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"..El mal partido del Madrid no sólo era una cuestión táctica. El Leipzig estaba más vivo, concentrado y enérgico. Todo siguió más o menos igual hasta el minuto 60, cuando Vinicius hizo una jugada tan eléctrica que reanimó el corazón del Madrid. Ahí el partido se estremeció. "Tramontate, stelle", gritaba el Bernabéu (la fredda stanza).."
HUGHES
Pura Golosina Deportiva
El Madrid no suele jugar bien en casa con victoria en la ida. Le salen partidos contranatura. Además cumplía 122 años y eso aconsejaba prudencia contra el Leipzig. Los cumpleaños salen regular. Moderación con el Nessun Dorma.
Nessun dorma lo estuvo diciendo, a su manera, Ancelotti. No había que confiarse con el Leipzig. Él no lo hizo y sacó cinco centrocampistas, lo que de primeras parecía una buena idea.
No lo fue tanto una vez aplicada. El Madrid estuvo cortocircuitado. Kroos era el 5 y daba la sensación de estar sepultado por su propio mediocampo. Nube de piernas, de troncos, de volúmenes. Parecía un Guernica el 'bloque medio'. Kroos estaba muy abajo y Bellingham muy arriba, muy detrás de la jugada. Con ello se perdía el mediapunta, figura sin espacio ni ocasión. Era uno de esos partidos que dan la razón a Benito Floro: "El mediapunta no existe".
Durante la primera parte, los únicos argumentos ofensivos del Madrid fueron un par de centros, lejanísimos, de Tchouameni desde el interior.
EL Leipzig tuvo ocasiones y provocó unos pitidos de censura en el Bernabéu que bajo la cubierta sonaron distintos. Eran música celestial: frescos, necesarios, soberanos, críticos... Manifestaciones de madridistas que no se casan con nadie (figura retórica, por cierto, entrañable: el que no se casa con nadie de puro suyo; el que por no pasar ni una se quedará solo....).
Lo de los 4+1 centrocampistas no había funcionado, así que Ancelotti, cuya ceja de mosqueo estuvo siempre ahí para Hacienda, esperando a que llegara, cambió a Camavinga, sumamente errático, por Rodrygo, que ya tiene la sospecha a modo de nubecilla sobre su juego.
Estuvo bien, dio más fluidez, se desmarcó y avivó la delantera y la banda, pero le faltó suerte. Al final del partido hizo una jugada de las que marcan una carrera. En el 89 se metió en el área y cuando seguir parecía suicida, apretó los dientes, cerró los ojos y metió un "turbo". Superó a varios como Ronaldo cuando se le cerraban las compuertas de los centrales, pero su chut de puntera salió mustio. Estuvo a punto de marcar un gol antológico. Rodrygo es como el espermatozoide que nunca llega, cuyo coleteo amamos, jaleamos, ...
El mal partido del Madrid no sólo era una cuestión táctica. El Leipzig estaba más vivo, concentrado y enérgico. Todo siguió más o menos igual hasta el minuto 60, cuando Vinicius hizo una jugada tan eléctrica que reanimó el corazón del Madrid. Ahí el partido se estremeció. "Tramontate, stelle", gritaba el Bernabéu (la fredda stanza)
En el 63 hubo ocasión de Rodrygo y en el 65 el gol: robó Kroos, Bellingham atravesó el campo y aguantó el desmarque violento de Vinicius, de fuera hacia dentro. Chutó de primeras.
El desmarque fue una potente invasión del área, inesperada en alguien que estaba reventando el partido por la línea de banda. ¿Qué extremos parten de ahí y cortan el área como un nueve? Ya se piensa en Mbappé. ¿Le permitiría hacer ese desmarque? Quizás se combinen, uno rompa a veces por dentro y el otro por fuera. La combinación de los dos entrecruzándose puede ser como unos nunchakus, una delantera nunchaku.
Vinicius fue el líder del Madrid. La segunda parte consistió en él, en sus rabietas, sus ganas, sus retos, su sudorosa frustración, sus decenas de fracasos que no le hunden, sus polémicas, su improvisación jazzística de regates: la pisada con tacón, el caño, el regate elusivo en el que se vence como en una conga...
En uno de sus muchos intentos, llegó a línea de fondo y allí, cansado, se lamentó de rodillas mirando a la grada. Un rostro encontró; alguien le miró, un punto fijo captó su atención... y resultó ser (lo vimos fugazmente, ¡pero lo vimos!)) Toñín el Torero.
Sus miradas, por un instante, se cruzaron y se tuvieron que reconocer en su especial madridismo, su madridismo colérico.
Parecía que el Madrid iba a sacar el champán, pero el Leipzig empató al instante, no sin justicia, en un centro de Raum que remató Orbán sobre Nacho, y después de un mal despeje de Carvajal. La defensa temblaba con cada balón parado.
Nacho e incluso Carvajal, modélicos, canteranos y legendarios, empiezan a despertar ya un murmullo interior, como la forja lejana de un estado de opinión. Se negará, pero existe.
Modric tuvo sus 25 minutos del final, la mejor forma de aprovechar a un genio tieso, pero el Madrid no mejoró mucho y más bien sufrió. Olmo tuvo un larguero. Sin Vinicius, el Madrid hubiera perdido el partido; sin el golazo de Brahim, la eliminatoria. En cierto modo, el Leipzig puso en evidencia al Madrid. No estuvo bien y asomaron deficiencias, aunque tampoco hay que pasarse. Como diría Ancelotti: "Un po' autocrítico, ma no demasiado".
Madrid, 7 de Marzo de 2024
@realmadrid
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