La muy milenaria ciudad, que en 1892 inauguró el coso llamado de Sutullena por su enclave en la pedanía de la que toma el nombre, integrada ya en el casco urbano, sigue así abundando en la búsqueda de los más prometedores y espléndidos horizontes. Porque ha sido el toreo también en esta privilegiada zona del sureste, además de sus importantes recursos patrimoniales y naturales, una fuente de riqueza permanente. Ahí estan la propia ciudad y su Huerta, Comarca del Guadalentín y unas cuantas poblaciones más o menos limítrofes que siguen soñando por instalar o recuperar la tradición, taurina, por supuesto.
Ahora con Lorca tienen un espejo donde mirarse aficionados y políticos, como ocurrió con la cercana Vera, que tras reincorporarse a la civilización al conseguir el rescate de su centenario coso en ruinas, el más antiguo de la provincia de Almería, incluida la capital, marcó el camino a seguir para dejar la semilla que encontrarían otras poblaciones, caso Roquetas de Mar, ejemplo ahora de programación y gestión en lo taurino.
En ese sueño están aún Cartagena, Huércal-Overa y Velez-Rubio, entre otras poblaciones de la zona, empeñadas en enarbolar la bandera del progreso, la cultura y la libertad, tres grandes metas del espectáculo. Y ha de contarse también, cómo no, el divertimiento.
Fue lo de este Sábado de Gloria en Lorca, espectáculo total con motivo del estreno de las obras que han devuelto a la ciudad todo su esplendor taurino. Gloria y honor que en un pasado no muy lejano sustentó también, y tan bien, el nombre de Pepín Jiménez, el torero "de Lorca" que en los ochenta tuvo una enorme proyección por su muy artística personalidad dentro del más depurado estilo.
Y qué ocasión más propicia para nombrar y ensalzar a Pepín Jiménez, maestro en doble acepción o contextos diferentes, como artista que ejerció en los ruedos y como docente que todavía imparte sabiduria en las aulas. Para él fue el emotivo brindis, del cuarto toro, que ocupó el momento más transcendental en la tarde, cuando la plaza enmudeció con un silencio absoluto para poder escuchar la dedicatoria. "Por usted estoy hoy aquí, ésta es su plaza, es uno de nuestros toreros: el más importante", proclamó Ureña, refrendadas sus palabras con una atronadora y cariñosísima ovación. Y es que el amor de Lorca a Pepín Jiménez es inigualable, absolutamente inabarcable.
Todo esto y muchos más detalles, aspectos y consideraciones habría que contar de una función que a la postre acabaría siendo memorable también por supuesto por la brillante actuación que cumplió Paco Ureña. Ahí hay que explayarse contando.
Cinco orejas y un rabo resumen y magnifican un gran acontecimiento. Y eso que se fueron intactos al desolladero otros tres o cuatro apéndices más por culpa de la maldita espada.
El primer contratiempo en la tarde por esta razón, los sucesivos pinchazos con aviso incluido en el que abrió plaza, un buen toro de Juan Pedro, en el que debió abrir el marcador de trofeos, uno o incluso dos, después de una faena de gran consistencia con atractivo especial en una serie al natural. Primera oreja, en el segundo, de "El Torero", por un trasteo con más argumentos por parte del hombre que del burel.
Magistral Ureña en el de Domingo Hernández que hizo tercero. Toro bueno y, sobre todo, toreo de mucho asiento y bella apostura, de trazo firme y muy sentido en lo fundamental. Arrimón muy apropiado y estocada saliendo el toro rodado. Los máximos trofeos.
Y todavía más en el cuarto, un enclasado y bravo ejemplar de Victorino. Aquí, el Ureña de los grandes acontecimientos que llevan su propio sello. Toreo de mucho encaje y verdad, presentando los engaños en terrenos ajustadísimos, y en perfecta conjunción de temple y armonía el toro y el torero. Pero qué desastre la espada. Aviso inevitable. Pero mejor olvidar. El toro fue ovacionado, y hubieran faltado trofeos para premiar aquello.
En el quinto, de García Jiménez, lo intentó el hombre, sin embargo, no fue posible sencillamente por falta de toro, reacio a embestir.
Con el de Fuente Ymbro que cerró la tarde estuvo Ureña muy solvente y seguro. El toro prestó asimismo lo suyo, emoción y calidad en las embestidas. Espadazo fulminante y otras dos orejas.
En resumen, Ureña toreó como nunca, expresión que referida a él y sus capacidades de disposición y valor, técnica y destreza, y atributos artísticos, habría que matizarla con un "como siempre". Una vez más hizo Ureña el toreo exacto y profundamente natural, de formas y contenidos valerosos; muy valerosos por lo que a arrojo se refiere, y al tiempo por el gozoso atractivo de su prestancia y juncal torería. Todo eso y más hubo en Lorca.
Huelga de decir que el lleno fue de "no hay billetes". Y que hizo viento y frío. Empero, todo se dio por bueno gracias a la calidad del espectáculo. También los toros, sin excepción, muy bien presentados. Y la plaza remozada ha quedado muy funcional y cómoda, además conservando el estilo arquitectónico que preserva la esencia de este tipo de recintos. Enhorabuena al Ayuntamiento de Lorca y a su afición por lo que han conseguido. No obstante, desde ya hay que poner la gestión en manos de un empresario que tenga demostrada profesionalidad y solvencia para evitar patinazos que ahora, y en plena celebración, no viene al caso señalar.
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