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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

jueves, 23 de octubre de 2025

Hughes. Real Madrid, 1-Juventus, 0. Volvieron a sonar los Beatles

Güler, Bellingham, Vinicius
@realmadrid

Bellingham volvió a ser, y su llegar llegó por fin, nos reconciliamos con su querer ser delantero, y sonó el Hey Jude.

Hughes. Real Madrid, 1-Juventus, 0. 
Volvieron a sonar los Beatles

Hughes

Pura Golosina Deportiva

Qué grandiosidad la del himno de la Champions. No deberían pedir tomahawks sino poner unos grandes, grandísimos altavoces megatrónicos en la frontera con Rusia y hacer sonar el himno de la Champions,

Enfrente, la Juventus sin Platinis, emblema de decadencia. Futbolistas menores, y el entrenador Tudor, ¡Koldo del fútbol!

Salía el Madrid con un 4-2-3-1 con Brahim por la derecha y Güler por dentro y detrás de Bellingham.

El Madrid salió con la defensa en buen sitio, digno, lo que provocó algunas contra de la Juventus. Su juego de ataque era de mediocampismo algo reumático todavía, lento, sin encontrar lo que el comentarista denominaba filosóficamente “el giro del juego”. Era previsible en ataque y alargado en defensa. Fue una constante. Se salvó de la fractura táctica por el agotamiento de algunos futbolistas, fundidos al final, y el gran partido de los centrales, salvadores en varios lances.

Ese esfuerzo de no partirse del todo, ese andar ahí ahí es lo que más mérito tiene.

El Madrid, con prurito táctico, se quitaba un poco el espacio a sí mismo. La Juve ni siquiera era cínica, explotaba lo evidente y lo intentaba con tiros lejanos que calentaban el corpachón a Courtois, como trozos de carne que le echan al gran león del zoo.

El Madrid, durante minutos, solo llegó con Tchouaméni en los saques de esquina.

Quizás el despertar sensorial, el frufrú del gustito futbolístico, se sintió en el 22, cuando Güler pasó muy rápido a Bellingham que, en mediapunta, pasó a su vez a Mbappé. Fue una cadena rapidísima, el surgimiento de lo eléctrico, y partió de Güler, que todo lo ve, y de un Bellingham que se iba haciendo a la mediapunta. Arda encontró a Jude. Fue la primera vez, y de ello depende el año. Sentimos que todo lo que nos guste saldrá de Güler.

Güler era todo un playmaker. Tanto que el Madrid parecía equipo menor. Mandaba sobre el juego de un modo inusual. Recuerda un poco a lo que hubiéramos deseado que fuera Hagi, un zurda tan de 10, tan buena, que ha de mandar, pero no de modo individualista sino buscando al otro y sometiéndose a una ética de trabajo de pivote, vulgar pivote, capaz de aparecer en las zonas de lateral para robar, meter la pierna, recuperar la pelota. ¡Ah, Gattuso extrafino, con su culazo de Kun!

Cuando Güler conecta con los de arriba, cuando les abre la puerta del espacio como a una mascota, hace desear otro Güler, más Gülers.

Yo no estaba nada dispuesto a apreciar a Brahim, al que por superstición rechazo de inicio, pero estuvo muy bien y ya en el 40 dio un pase colosal a Mbappé que detuvo Di Gregorio. Brahim lo dio cayendo, lanzándose en la caída más bien. Aprovecha su centro de gravedad bajo como otros aprovechan el gorrino.

Entraba en calor también Mbappé, con filigranas varias que casi aprovechó Militao.

La Juventus se iba secando. Hubo conatos de presión, minutos meritorios y coreográficos, pero también había suelta una máquina de perder balones: Carreras, puesto muy en evidencia por el eufónico Kalulu. En esos minutos ya nos parecía otro Drenthe, otro one hit wonder que se aprovechó de nuestra ingenuidad.

En la segunda parte empezó igual y ya Militao tuvo que salvarle el pellejo seriamente.

Luego fue Courtois quien salvó a Militao, superado de un modo explosivo por Vlahovic en la carrera. Da la sensación de que Militao ha sustituido menisco por criterio e intuición y que sabe más el viejo por viejo que por menisco.

Courtois, otro que va hacia arriba, paró en mano a mano dejando esa estampa suya, el cuerpo como si dibujara una esvástica con las extremidades.

La Champions empezaba a ser, como siempre, la Loca de la Casa, cuando Vinicius hizo una obra de arte que no nos merecemos. Hizo una cosa de Louvre que no podrán robar.

Entró en el área, amagó, hizo más bien el amago de un amago, como si asomara el tobillo, como si lo enseñara un poquito o lo sacara para ver qué tal la noche; se metió en el área, recortó y sobre el recorte, regateó, y rodeado de tres disparó de zurdazo contra el palo. Cuando el balón era escupido, Bellingham, que estaba más de nueve que de mediapunta, ya se había liberado de su estupefacto marcador y aprovechaba el rechace.

Ese liberarse-de ya no era llegar y era acción de nueve, más nueve incluso que Mbappé.

Fue asistencia de Vinicius, pero una asistencia catedralicia, con una jugada que era otro Tiempos Modernos charlotesco. Con lo que Vinicius hace en una algunos viven un mes.

Bellingham volvió a ser, y su llegar llegó por fin, nos reconciliamos con su querer ser delantero, y sonó el Hey Jude.

Hay una cosa curiosa con Bellingham. Colisiona con uno y con otro. Coge la mediapunta y desplaza a Güler, y le coge espacio también a Mbappé. Su mediapuntismo supone ser a veces un mediocampista pero también, en ocasiones, un nueve solapado, más físico, rematador, llegador que un Mbappé que sin espacios se verbeneriza, se hace muy de bicicletas, de individualismos e intentonas. Jude coge más el sitio en el área. Está dispuesto a hacerle la puñeta a la vez a Mbappé y a Güler.

El gol desparramó al Madrid en un castillo pirotécnico de goles esperados: Bellingham buscaba a Mbappé, Brahim bordaba su fútbol gnomo, Voleas Valverde volvía a anunciarse en el Bernabéu y Güler no sólo pasaba y robaba sino (¡y qué importante es ésto!) giraba sobre sí mismo una, dos, tres, varias veces, como una manguera suelta.

Seguro que los locutores italianos usaban la palabra brivido para esos minutos de Madrid electrizado. Di Gregorio paraba a Mbappé y a Brahim en doble ocasión.

Valverde hacía de portaviones de sí mismo en el lateral y Carreras superaba su caos poco a poco con un tesón deslucido pero constructivo, como de Villarroya.

Entró Camavinga, y Alonso dobló el lateral para ayudar a Carreras con Fran García.

La Juve era como un medio de comunicación español: el hijo de Thuram, el hijo de Conceiçao...

El Madrid tuvo muchas cosas buenas: minutos de fútbol moderno; puso la defensa siempre arriba, la quiso tener y luego, llegado el momento, originó un vendaval de llegadas y ocasiones, algo no tan normal en Europa. Pero al final no cerró bien el partido. Si en Getafe acabó temblando contra nueve, contra la Juventus salvaron Asencio y Courtois.

Sin embargo, el amor crítico del aficionado no debe olvidar que el Madrid de Alonso está formándose mientras gana los partidos. Suma de a tres mientras sus jugadores se colocan, se equilibran, en tensión unos con otros, en un sistema de coexistencias elípticas.

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