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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

jueves, 27 de agosto de 2015

Bilbao.- 4ª de las Corridas Generales: Un petardo con muy pocos paliativos / por J.A. del Moral



 "...la tarde en su conjunto fue deplorable. Antes de que saliera el único buen toro de la corrida y este postrer triunfo de Manzanares, ni la primera y milagrosa faena de Ponce, fallida con la espada, no había podido remediar lo que padecimos después..."
 
 Un petardo con muy pocos paliativos

J.A. del Moral.-26/08/2015
Desastre inesperado a plaza casi llena y expectante – hacía tiempo que no había tanta gente en Vista Alegre -con una corrida fuera de tipo, sobrepesada y flojísima de Juan Pedro Domecq, apenas salvado por una primera faena milagrosa aunque pinchada de Enrique Ponce y la que cerró la tarde de José María Manzanares con el único toro que valió. Los espectadores, desesperados y enfadadísimos por la fallida nulidad de lo acontecido, se agarraron a ella como los naúfragos a un solo salvavidas

Hoy no caben prólogos. Vayamos a los hechos

Bilbao. Plaza de Vista Alegre. Miércoles 26 de agosto de 2015. Cuarta de feria. Tarde enmarañada y agradable con algo de viento y casi lleno.
Seis toros de Juan Pedro Domecq, de hermosa presencia, excesivo peso y nobles sin ninguna fuerza salvo el sexto. Muy noble pero flojísimo el primero. Más blando y prácticamente inviable el segundo. Un marmolillo apenas manejable el tercero. Inválido el cuarto. Lo mismo el quinto. Noble y más fuerte el sexto. Salvo el primer toro y el sexto, los demás fueron pitados en el arrastre.

Enrique Ponce (gris perla y oro): Dos pinchazos, estocada corta y descabello, aviso y ovación con saludos y algunos pitos por la blandura del toro. Pinchazo y estocada, silencio.
Morante de la Puebla (nazareno y oro): Tres pinchazos, otro hondo y descabello, bronca. Echándose fuera, dos pinchazos, corta y descabello. Bronca.
José María Manzanares (negro y azabache): Pinchazo y estocada corta, silencio. Estoconazo, oreja.

El jabonero que abrió plaza, muy hermoso ejemplar bien armado con pitones acaramelados y con muchos kilos. Demasiados. 581. Se notó en los templadísimos lances con que lo recibió Enrique Ponce. Acusó ostensiblemente su poca fuerza en los dos puyazos que le simularon. Y no hubo lugar a ningún quite. Esperó en banderillas y llegó a la muleta sin resuello aunque noble. Ponce le trató con mucho mimo en la muleta para ir reconstruyendo la embestida del animal poco a poco. Es un experto en esto. Al principio parecía que de ninguna manera iba a poder dar algún muletazo completo. Pero a partir de la primera tanda con la derecha, la faena tomó ese vuelo especial que solamente Enrique consigue dar. Es muy difícil torear tan despacio, con tanto temple y con tanta largura a esta clase de toros que parece que no llevan nada dentro y solamente él puede convertirlos en aparente y suficientemente fuertes Tanto en redondo como al natural, la traza y la composición de los muletazos fueron realmente sublimes, de privilegiado del toreo. Un privilegiado que ayer con este toro no lo fue con la espada. Dos pinchazos, una estocada corta y un descabello dieron fin a la vida de este animal tan bello como para nada fácil de manejar pese a su nobleza.


Corretón de salida el negro cuarto. Muy serio en feo por muy montado. Y también blando. Suelto del capote de Ponce. Y de seguido perdiendo las manos. La gente empezó a pitar con la intención de que fuera devuelto. Pero fue picado. E increíblemente mimado por Ponce, esta vez sin ningún efecto positivo. Era materialmente imposible. El palco negó la devolución. Y se armó el trepe. Tango en el tercio de banderillas. Pienso que Ponce debió tirar al toro a la arena en vez de intentar remediar con el capote en la brega anterior a banderillas lo que parecía irremediable. Como así fue por desgracia. Y también creo que el presidente hubiera debido devolver al toro. Al menos para intentar arreglar el desastre en que se había convertido el festejo. Ponce, hombre con fe donde los haya, intentó hacer faena. Mimos. Pausas. Paciencia… Nada. Imposible. Y de nuevo mal con la espada.


El negro segundo no pesó tanto como el primero. 530 kilos. Pero blandeó mucho de los cuartos traseros nada más salir al ruedo. Morante no pudo darle un solo lance lucido en el recibo. Ni siquiera pudo completar la media verónica que pegó para dejarlo ante el caballo. El toro recargó en el peto sin que le hicieran daño. Y fue de bravo al segundo encuentro. De bravo sin fuerza alguna. Bien Lili en banderillas, resultando cogido al colocar el tercer par afortunadamente sin consecuencias. En los tanteos con que empezó su labor muletera Morante solamente pudo dar un bonito pase de trinchera. Y luego, nada o casi nada que mereciera la pena salvo algún natural y algún redondo que no pudo completar. El toro se puso a escarbar y Morante siguió intentándolo con la izquierda inútilmente por lo que decidió tirar por la calle de en medio entre el disgusto de la parroquia. El toro no quedó fácil para matarlo por descolgarse totalmente y ponerse a escarbar. Y Morante no halló manera de hacerlo con prontitud. El público mostró su descontento con una breve bronca seguida de pitos tras el arrastre del también pitado toro.

608 kilos el quinto. ¿Para qué? Castaño de pelo. Gigantesco. Suelto del capote de Morante. Y enseguida al suelo. Una. Dos veces. Desolación de los morantistas. Y de todos los demás. Empujó al caballo en el primer encuentro. Volvió a perder las manos antes del segundo. De trámite el tercio de banderillas. Y baldíos los intentos muleteros de Morante. Mantazos de pitón a pitón. No pudo pegar ni un solo pase medianamente aceptable. Con la espada agredió echándose fuera repetidamente, desatando otra bronca aún más fuerte que la de su anterior toro.

Otro sobrepesado fue el negro tercero que salió suelto y echando las manos por delante en el primer lance de Manzanares pero no en los enjundiosos que siguieron. Sin estar bien colocado, el primer puyazo tuvo que ser rectificado. Fue alegre al caballo en el primer encuentro. Pero no así al aliviado segundo. Perdió las manos antes de que Curro Javier se luciera pletórico en banderillas, que este nunca falla. Y eso que el toro se distrajo mucho durante el tercio. Curro Javier tuvo que desmonterarse. Manzanares se llevó el toro a los medios para torear en redondo. El toro embistió calamocheando y defendiéndose por arriba. Y apenas tuvo fuerza para seguir la muleta salvo en una primera tanda que el alicantino recetó con empaque. La segunda quedó deslucida por lo mucho que le costó andar al animal. Y los naturales solo pudo darlos de uno en uno y no muchos. Cambió de mano y lo poco que pudo sacar fue como apurar las gotas de una fuente seca. Ni siquiera pudo arreglar el fiasco con su famosa espada.


Las apenas lucidas verónicas de Manzanares en su saludo al también grandullón y cornalón castaño sexto, quedaron devaluadas con la perdida de las manos al dar la última. Ya no había fe, ni esperanza, ni caridad. Se nos habían caído todos los palos del sombrajo. En vista de los cual, la mayoría del público apenas prestó atención a la lidia. Para los que sí atendimos, resultó esperanzadora porque este toro, aunque también fue muy flojo, pareció irse arriba en banderillas. Manzanares dio mucha distancia al toro con la mano derecha y logró ligar tres muletazos aunque al rematar con el de pecho, el toro se le metió por dentro y le desarmó peligrosamente. Por fortuna, las rondas siguientes le salieron completas y aunque no del todo bien, despertaron las marchitas ilusiones de los espectadores. Y los naturales que siguieron, aunque dio pocos, el entusiasmo general. También los redondos que siguieron rematados con un larguísimo cambio de mano y un perfecto pase de pecho. La gran estocada supuso un estallido general de alegría por compensador del mal sueño que habíamos padecido. Y se pidió con fuera la oreja que fue concedida de inmediato. Menos mal.


Pero la tarde en su conjunto fue deplorable. Antes de que saliera el único buen toro de la corrida y este postrer triunfo de Manzanares, ni la primera y milagrosa faena de Ponce, fallida con la espada, no había podido remediar lo que padecimos después. No es la primera vez ni será la única que pasarán estas cosas. El toreo es así de imprevisible para bien o para mal.

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