"...¡Un torero de la Montera a los pies!, dirían unos, otros, un torero con forma y fondo; es decir completo, que hace que guste el toreo a tiros y a troyanos..."
El concertista de ayer domingo fue ¡David Mora!
Por: Manolo Espinosa “El Ciclón”
Ambato-Ecuador, 03/03/2014.-
Ayer, en la monumental de toros Ambato, con una plaza casi llena, -faltó muy poco-, se realizó un recital de alto contenido artístico, interpretado por un maestro, que se encuentra entre los grandes del mundo y el único capaz de moldear el toreo como solo él lo suele hacer. Interpretó su propia música, el fue su propio director, y el mismo su estilista, y lo afinó tan bien que su mensaje viajó al infinito donde tiene su trono la eternidad.
Quienes asistieron, no podían creer que se podía torear tan lento como Mora lo hizo, con el conjunto de balletistas a su cargo. Su inspiración para crear porque es genial; sus dos instrumentos de suave piel: su capote y su muleta de contextura fina como la piel de una flor; su cuerpo erguido como el flexible estilete, brazos, piernas, manos, dedos, todos sus músculos, y hasta su alegría, fueron ese conjunto maravilloso con los que tejió la hermosura del toreo, apilando pétalo por pétalo hasta dejar constituida esa flor llena de matices y aromas que dan la dimensión del toreo de Mora, algo indescriptible.
¡Un torero de la Montera a los pies!, dirían unos, otros, un torero con forma y fondo; es decir completo, que hace que guste el toreo a tiros y a troyanos. Nada se le escapó para la conclusión de su obra escultórica, porque su capote llevado entre los dedos de pianista, suspendieron el aire y hasta los respiros. Todo se quedó estático, el mundo se detuvo incluso la lluvia que molestó casi toda la tarde paró su intensidad, para contemplar algo que no se puede aceptar dentro de lo material o intelectual, y la parroquia atónica, se dejó transportar dócilmente, a ese éxtasis que se esconde en el misterioso más allá.
No solo se regusto Mora en su quehacer, -porque sentía profundo placer al interpretarlo y lo decía su sonrisa y las maneras de ejecutarlo- sino que compartió con el respetable que sorprendido no podía gritar por no interrumpir abruptamente el concierto y ritual de esa tarde, que resultó ser un homenaje a Ambato tierra de flores, sino también un homenaje a la fiesta brava en la que se genera el arte e inspiración para otros geniales creadores.
Con la muleta planchada todo el tiempo, inició esos derechazos en donde el toro no violó su temple, porque también el astado se puso de acuerdo para no desvirtuar ni romper la belleza y armonía plástica con la que el oficiante pintó la plaza. Tan largos y profundos fueron, que nos recordaron una frase venida de España, cuando en alguna ocasión se refirieron a Paco Barona torero de esta tierra, en que toreando con capote alguien dijo: “Esas verónicas tan largas que unen a España con América”. Hoy queremos hacerla nuestra para decir, esos derechazos de Mora fueron tan largos que unieron a Ambato con el mundo.
Cierto que cortó dos orejas a buena ley, y se perdió otras dos al fallar con el acero y aunque muchos de los asistentes pedían el indulto sobre todo al segundo toro, sin embargo su pundonor y su calidad de torero honrado no le permitieron ser subyugado por la petición de la asamblea que estaba eufórica insistiendo en ello, y en las dos ocasiones (en sus dos toros) entró a matar con verdad, porque no es un torero de relumbre o superficial, sino él es un compendio de verdades. Triunfó no por sus dos orejas, sino por habernos dejado plasmados esos pasajes de arte y belleza inconmensurables, que nos regaló ese gran Maestro llamado …….. ¡DAVID MORA!.
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