran ante sí un plato mejor.
Van casi todos y ninguno de los pocos ausentes le tocará un pelo a la taquilla. Todas las discusiones se han limitado a torear o lidiar en la preferia o en la feria. Todos, claro, prefieren la feria a la preferia. Pero hay que llenar los carteles de un largo serial. Y los desechados se quejan de ser maltratados o ignorados o de que don Ramón les ha mentido con promesas que no cumple. Y don Ramón responde que él nunca ha mentido.
Habría que hacer una encuesta entre la afición para ver si don Ramón merece la categoría de ser considerado de preferia, de feria o de Domingo de Resurrección.
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