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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

viernes, 10 de octubre de 2014

El síndrome de Dien Bien Phu (o esto es lo que hay) / Jean Palette-Cazajus



Jean Palette-Cazajus y José Ramón Márquez


[Email de Jean a José Ramón con el texto ("estos garabatos") de
El Mal Es Aquello Que No Puede Prohibirse]

A José Ramón Márquez 

De Jean PALETTE-CAZAJUS

Un excelente amigo, aficionado competente y riguroso, suele comentar la actualidad taurina en un conocido blog. Lo hace siempre con implacable exigencia y terapéutico sarcasmo. Leí su opinión sobre el Toro de la Vega 2013. Mi gozo en un pozo. No dijo exactamente «El toro de la Vega me la suda», pero la idea era ésa. ¡Extraña espantá en torero tan bragado!

Hace unas semanas, de paso por Madrid tras mi verano «horribilis», sentado en Las Ventas, inferí de las palabras de otro amigo, también aficionado de pro, que las manifestaciones taurinas populares le eran igualmente sudoríferas.

Los ritos táuricos populares son los antepasados evolutivos de la corrida. Mis excelentes amigos piensan como aquella esposa del obispo anglicano, enterada de la teoría de Darwin sobre nuestros orígenes primates: "Esperemos que no sea cierto" - dicen que dijo - "y si lo es, recemos para que no se sepa".

Llamo a esto el síndrome de Dien Bien Phu: La cuenca donde se levantaba el campo atrincherado estaba rodeada de colinas que suponían un peligro mortal si el enemigo consiguiese izar hasta allí piezas de artillería. El Estado Mayor descartó tajantemente esa posibilidad: estos perros amarillos y canijos no tenían cañones y además era imposible subirlos: la altura, la calima, el bosque tropical...


(La misma ignorancia, el mismo desprecio, el mismo cachondeo con que se acogían entre los aficionados las primeras manifestaciones «animalistas». ¿Os acordáis? Cuatro gatos gritando: «¡Tortura no es cultura!»)

Pero Mao le proporcionó a Giap cañones de 105 y morteros pesados. 260.000 coolíes, a base de hostias, y de cojones, subieron los cañones, los obuses y el arroz.

(Los «coolíes » animalistas son ahora multitud. Están sitiando las Plazas y las celebraciones taurinas en Francia y en España. Su artillería pesada es cada vez más poderosa y eficiente : intelectuales, apoyos políticos, institucionales, etc.)

Si logran subir algún cañón, dijo el coronel a cargo de la artillería del campo, «mi fuego de contrabatería les callará la boca». El Vietminh excavó cuevas donde guardar los cañones tras disparar, y el fuego de contrabatería no sirvió de nada.

(La argumentación protaurina, nuestro fuego de contrabatería, no da jamás en el blanco. Los argumentos míticos, rituales, culturales, se la sudan: lo único que les interesa es la vida del bichejo.)

En el perímetro del campo había unos puntos de apoyo, bautizados con nombres de mujer, («La France sera toujours la France !»...por más que ya sea mentira).

(Podemos considerar que las celebraciones, tipo Tordesillas, Coria, Medinaceli, etc, son el equivalente de lo que eran Béatrice, Eliane o Isabelle en DBPhu: Caídos estos puntos de apoyo, la batalla final contra el bastión principal, la corrida formal, sola y aislada, será una -breve- cuestión de tiempo.)

No quisiera llorar de viejo por los toros como lo hice de tierno infante, oyendo en la radio la caída de «Isabelle», el fortín-cerrojo.

Días antes de la caída, estando todo requeteperdido, un batallón de paracaidistas voluntarios saltó sobre lo que quedaba del campo. Su único objetivo: «Mourir avec les copains».

(Creo que pintan bastos en esta batalla. Estos garabatos son para empezar a «morir -pero peleando- con los compañeros».)

A raíz del vocerío de los "indignados", decidí mandar un texto a El País. Por muy deficiente que ya me conociera, me descubrí incapaz de condensar una respuesta en un espacio periodístico. Renuncié abrumado. Estos últimos días decidí, pese a todo, esbozar unas someras líneas de defensa. Esto es lo que hay.

ABRAZOS


Del catálogo Cuatro orejas y rabo, de Bonifacio
Editado por el Museo de Arte Abstracto Español
Primera edición de 2.000 ejemplares
Cuenca, 1973

1 comentario:

  1. Interesante, valiente y valiosa reflexión así como esa apoyatura bélica tan afín a los toros (la prototauromaquia caballeresca medieval no era sino un remedo de enfrentamiento a muerte entre dos rivales).
    Deduzco que la moraleja es que el aficionado a la corrida de toros debería apoyar esas manifestaciones de “tauromaquia popular” que todavía se practican en ciertos lugares de España, puesto que son una especie de caldo de cultivo que nutre la corrida de toros convencional y que genera aficionados a la misma. Cada cual es, por supuesto, muy libre de opinar como guste, pero, la verdad es que los más acendrados aficionados de todos los tiempos siempre han censurado esas “tauromaquias” tumultuarias, comenzando por Nicolás Fernández de Moratín, quien escribe en su celebérrima “Carta histórica sobre el origen y progresos de las fiestas de toros en España”, publicada en 1777: “Antiguamente eran las fiestas de toros con mucho mayor desorden, y amontonada la gente, como hoy en las novilladas de los lugares, o en el Toro embolado o el de jubillo de Aragón, del cual no hablaré por ser barbaridad inimitable, ni de los Despeñaderos para los toros de Valladolid y Aranjuez…” y continuando con los mejores revisteros del siglo XIX. Incluso a fines del mismo siglo se suprimieron las vaquillas y novillos embolados que se soltaban en las plazas de toros después de la función para solaz de aquellos espectadores que quisieran torearlos (vestigios de esas “tauromaquias populares”) debido a la brutalidad y excesos de parte ciertos “aficionados”. Así lo manifiesta el cartel de una novillada en Valencia a celebrarse el 16 de noviembre de 1851: “Ultimamente se soltarán dos vacas para que las lidien los aficionados, debiendo advertir que en vista del bárbaro proceder de algunos que, no contentos con escederse (sic) de los límites permitidos parándolas, se han atrevido a maltratarlas, clavándoles navajas y otras armas ofensivas, de cuyas resultas han muerto. La junta ha solicitado del M.I. Sr. Gobernador Civil de la provincia la fuerza suficiente para apoderarse del que ose traspasar el círculo que se le concede en esta diversión”. No parece que la presencia de la “fuerza suficiente” fuera muy disuasoria, pues casi un año después, concretamente el 17 de octubre, se repite la advertencia en estos términos: “Habiéndose observado que personas malintencionadas están aguardando el momento en que las vacas salen a la arena para maltratarlas, llegando la ferocidad de algunos hasta a herirlas con navajas, en descrédito del respeto que se debe a un circo público y en mengua de su propio decoro, la Junta impetrará de la Autoridad los medios suficientes para apoderarse de tales sujetos”.

    Tiene razón el Sr. Palette-Cazajus en lo del cerco a la corrida de toros, en el cual el enemigo ocupa un espacio que no debería ocupar. Por ello, para evitar esa indeseable ocupación, lo mejor es que, si los defensores de la plaza (nunca mejor dicho) sitiada no podemos ocupar y guarnecer ese espacio, al menos lo hagamos inservible para el contrario, mediante una política de “tierra quemada”. No dejemos que pueda ser utilizado en nuestra contra.

    Hechos como el Toro de la Vega y otras “tauromaquias populares” de ese jaez no le hacen ningún bien a la Tauromaquia con mayúsculas, aquella que comenzó con los Romero y Costillares. Esto no es ceder ante el movimiento antitaurino sino defender lo que realmente vale la pena conservar siempre y cuando se depure de aquellas adherencias y corruptelas que los antitaurinos de dentro (en la Edad Media las puertas de muchas ciudades sitiadas eran abiertas DESDE DENTRO por traidorzuelos, eliminados después sin piedad por sus circunstanciales aliados).

    Dignifiquemos la Corrida de Toros y mostremos sus valores a la sociedad y, paradójicamente, quizá no sea necesario “morir con nuestros compañeros”.

    José Aledón

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