Ciertamente, desconozco si los toreros se ponen un plazo determinado para triunfar o lo dejan cuando ya ven que es imposible. Muchos, como digo, prefieren morir antes que perder la vida; digamos que, aferrados a su ego prefieren irse de la profesión con la vitola del título honorífico de matador de toros, antes que bajar a las filas de los subalternos. Y, cuidado que, a estas alturas de mi vida lo entiendo todo, pero, si un torero que ama su profesión, que anhela vivir del toro y no encuentra salida como matador, retroceder hacia la plata en calidad de banderillero no deja de ser un éxito en toda regla.
Seguro estoy que, la práctica totalidad de los matadores de toros que, cansados, hastiados de ingratitudes y de tener que poner dinero de su bolsillo para encontrar algún que otro festejo, se apearon del sueño en que vivían y bajaban hacia la realidad del mundo del toro en calidad de subalternos, el éxito siempre les ha sonreído. A lo largo de la historia de la tauromaquia son muchísimos los que, ahora son banderilleros, pero, casi todos, han tenido el carné o la vitola de matador de toros.
Podría dar muchos nombres, pero, me quiero centrar en un hombre admirable que, tras pasar diez años de calvario como matador de toros, todavía muy joven, digamos que a tiempo, se dio cuenta de que su futuro vistiendo el traje de oro era muy oscuro y no porque el traje fuera de azabache, pero sí por la falta de contratos. ¿Solución? Bajar el peldaño al que antes aludía y vivir con tremenda dignidad. Es el caso de Iván García, un buen torero pero que, como tantos, no tenía contratos y tuvo la gallardía de hacerse banderillero. ¿Qué pasó? Lo que estaba previsto, que encontró acomodo en el acto con toreros de máximo nivel y, cumplió su sueño de seguir en los ruedos, justamente en la profesión que tanto ama.
Sin lugar a duda, la decisión de Iván García es digna de encomio y él lo afirmará mejor que nadie. Está toreando todos los días con los mejores toreros y en todas las ferias. ¿Resultado? Se lleva para casa una suma “astronómica” de dinero que jamás hubiera logrado como matador de toros. Y, lo que es mejor, es feliz dentro de los ruedos, compartiendo viajes, hoteles, charlas con los compañeros y, por supuesto, jugándose la vida frente al toro porque si como lidiador es fantástico, en calidad de rehiletero ni hablemos.
A veces, como le sucedió a Iván García, es mejor dar un paso hacia atrás para salir del ostracismo porque como matador de toros siempre hubiera sido uno más y, como subalterno está entre los mejores y, no lo digo yo, lo dicen los matadores que le contratan que, como diría un amigo mío torero, por el mismo precio, yo contrato al mejor y, García está entre los mejores.
Al respecto de lo que digo, irremediablemente me viene a la mente el caso de Antonio Manuel Punta. ¡Qué gran torero era Punta! Se trataba de un artista cabal, puro como pocos, con la vitola de torero de lujo y, los hombres y las circunstancias, tras varios años de lucha lograron apartarle. Cuidado que, Punta tiene todavía más mérito que García porque mientras Iván era banderillero, Punta no había cogido jamás los palitroques pero, como todo es cuestión de aprender, así lo hizo. Incluso un hombre como Julián Maestro que ahora es colaborador nuestro, se retiró de novillero para hacerse banderillero, pasó a las filas de los matadores de toros pero, en el acto comprendió que, su mundo era formar parte de los toreros de plata y de tal modo discurrió su vida, la que para nuestra fortuna, en sus ensayos nos va contando para deleite de todos los aficionados que todavía le admiran.
No hay comentarios:
Publicar un comentario