Gregirio, el del nombre cambiado.
Gregorio Sánchez, torero de mi infancia y de mi juventud. Torero de una pieza al que respetamos teniendo alrededor una nómina de espadas extraordinarios, lo que es un dato que confirma su valía.
Gran Gregorio
No fue Gregorio, sino Gregirio para un grupo de niños aficionados. Gregorio Sánchez utilizó su segundo apellido para anunciarse porque el Lozano ya estaba muy visto y era casi propiedad de los Hermanos de este apellido, que entonces se movían mucho ya y armaban su ruido.
Y Gregorio fue Gregirio. Una tarde toreaba en Cartagena, con Curro Girón, corrida a beneficio de las viudas y huérfanos de la Armada, tradicional el 16 de julio, la gran fecha de la Virgen del Carmen en tierra tan marinera, y un paleto cercano a nosotros le salió un gallo y le llamó Gregirio por Gregorio y así lo bautizamos nosotros para siempre : los cuatro amigos de pantalón corto y nadie más. Y Gregirio se parece mucho a Egregio, o al menos esa música quisimos darle para que el cambio estuviera justificado. Y por ese secreto era nuestro torero, admirado por una peña de imberbes aficionadísimos. Al que nos acercamos a pedirle autógrafos con mucha timidez.
Además eso de Gregorio nos parecía nombre de albañil, que lo fue, o de obrero sin cualificar o de hombre de campo. No teníamos razón pero eso creíamos entonces. Quizá le cambiamos el nombre porque nos parecía poco para él. Cosas de críos. Pero nadie pudo cambiarle su personalidad de hombre y torero de una pieza.
Pero vayamos a lo serio y recordable que fue el de Santa Olalla, matador de toros.
Pena de Gregorio Sánchez, ni Lozano, ni Gregirio ni limón en salsa. Se nos ha ido uno de los iconos de nuestra infancia taurina, ya cumplidos los 90, según parece, en ese juego de la edad con el que siempre coqueteó el de Santa Olalla.
Y se ha ido un torero tan sobrio, tan natural, tal fácil, tan fiel a su estilo, tan seguro, tan técnico, tan profesional, tan triunfador.
Empezó tarde cuando los principiantes entonces eran unos niños, pero lo superó como siempre y en todo. Alternó con muchísimas figuras, que había 15 ó 20 y muchos de segunda fila que ahora serían de primera. La lista con los que se jugaba los carteles, interminable. Antonio Bienvenida, Antonio Ordóñez, Miguelín, El Cordobés, Diego Puerta, Paco Camino, El Viti, Curro Romero, Jaime Ostos, Andrés Vázquez, César Girón y Curro Girón entre otros muchos, por lo que los machos los debía llevar bien apretados para estar en todas las ferias, hartarse de salir por la puerta grande de Las Ventas, darse el gustazo de tomar la alternativa en Sevilla, figurar varias temporadas el primero en el escalafón en corridas toreadas y escuchar pocas broncas en un tiempo mucho más frecuentes que ahora. Torear 50 tardes en Las Ventas, cortar 39 orejas y ser uno de los privilegiados con dos faenas de dos orejas en una misma tarde.
Se recuerda tanto por los seis de Barcial para el Montepío que los mató en tiempo record, que nadie ha podido superar. Se dice pronto : seis toros y siete orejas de Madrid en una hora y cuarto. Inconcebible para la caterva de pelmazos de ahora.
Esa fue la alegría mientras la pena se recreó en su corrida del adiós, en la que ni su facilidad ni su poderío aparecieron por ninguna parte.
Poco días después le hice una entrevista para El Ruedo y aquel niño de Cartagena ya convertido en adulto se vació para dejarlo lo mejor posible tras el fracaso y la amargura de tarde irreversible, la más humana quizá que escribí en mi carrera y para la que esperé siempre un gracias aunque mi satisfacción personal, torera y profesional no me la quitó nadie. Gregorio también era muchas veces tosco y seco, castellano viejo y producto duro de la guerra civil.
Gregorio Sánchez, torero de mi infancia y de mi juventud. Torero de una pieza al que respetamos teniendo alrededor una nómina de espadas extraordinarios, lo que es un dato que confirma su valía.
Gregirio, el del nombre cambiado.
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