"...Partiendo del principio de que a un toro hay que someterlo, dominarlo, no es lo mismo hacerlo a aquellos bovinos que simplemente se dejan, colaboran o ponen nula oposición al juego con el torero, que con aquellos otros cuyo instinto les impide someterse sin que se cumpla ninguna de las reglas del sometimiento. Ahí radica una sustancial diferencia..."
TOREANDO…
Antolín Castro
Toreando… que es gerundio. Con marzo arranca de forma definitiva la temporada española que, mientras no se produzca otra revolución francesa… en lo taurino, sigue siendo el corazón que late con más fuerza en la Fiesta.
Ya no hay probaturas, quedan atrás los primeros esbozos, nada desdeñables, de Valdemorillo y el aperitivo triunfalista de Olivenza de primeros de mes, que tanto encandila a los seguidores de las figuras, y en nada en el coso valenciano de la calle Játiva se iniciará la primera feria de postín.
Y en ese lanzamiento, con esa feria, es cuando encaja el dicho de ‘toreando que es gerundio’. Otra cosa es, o será, cómo es ese ‘toreando’.
Toreando fuera de cacho, toreando con la pierna retrasada, toreando con el pico, toreando para fuera, toreando una borrega o toreando de verdad, toreando dando el medio pecho, toreando con la panza de la muleta, toreando adelantando la pierna de salida, toreando hacia dentro… son muchas formas distintas, y distantes, de torear. A todo se le puede llamar torear, aunque haya unas cuantas maneras a las que se las puede llamar eufemísticamente destorear.
Partiendo del principio de que a un toro hay que someterlo, dominarlo, no es lo mismo hacerlo a aquellos bovinos que simplemente se dejan, colaboran o ponen nula oposición al juego con el torero, que con aquellos otros cuyo instinto les impide someterse sin que se cumpla ninguna de las reglas del sometimiento. Ahí radica una sustancial diferencia.
Decía Domingo Ortega que el toreo es llevar al toro por donde no quiera ir y eso es así, efectivamente, porque se necesita mayor habilidad y dominio para hacerles ir por donde el torero quiere, no aprovechar cada uno de sus viajes. Si el toro ya va por donde al torero le viene bien que vaya, deja de percibirse una de las razones en las que sustenta el toreo auténtico, el dominio.
Podrá quedar bonito pero adolece del mérito que siempre supone imponerse por inteligencia al instinto natural del animal. Pero, a mayor abundamiento, mucho peor es que, gozando de las facilidades otorgadas por el cornúpeta, el torero se alivie o realice el toreo con ventajas. Más a más para disminuir, para mermar, los méritos que supone el toreo en plenitud, el auténtico.
Los públicos, exigentes o benevolentes, participan en la representación y con su actitud dan carta de naturaleza al gran triunfo o simplemente al triunfalismo. De ahí que siga teniendo mayor repercusión y premio lo que ocurre en Madrid, por ejemplo, que en cualquier otra plaza. Es esa la cuestión, el nivel de exigencia, el que certifica la garantía de mayor autenticidad. Aun habiendo rebajado mucho la exigencia Las Ventas, sigue gozando de ese privilegiado lugar.
Toreando… es lo que va a suceder en cada una de las ferias que, una tras otra, se van a suceder a partir de ahora, pero es legítimo y necesario aspirar a que ese toreando sea bajo máximos y no bajo mínimos. Si es lo primero ganaremos todos, si sucede lo segundo puede suceder que ese toreando… sea, sencillamente, al público.
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No se puede "adolecer" de un mérito. Aquí se puede decir, "pero le falta el mérito..."
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