la suerte suprema

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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

lunes, 13 de octubre de 2025

Corrida de la Hispanidad. Delirio y destino de Morante de la Puebla. Campos & Moore


Plaza de toros de Las Ventas, Madrid.

Domingo, 12 de octubre de 2025. Octavo festejo de la Feria de Otoño. Toros cómodos de Garcigrande. Lleno de no hay billetes. Tarde otoñal de despedidas.

Toros de Garcigrande, procedencia Domecq, bien presentados, mansos y nobles, en general dieron juego.

Terna: Morante de la Puebla, de La Puebla del Río (Sevilla), de lila y oro, con cabos blancos; veintiocho años de alternativa; cuarenta y siete corridas toreadas en 2025; silencio y dos orejas. Fernando Robleño, de Madrid, de grana y oro, con cabos blancos; veinticinco años de alternativa; diez corridas en 2025; silencio y oreja. Sergio Rodríguez, de Navas del Marqués (Madrid), de blanco y oro; un año de alternativa, siete corridas en 2025; aplausos tras un aviso y silencio. Sergio Rodríguez confirmó la alternativa. Morante de la Puebla y Fernando Robleño se despidieron del toreo.

Suerte de varas. Picadores: Primer toro —José Adrián Majada—, primera vara y segunda vara, con astado puesto en suerte, colocación del hierro trasero, sale suelto. Segundo toro —Aurelio Cruz—, primera y segunda vara, en suerte, traseras, en la primera sale al capote, en la segunda, larga y se repucha. Tercer toro —El Legionario—, primera y segunda, en suerte, traseras y sale suelto. Cuarto toro —Ángel Rivas—, la primera en suerte, la segunda no, detrás de la cruz, le pega y sale suelto. Quinto toro —Pedro Iturralde—, primera y segunda en suerte, detrás de la cruz la primera, algo trasera la segunda, agarradas y sale suelto. Sexto toro —Héctor Piña—, primera y segunda, en suerte, traseras, en la segunda se repucha.

PEPE CAMPOS
Si por la mañana, en el festival en homenaje a Antoñete, tres maestros veteranos se dedicaron a explicar diferentes facetas de la tauromaquia para restaurarlas en un ambiente de máxima emoción, por la tarde, en corrida formal, dos matadores de toros, también veteranos, decidieron despedirse de la afición de Madrid y, a la vez, del toreo, en una atmósfera de emotividades. Una de las despedidas estaba programada, la de Fernando Robleño. La segunda, fue una sorpresa mayúscula, la de Morante de la Puebla. Hay que comentar que el gesto por parte de Morante de anunciarse el día de la despedida de Robleño en Madrid había sido valorado gratamente por la afición venteña. Era como darle honor a un matador de toros con una hoja de servicios difícil de igualar hoy en día, pues casi todas sus corridas de toros han sido ante toros duros y difíciles, tanto en Madrid como fuera de la capital. La estadística de dicha trayectoria se puede ver consultando el último boletín de la Asociación del Toro, número 64, de octubre de 2025, una lectura que se recomienda junto al extraordinario artículo de Óscar Escribano sobre la figura de Fernando Robleño. Y aquí tenemos una palabra interesante, ésa de «figura» que tanto confunde y que nos sirve para hacer un comentario y aportar una reflexión. 

Para los taurinos, Fernando Robleño no ha sido una figura del toreo, sino un torero modesto querido sólo en Madrid. A esto debemos contestar, y hay que precisarlo, y lean por ello ese artículo que hemos citado, pues lo que ha matado este torero, en relación al ganado que ha lidiado, por su dificultad y mérito, está muy por encima de lo que matan las figuras del toreo, las mandonas. Aquí, otra célebre palabra que se las trae, la de «mandar en el toreo», porque mandarán mucho esos toreros, pero, en el ruedo, a toros que no es necesario mandar sino sólo acompañar. Porque esta es la problemática que plantea el toro comercial, que hay que acompañarle en las embestidas, y así el torero que sepa hacerlo componiendo figuras, puede pasar a condición de figura. Toda una gracia. Y aquél que no sepa hacerlo, a lo largo de su carrera, tendrá que vérselas con toros con toda la barba, molestos y correosos y sólo será un torero modesto, y nada de eso de ser figura. No es que sea una regla máxima y inexcusable, pero en los últimos tiempos ha tomado forma y modo, e incluso se ha tomado en serio. Sólo hay que ver cómo está el escalafón de toreros figuras por la parte de arriba.

No queremos decir con esto que toreros que toreen mucho sean malos toreros, pues pueden serlo y muy buenos, ahí nos encontramos con Morante de la Puebla, un torero que ha completado una trayectoria asombrosa sobre todo estos últimos años, tirando del mundo de la tauromaquia para que asome la cabeza, algo que hay que valorarle. Para mí, también, hay que reconocerle sus inicios con muchas novilladas en la plaza de Las Ventas, en las que se veía que era un torero de pellizco y de gran afición. Ayer, pareció como que cerró el círculo y culminó una actuación con mucho pellizco, con momentos mágicos suyos, únicos, una media verónica, una trinchera, un molinete, un ayudado, un redondo, quedándose muy quieto, y un natural bien trazado y dibujado como si fuera un pintor. Mucha pinturería y mucho pellizco, quietud y torería, y personalidad. 

Morante, como los viejos toreros veteranos de la mañana, cuando el festival a Antoñete, posee personalidad, y ya sólo por ello igual habría que quitarle la condición de «figura», porque si lo comparamos con esas figuras del toreo actuales sin personalidad, que torean sólo componiendo la figura, Morante no, pues Morante torea. Ahora bien, aquí, aparece otro aspecto importante, ¿qué es lo que ha toreado Morante?, ¿lo mismo que Robleño? No señor, Morante ha toreado a lo largo de su carrera al toro comercial, con el que ha sido muy buen torero, pero le ha faltado, porque en la vida no se puede ser completo o porque los tiempos son otros, le ha faltado torear al toro digamos que lo sea de verdad, al encastado, al fiero, al que hay que dominar con sabiduría, corazón, técnica y sin hacer figuras. Morante se ha movido como matador de toros dentro de las ganaderías comerciales. A veces, ha hecho un gesto, cierto, con toros de dificultad antigua, y con ellos, habría podido, de haberse prodigado más, llegar a ser una «figura de época», no obstante, la vida le ha llevado por otros caminos, senderos que en la España contemporánea (la actual) quieren elegir todos los toreros que pretenden ser figuras. Morante quedaría fuera de esto, pues no compone figuras cuando se queda muy quieto toreando al toro comercial. Sin embargo le ha faltado ser un «as» con el toro encastado fiero, que es el que antiguamente daba gloria a los toreros. Empero la gloria moderna no va, ni se adquiere, por ese lindero.

No seamos duros con Morante, porque cada época tiene sus condicionantes y él ha tenido que hacer su carrera en un periodo donde los toreros que se han enfrentado a las ganaderías duras han sido calificados de modestos. Como Fernando Robleño. Como Ruiz Miguel en su día —si no, fijémonos en la valoración que se hace hoy en día de este torero—. Habría que meditar sobre qué valora el aficionado en los toreros y qué les exige que toreen, y en la respuesta tenemos la contestación a cómo ha ido evolucionando la tauromaquia, donde el gusto del público preside mucho, ya sea, o no, inducido a ello. Morante no ha querido ser un torero modesto, porque no lo es. Robleño ha sido catalogado de torero modesto cuando no lo ha sido, pues ha sido un torero de enorme capacidad y conocimiento y bailando con lo más feo, lo ha demostrado. Ayer, se temía que al estar anunciado con una ganadería comercial, como colofón a su carrera, Robleño estuviera mal, porque no sabe componer figuras, un torero tan sobrio y ajustado a la condición de tanto toro complicado. Ante el quinto de la tarde, un buen toro comercial, que iba y venía, comenzó a confiarse avanzada la faena (se ve que eso de confiarse no va en su carácter), y fue haciendo al toro, para llegar a dar una serie de redondos sensacional, relajado y vertical, abrochada con el pase de pecho, y acto seguido cuando iba a recrearse al natural y de nuevo en el redondo el toro ya con muchos muletazos encima se le rajó. No fue ese toro sostenible que les toca a las figuras en tardes de corte de orejas, faenas soñadas e indultos de astados. Sino que ese toro no quiso colaborar más, para que, de haberlo hecho, el aficionado y el público pudiera decir que Robleño también es una figura del toreo, cuando sólo es todo un gran torero.

Morante, que tuvo momentos mágicos en el cuarto toro, con el que no pudo redondear faena, aunque lo mató muy bien, cortó dos orejas —la segunda protestada por muchos aficionados— y tras dar la triunfal vuelta al ruedo, se fue hacia el platillo para él mismo desprenderse de la coleta que tan bien siempre le ha quedado. Las emociones se desbordaron, y podemos decir que fue un momento histórico, único. Muchos aficionados lloraron por ese adiós del maestro Morante. Tras la muerte del quinto toro, que si llega a matarlo bien Robleño el público le habría pedido la segunda oreja, se produjo el corte de la coleta del maestro madrileño, que hicieron sus hijos, y tuvimos otro momento de enorme emotividad. 

Al final del festejo tras la última faena de Sergio Rodríguez, en la que el torero que había confirmado la alternativa estuvo aseado, el público joven se echó al ruedo, la gran mayoría para llevar en hombros a Morante de la Puebla, en grupo compacto de aficionados; unos pocos levantaron en hombros a Fernando Robleño, que fue sacado por la puerta de cuadrillas, con su pequeñito grupo de partidarios; mientras Morante salió por la puerta grande de Madrid en loor de multitudes. Así fue la tarde. Y como conclusión, la prueba del algodón: aquel joven aficionado que hubiera visto torear a César Rincón por la mañana y no le gustara, sentenciar que ese aficionado tiene un problema con la tauromaquia. Ahí está el detalle del día, y la lección.

Más, ya que se ha hecho un monumento a Antoñete (digna idea de Morante de la Puebla), remitamos a lo que dejó escrito el gran Joaquín Vidal, que seguro habría escrito páginas inspiradas sobre la figura de Morante de la Puebla en estos últimos años. Vidal adelanto cómo debía ser la escultura del pueblo de Madrid a Antoñete, en 1985: sobre su pierna arqueada. Una suerte que Curro Vázquez, en el homenaje al maestro Chenel, esbozó ante su novillo por la mañana. Citemos a Vidal: «Aquello de adelantar la pierna, arqueándola, es figura que priva a la afición madrileña, y le erigiría un monumento (a Antoñete), lo cual puede ocurrir con ocasión de la solemne despedida del maestro. La pierna arqueada de Antoñete no produce adicción caprichosa, sino que acentúa y compendia la técnica de cargar la suerte que, siendo esencial para el ejercicio del toreo, apenas se practica. Es técnica esencial y es bandera que la sufrida afición enarbola frente a las normas superficiales de torear». En domeñar al toro por bajo, cargando la suerte, Antoñete fue un maestro absoluto; no sólo en eso. Una lástima que Morante de la Puebla no hubiera podido leer la anterior cita porque entonces la escultura a Antoñete habría sido otra.

Morante se corta la coleta en Madrid
cuando Robleño se despedía del toreo

ANDREW MOORE








FIN

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