Llanto por un torero
Rafael Comino Delgado
Es un día triste, muy triste, para todo el mundo del toro, para todo el taurinismo y para toda aquella persona bien nacida; porque un torero, un hombre joven, ha perdido la vida en una plaza de toros. Naturalmente será especialmente triste para sus familiares, sus amigos, sus seguidores.
Pero todos los toreros saben y asumen que ello puede ocurrir cualquier día, en cualquier momento, saben que su profesión, o mejor su vocación, conlleva ese riesgo y lo aceptan con tal de poder expresar su sentimiento torero en los ruedos.
Tan es así que por citar algún caso, Ignacio Sánchez Mejías decía que "el ideal de un torero es morir de una cornada en el corazón" y Manolete, citándole, afirmaba "yo también siento esa aspiración". Particularmente le he oído decir a varios toreros "que para morir de otra cosa mejor de una cornada en el mismo corazón", aunque lógicamente todos queremos vivir cuanto más mejor, siempre de manera digna.
Por todo ello, aunque es un día triste y esa tristeza cada uno la puede expresar como pueda o sienta, entiendo que los taurinos, al menos yo, la debemos expresar hacia dentro. Es decir, aceptando que es algo ya asumido y por tanto no hay que dramatizar más de lo justo. Sufriendo lo que haya que sufrir en nuestro interior, sin necesidad de expresarlo demasiado. Diciéndole a todos los que están llenando las redes sociales de comentarios incalificables sobre esta muerte que son escoria, que son la hez de lo peor de la sociedad, pero diciéndoselo no con palabras sino con nuestra forma de ser y actuar, aunque me temo que ellos jamás lo comprenderán.
Me consta que muchos toreos, cuando se enteraron, lloraron como niños, con el alma rota por el sentimiento de haber perdido a un amigo, a un compañero. El mismo José María Manzanares ha decidido no actuar en Torrejón de Ardoz como homenaje a su compañero y lo respeto.
En mi opinión, el mejor homenaje que se le pude rendir a Ivan Fandiño, o a cualquier otro torero que muera en el ruedo, es salir hoy, o mañana, o siempre, a la plaza a honrar su memoria, a honrar la profesión, a jugarse la vida para estar lo mejor posible, respetando al toro, a la afición y a la profesión, tragándose las lágrimas y el profundo dolor de corazón, porque para eso se es torero.
El maestro Fandiño era un hombre de una sola pieza, de una integridad inconmensurable, amante de su profesión, a la que respetaba, honraba y se entregaba todos los días y todos los minutos de su vida.
Creo que si pudiésemos preguntarle su opinión sobre este tema compartiría la mía. Precisamente por su forma de ser y actuar se había ganado el respeto de todo el mundo como torero, y más respeto si cabe como persona de convicciones sólidas y honradez poco común. Para llegar a donde estaba había luchado mucho, muchísimo, poniendo en ello todo su ser.
Dios se lo ha llevado pronto siendo muy joven, cuando estaba disfrutando de su familia, de sus seres queridos y de todo lo conseguido, pero es que Dios se suele llevar a los mejores muy pronto. ¡Él sabrá por qué!
¡Gloria a Iván Fandiño, a un gran torero, a una gran persona!
Descanse en paz.
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