- Entre la luz y la oscuridad, que dijo Chesterton, porque las cosas cada vez están más claras.
- La masonería comenzó en relativismo pero acompañada de luciferismo: ahora es satanismo puro y duro.
- Eso sí, sigue siendo igual de hortera que en sus inicios, en el siglo XVIII.
Masonería y satanismo son una misma cosa (I). Llegó el momento de elegir entre Roma y el Infierno.
Ya me he referido en otras ocasiones a ese libro genial, la joya bibliográfica para 2017, del historiador Alberto Bárcena (en la imagen) sobre la masonería, titulado: Iglesia y Masonería, las dos ciudades.
Y una vez más, ese gran editor, que es el también historiador Javier Paredes, de Ediciones San Román, ha vuelto a aceptar de pleno en tema y autor… y ha vuelto a fracasar de pleno en el título. Paredes es, como su pupilo, el autor Bárcena, un intelectual inteligible, que en los tiempos que corren es más importante que un intelectual inteligente. Sí, porque si es inteligible: incluso él entiende lo que dice.
A Paredes, digo, le sobran conocimientos históricos y le faltan dos tardes de periodismo y marketing, porque el título no dice nada, pero el contenido es de lectura obligada para entender qué puñeta está ocurriendo en el universo.
Insisto y persisto: si no se leen este libro sobre los hijos de la viuda no se enterarán de lo que ocurre en el mundo actual. Intentaré resumirlo: la tesis más original, y más demostrada, de la obra de Alberto Bárcena es que masonería y satanismo son una misma cosa. Siempre lo fueron y siempre lo ocultaron, sólo que en el siglo XXI se han quitado la careta.
Y de ese tronco surgen muchas ramas.
Por ejemplo, muchas veces he tratado, con escaso éxito, de explicar qué es la nebulosa del Nuevo Orden Mundial (NOM), la nueva configuración de la masonería y de Satán. Bueno, pues resulta que Bárcena lo descubre, describe, y demuestra.
Es verdad que el NOM no es una conspiración, sino un consenso. En la sociedad-Internet el liderazgo no inicia los procesos sino que líder es quien sabe ponerse a la cabeza de una manifestación convocada de forma anónima.
Perdón; aparentemente anónima. En su raíz sí hay conspiración, porque sólo una inteligencia de primerísimo nivel puede catapultar ese consenso nacido de millones de voces, convertirlo en un dogma, teledirigirlo y utilizarlo. Sí, el jefe del NOM, que es como ahora denominamos a la masonería internacional, es Satán.
En este sentido, y como la Providencia tiene mucha ironía, resulta que cuando los masones remontan su origen al Rey Salomón y otras pavadas, en parte tiene razón. Lo cierto es que, como bien explica Bárcena, la masonería nace en el primer cuarto de siglo XVIII, con un clérigo anglicano llamado Anderson, que ya estaba obsesionado con el portavoz de la luz, es decir, con Lucifer.
Lo que ocurre es que yo lo digo pero Bárcena, además, lo demuestra y documenta (por eso, él es un riguroso historiador y yo soy un jovial periodista).
Por ejemplo, lo políticamente correcto surge del consenso y acaba siendo una ideología totalitaria: ¡pobre de aquel que se atreva a discrepar de lo políticamente correcto!
Por ejemplo, yo puedo hablar de los iluministas, pero Bárcena te explica como surgieron los Iluminados de Baviera (Secta masónica ferozmente cristófoba) y el ocultismo de Praga y Bohemia, que dio en llamarse secta ‘Rosacruz’. Sí, también los Rosacruces son peligrosos.
Te explica el sentido que tiene la logia Rockefeller y por qué se adora a Baphomet (Satán) en el edificio 666 de la Quinta Avenida, casualmente de la familia Rockefeller. Sí, Bárcena habla de cómo él no va más de la cultura capitalista que adora a Lucifer y lo publicita sin rubor. E incluso tiene la oportunidad de continuar adorándole porque David Rockefeller, coleccionador de escarabajos, ya ha superado los 100 años y ha debido hacer un pacto con su jefe para no aguantar un pelín más. Es lo que tiene el Infierno, aunque algunos sospechamos que por la noche al señor Rockefeller le meten en formol para asegurar su correcta preservación.
Hay muchos tontos dispuestos a odiar a Cristo y adorar a Satán pero no son tan tontos como para desear su vecindad más allá de la muerte y por toda la eternidad.
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