Cabría decir que el Príncipe se ha limitado a hacer en Barcelona lo que habría hecho el rey, este año y los casi cuarenta que lleva en el trono: se ha reunido con los separatistas de CiU, que desde 1980 han construido un Estado catalán dentro y contra el Estado Español; ha sido afrentado por Mas como el Rey por Pujol en la inauguración de los Juegos Olímpicos de 1992; y ha cenado en casa del Conde de Godó, principal propagandista en su periódico del separatismo y en su cadena de radio del odio a España, además de dos docenas de empresarios que hacen negocios en Barcelona y Madrid y que como grupo de presión tienen el imaginativo título de Puente Aéreo. A los españoles de Cataluña, a los que allí defienden nuestra nación y nuestra dignidad como ciudadanos, no los ha querido ver ni en pintura.
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