Ovación para Morenita del Quindío
Julián Velasco
ASTAUROS de Colombia
Con una emotiva ceremonia, se le dio el último adios en la Plaza de Toros de Cañaveralejo a la Torera Colombiana Bertha Trujillo, mas conocida como Morenita del Quindío, un homenaje en la que participaron directivas de la Plazade Toros, Ganaderos, Periodistas Taurinos, Alumnos de la escuela Taurina y distinguidos Aficionados, donde se recordó con mucha alegría las tardes y los triunfos cuando Morenita del Quindío se vestía de luces.
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José Ortegón "Joselito"
Solía enfrentarse a los toros sin aspavientos. Afrontaba la vida con una inmensa alegría y un optimismo contagioso. Siempre esperando la fecha en que su padrino de Alternativa ORTEGA CANO, le organizara el “Festival” que le había prometido y con el recaudo de la taquilla, poder vivir sus últimos años rodeada de las comodidades que nunca tuvo. Era una optimista y por tanto, ¡ una mujer feliz!
Había alcanzado las mieles del triunfo a edad temprana y solía enfrentarse a los ejemplares que el Dr. Ernesto González Piedrahita criaba en “Sierra Morena”, con el pecho por delante y el corazón bien templado, sin reparar en cornadas ni en el peligro que encarna la difícil profesión que había escogido como Norte de su vida.
Su nombre de pila era BERTHA TRUJILLO. Para algunas personas seguramente este nombre pase desapercibido; pero para quienes hemos vivido de cerca y admirado desde siempre los gestos heroicos de personajes singulares como esta gran mujer, más conocida en el mundo de la tauromaquia como “MORENITA DEL QUINDIO”, hace que su triste partida nos deje una inmensa aflicción en el corazón.
Tenía un corazón de León y más coraje que cualquier hombre. Le vi torear por primera vez en el año de 1.964, alternando con su eterno rival en el ruedo y a la vez su esposo, Marcos Gómez “EL COLOMBIANO”. Dos personajes llenos de bondad y coraje. Sabían vencer las dificultades con admirable valor humano.
Escaló peldaño a peldaño y con más corazón que técnica, el sitio con que la afición taurina de Colombia, de México y de España la premiaron, como justo reconocimiento a su indeclinable vocación de TORERO (A), actividad que ejerció sin aspavientos y casi con modestia, pero con un valor y un tesón indeclinable y con más coraje y ardentía del que pudiera demostrar cualquier hombre en circunstancias similares.
La “Matadora” ya no está con nosotros: se ha marchado a hacerle compañía a “Antoñete”. Allí seguramente hablaran de toros sin interrupción, porque los diálogos en el Olimpo son eternos. Eternos también son los recuerdos que deja en quienes tuvimos la fortuna de presenciar sus actuaciones, que si algunas veces no trascendían las noticias parroquiales, si dejo un testimonio vívido entre nosotros, por la honradez profesional y la sinceridad que puso en sus faenas frente a los toros y también, frente a la vida.
- “El torero lucha, casi un niño, entre el orgullo y la humildad, entre la popularidad y el olvido, entre la caballerosidad y la batalla sin cuartel de la competencia y entre los personajes mas nobles y los menos nobles, todo mezclado y en conjunto –“
Descansa en paz “MATADORA”
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