El monumento
Francisco Javier Gómez Izquierdo
Trae mayo fuego de julio y Córdoba dormita con la calor omeya que nombrara don Ignacio. Los patios llaman al personal de provincias y a jubilados ingleses, alemanes y extremeños, que como ya tenemos contado deambulan por San Basilio en montoneras tras guías con abanico en alto. Están las flores este mayo como con galbana. Un tanto desfallecidas y avejentadas, como si fueran las mismas flores de otros años desperezadas de un letargo como de reptil y a las que se les nota arrugas en el vestido.
Para el cordobés, el día de patios es un paseo al atardecer, tomar una cerveza o un medio, sentarse en la Magdalena ante un vaso de caracoles y por supuesto no guardar cola para entrar en la calle Pastora.., pero el turisteo y varios propietarios están echando a perder los pequeños placeres que iban quedando.
La llamada de los patios llena hoteles, hace intransitables las calles, proliferan los listillos y ha emborrachado de altivez a ciertos dueñas y dueños. Hasta han hecho un monumento a los patios y uno, que tanto ha ponderado el esplendor de la primavera en estos rincones cordobeses, estuvo el jueves dando una vuelta por aquellos por los que aún se puede hablar sosegadamente con los cuidadores, al tiempo que iba intuyendo cierta decadencia propiciada por un galopante desprecio a la paciencia.
Siempre nos quedará el patio de la calle el Trueque y el de San Juan de Palomares. Como ya no concursan, los fenicios no los nombran. Si se acercan a Córdoba, cojan la guía y acerquénse a estos dos pequeños paraísos. Para un servidor y para las señoras antiguas que se criaron en casas de vecinos, los dos mas auténticos patios cordobeses.
Cola ante un patio menor
El Trueque y el verdadero oráculo del mayo cordobés
Sin gente
San Juan de Palomares
Fuera de concurso
Incomprensiblemente, vacío
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