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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

miércoles, 15 de octubre de 2025

Recuerdos, despedidas y un tratado de tauromaquias / por Lázaro Echegaray


'..Morante ha entendido la tauromaquia como casi nadie antes la había querido entender, como ya nadie hoy lo hace. Por eso cuando tras cortar las dos orejas del cuarto Garcigrande de la tarde se desplazó a los medios y se echó las manos a la nuca, muchos presagiamos un futuro vacío, aunque aún no queríamos pensar que lo que estábamos viendo era exactamente lo que estaba sucediendo: Morante se va..'

Recuerdos, despedidas y un tratado de tauromaquias

Por Lázaro Echegaray - España
El fin de semana taurino había empezado mal para todos aquellos aficionados y escritores que en su día, y aún en la actualidad, conformamos la familia de Opinión y Toros.

Luis Pla nos dejaba para siempre allá en sus tierras alicantinas de Tibi. Luis, escritor entregado, al que alguien le dijo alguna vez: tú fríes un huevo y ya ves en la yema un torero, o algo relacionado con los toros. Desde donde estés, Luis, habrás disfrutado de este fin de semana, de asistencia obligada a La Ventas. De asistencia obligada a nada que esto de la tauromaquia le guste a uno un poquito. Porque de eso se trataba en esta ocasión, de ver tauromaquias.

Quedó en un run run, sordo y vacío, la novillada del viernes, mal juego de los de Fuente Ymbro, aunque en esta ocasión hay que decir aquello de según nos ha contado, de forma espontánea, Óscar Castro, el nieto de Antolín. No así el sábado, donde pudimos ver la espeluznante cogida de David Galván a manos del primer Victorino de la tarde. Qué ilusión por ver a este torero con una corrida como esa… Román aprovechó las embestidas del tercero de la tarde, estupendas y poderosas series de muleta, muy mandonas, con un toro bueno, siempre complicado como todos los del encaste. Ginés Marín nos enseñó en su primero, de paso lento y peligro eminente, el toreo despacio, de uno en uno, muy agradecido por la afición, pero sin más consecuencias.

Todo lo que pasara según amaneciera el domingo, tenía que ver con el genio de la Puebla. La confección del festival que se dio por la mañana, en primer lugar. Un festival a mayor gloria de Antoñete, el maestro del mechón, de los vestidos lilas, del cigarro interminable, de la voz seca, callada y escueta. Para mí Antoñete siempre será el maestro del doblón que velaba mis noches de estudio universitario. El festival fue, además de un derroche de arte y sapiencia, un repaso cronológico a los últimos años del toreo donde no faltó el Centauro de Estella, el hombre que marcará un tiempo en el toreo a caballo, Pablo Hermoso. En la lidia a píe pudimos ver desde el temple y el empaque de Curro Vázquez, trincheras de ensueño, hasta la novedad de los tiempos, la torera Olga Casado, que toreó por Ponce igual que los gitanos cantan por Camarón o por Manuel Torre, pasando por César Rincón, el cite en la distancia, que para los de mi generación siempre será César a secas, por muchos otros césares que en la historia de la humanidad y del toreo hayan sido, llegando a Ponce técnico y preciosista y a Morante, el maestro del clasicismo, un ojo en el pasado y otro en el hoy. Frascuelo fue como una línea transversal que muestra la pasión, la dedicación impenitente, sin fecha de caducidad. El festival fue grande porque rememoró y todos allí tuvimos un espejo donde ver nuestro pasado y una pantalla donde ver el proceso evolutivo de la fiesta.

Morante podría haber querido homenajear a otro torero, quizás a algún maestro sevillano de Camas, de la Alameda, de Triana, gente de su entorno. Pero quiso brindar su pasión ante el maestro del mechón, lo que indica apertura de miras, la tauromaquia sin límites territoriales; el arte eterno no tiene frontera y Morante lo sabe. Se ha echado la tauromaquia a la espalda, su compromiso para con ella no ha tenido fin: ayudando a Paula, arrimado al Pana, homenajeando a Manolete matando la de Miura en Linares, recuperando encastes para llevarlos a su casa… recogiendo los momentos estelares del arte taurino. Morante ha entendido la tauromaquia como casi nadie antes la había querido entender, como ya nadie hoy lo hace. Por eso cuando tras cortar las dos orejas del cuarto Garcigrande de la tarde se desplazó a los medios y se echó las manos a la nuca, muchos presagiamos un futuro vacío, aunque aún no queríamos pensar que lo que estábamos viendo era exactamente lo que estaba sucediendo: Morante se va. No, por Dios, no lo hagas, no nos dejes tan huérfanos, es pronto, aún no hay relevo, el futuro es un túnel en el que de vez en cuando hay un destello, pero es el de la luz de una bombilla, no la del día.

Por ponerle un pero a la tarde, Morante eclipsó a Robleño que eran quien se marchaba y a quien queríamos rendir tributo. Pero no se fue de vacío el torero poderoso y bregado en las batallas más duras. Faenón al quinto de la tarde. Llegó un momento en que el torero, ya dominando, pudo romperse, embarcar desmayado, mirando al oponente en el suelo de la muleta desde lo alto de su cuerpo abandonado. Grande Robleño. Me recordó a las faenas de la mañana en el festival, porque allí todos fueron lo que habían sido. Robleño, ha sido fiel a su carrera también incluso en el día de su despedida, grandes faenas, pero no grandes éxitos. Y por eso le queremos, por eso tuvo ayer y tantos otros días el respeto y el calor de la afición, ahí es nada. Ayer se despidieron el arte y el poder, los dos pilares fundamentales del toreo. Se podría hacer una enciclopedia taurina con lo sucedido el fin de semana venteño.

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