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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

jueves, 9 de octubre de 2014

Los “Rancapino”, Abraham y el Fénix / por Joaquín Albaicín



"...Rancapino es en el escalafón flamenco de hoy un rescoldo, ascuas supervivientes de Juan Talega y Sellés, pero rescoldos que aún crepitan y echan humo y ante los que –como en los de otras lumbres de su generación- han de acudir a calentarse las manos y aprender a vencer al frío los jóvenes gargueros..."

Los “Rancapino”, Abraham y el Fénix

Arranca el ciclo de cante en la Sala García Lorca de Casa Patas, y la noche en que Rancapino reaparece en Madrid mano a mano con su vástago viene a coincidir con la fecha en que todo el Islam celebra la autorización del Altísimo al patriarca Abraham para sustituir a su primogénito, sobre el ara del sacrificio, por un cordero. La coincidencia resonaba revestida de sentido, pues, igual que hay padres que cortan de raíz las alas a sus hijos, los hay también que los cobijan bajo la suya para que, nutridos con la ciencia de los años del progenitor, puedan erguirse con vuelo propio hacia los cielos.

La García Lorca la llenamos los seguidores del padre y los curiosos por calibrar las virtudes como ave del heredero. Rancapino es en el escalafón flamenco de hoy un rescoldo, ascuas supervivientes de Juan Talega y Sellés, pero rescoldos que aún crepitan y echan humo y ante los que –como en los de otras lumbres de su generación- han de acudir a calentarse las manos y aprender a vencer al frío los jóvenes gargueros. Cantaor siempre más de corazón y acentos que de facultades, su decir y su rebuscarse por siguiriyas en los adentros del alma no pudieron decepcionar a quienes sentimos el cante como algo más que cuerdas vocales y caja torácica: como un Arte con “a” mayúscula, una devoción, un oficio sacro…

De tales rescoldos, de esas ascuas temblorosas y cálidas, nos pareció ver alzar el vuelo, como al Fénix, al hijo, a Rancapino Chico, que hizo un recorrido por los palos y modos paternos para encontrarse, pues eso, algo así como a tono para romper el cascarón y cobrar impulso con un airoso golpe de alas en unos fandangos caracoleros de meloso sabor. Conocedor, con fuelle, con las ideas claras, se nos antojó en este primer encuentro como un artista de largo recorrido. En fin, que, en su caso, el sacrificio del cordero –para el que aportó la melodía de fondo la guitarra de Miguel Salado- nos pareció justificadísimo. Y lo mismo, a tenor de los aplausos y olés del respetable, debió opinar el resto de la concurrencia.

De cuanto digo pueden dar fe, entre otros, Vicente Soto Sordera, a quien padre e hijo dedicaron un cante y que venía de Las Ventas de los seis toros de Abelllán, y Toni Fernández, y un Miguel Mora recién regresado de la capital francesa, y dos pintores que exponen en breve en Madrid: uno en la Marlborough (Juan Correa) y otro (Antonio Maya) en la Biblioteca Nacional. Luego, al salir a la calle y asomarnos a las inmediaciones, aparece un pintor más: Diego Ramos. Y vemos también a Miguel El Rubio, y a Sofía Cebrián, y a los fotógrafos taurinos David Cordero y Anya Bartels-Suermondt, y a Kilino Jiménez cuchicheando con Piculabe a la puerta de Cardamomo, y a SabúPorrina, ya embarcado en la grabación de su primer disco.

En fin, a gente interesante. Es lo que tiene Madrid. Que es buen sitio para alzar la voz y de paso, si suena bien, el vuelo.

Foto: José Luis Chaín



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