Pla Ventura
Por miles de razones hace muchos años que me convencí de que eso de la democracia es un cuento chino que solo favorece a los gandules que se adentran en política porque es un lugar donde se trabaja poco, se gana mucho y se tienen miles de prebendas que, los retrasados mentales que votamos no podemos ni siquiera soñar. El problema es que, a la hora del voto, vale lo mismo el de un obispo, un empresario, un artista, un abogado o un criminal cumpliendo condena en una cárcel. Por dicha razón suceden los dislates que embarran la democracia. Colombia es un ejemplo de lo que digo.
Puesto que estamos hablando de toros, los aficionados colombianos se están quejando amargamente al ver lo que les espera, que les quiten para siempre un espectáculo al que aman, el que han disfrutado durante dos siglos y, por decreto ley se quedarán sin la mejor fiesta del mundo. Pero eso se veía venir, no es nada nuevo. En Colombia tienen lo que han votado, exactamente como nos sucede a nosotros. Convengamos que, hace pocos años, el ahora presidente de los colombianos fue alcalde de Bogotá y, durante su mandato, ocho años, tuvo cerrada la plaza de toros bogotana. Al tipo le repateaban los toros y su decisión más cabal, como hacen todos los dictadores, no fue otra que clausurarla. Pues ese mismo tipo con un pasado horrible sobre sus espaldas, se presentó a las elecciones de su país y las ganó. ¿Cómo? Eso lo sabrá él, pero lo que si es cierto es que dirige los destinos del país cafetero. ¿Tendrá Colombia problemas gravísimos para atender? Por cientos de miles, pero, Gustavo Petro, solo ha reparado en la fiesta de los toros para eliminarla de un plumazo para demostrar que, para dictador, él.
La fiesta de los toros está condenada a desaparecer puesto que, ha ocurrido en Ecuador, un país en el que Rafael Correa, en su presidencia, erradicó para siempre los toros en su capital Quito. En México su gran plaza de Insurgentes ha estado cerrada durante dos años, otros muchos estados se ha abolido la fiesta y, por ejemplo Venezuela, un país en el hace cuarenta años se daban quinientos festejos al año, en la actualidad, sin prohibirla, ya se ha encargado Nicolás Maduro de que se celebren apenas cinco festejos al año; de quinientos a cinco, la diferencia es notable. Tampoco nos alarmemos tanto puesto que, en España, un indeseable cordobés -Pepe Montilla- que llegó a presidente de la Generalitat de Cataluña, una vez en el poder clausuró los toros en dicha comunidad que, por cierto, Barcelona fue durante muchísimos años el coso que más toros daba en el mundo.
Por cierto, si de Colombia hablamos, ¿se ha parado alguien a pensar la de miles de millones que se perderán en dicho país al respecto de la prohibición de las corridas de toros? ¿Qué será de los ganaderos, de los toreros, de todo el maná que suponía la celebración de dicho espectáculo en todas las ciudades y pueblos del país hermano? ¿Cree alguien que Gustavo Pedro, como Pedro Sánchez, está sufriendo al ver que miles de personas se han quedado sin trabajo? Que se jodan, dirá el muy apestoso. Eso sí, el pueblo borrego le seguirá votando. Y encima nos quejamos.
Cuidado que, lo sucedido en Colombia nos puede pasar aquí en menos de cinco minutos dada la situación actual de nuestra política que, como el mundo sabe, estamos en manos de un criminal fugado de la justicia que, por culpa de la cruel democracia, ese tipo fugado, desde el extranjero, ha conseguido que Pedro Sánchez se le arrodille para hacerle lo que el indeseable diga. Barrunto que, una vez en España Puigdemont, cosa que sucederá en menos de un mes, como quiera que en modo de subterfugio es el que manda en España, el truhan citado le pide a Sánchez que haga un referéndum para abolir la fiesta de los toros y, el guapo de la Moncloa le dice que sí a cambio de sus apestosos votos. ¿Saben que pasaría? Que nos quedaríamos sin toros como yo me quedé sin abuela.
Por dicha razón hablaba yo antes de la importancia del voto que, como siempre sucede, lo hacemos a la ligera y luego las consecuencias son funestas. La prueba no es otra que ese mentiroso cruel que jamás ha ganado elección alguna, apoyándose en la basura criminal de toda la apestosa izquierda, el independentismo, los herederos de Eta y demás formaciones destructivas, con eso le ha bastado y sobrado para llevar más de seis años como presidente de la nación. Ni los miles de mentiras que ha soltado a lo largo de su presidencia han servido para que el pueblo le castigara porque, como se ha demostrado, la gente, en su mayoría, quieren como presidente a un tipo que les flagele y les maltrate. ¿Acaso queda alguna duda por parte de alguien? Las pruebas son concluyentes. Mientras todo eso sucede, los españoles de bien como los colombianos de orden, todos estamos indefensos ante la actitud de los dictadores que nos gobiernan que, amparándose en la democracia ejercen la peor de las dictaduras.
En la imagen, La Santamaría de Bogotá, próxima a cumplir cien años, dentro de poco en vez de toros seguro que allí instalarán un gran burdel que, en definitiva es lo que más falta les hace a los colombianos.
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