No rompieron a buenos ni a medio aprovechables los entipados santacolomas de Flor de Jara, remendados inexplicablemente con un asardinado sobrero de Dolores Rufino. Apuntes de clase a cargo de Ángel Sánchez sin mayores aditamentos que la buena estocada con la que mató. Más resuelto que resoluto Alejandro Marcos que falló demasiado con los aceros. Y oreja para mi paisano de Colmenar de Oreja, Juan Miguel, que se mostró más arrojado que valiente y emocionó al público al verle continuar como si no le hubiera pasado nada tras sufrir un dramático volteretón. Lo mejor de la tarde, tanto en la brega como en banderillas, corrió a cargo del gran peón Iván García. Se notó mucho que en la muy repartida media entrada, apenas asistieron espectadores realmente aficionados. Muchos abandonaron sus localidades antes de la cuenta para ver por televisión el partido final de la Eurocopa que se llevó de calle el Real Madrid. ¡Enhorabuena!. En el ambiente previo y posterior al festejo, también pesó el imborrable recuerdo de lo hecho por Enrique Ponce la tarde anterior y no pocos discutieron sobre la versión que parte de la prensa más encopetada dieron sobre el indiscutible triunfo del gran maestro valenciano. Pasen y lean porque lo escrito en El País pasará a las antologías del disparate más antitaurino que jamás hayamos leído. Pero antes, la ficha.
Juan Miguel cortó la única y generosa oreja en la última novillada de la feria a cuenta de la tremenda cogida que sufrió
Madrid. Plaza de Las Ventas. Sábado 3 de junio de 2017. Vigésimo cuarta de feria. Tarde calurosa con refrescantes rachitas de viento y media entrada muy repartida.
Cinco novillos desigualmente presentados aunque con el tipo y el pelaje característico del encaste Santacoloma. Dieron juego declinante en distintos grados de fuerza, escasa en la mayor parte de envió con el hierro de Flor de Jara. Por devolución inexplicable porque, salvo la repentina decisión del palco presidencial, nadie más la pidió, se corrió un sobrero impresentable de Dolores Rufino, manso aunque muy manejable por el lado derecho.
Juan Miguel (malva y oro): Tres pinchazos y dos descabellos, silencio. Estocada tendida, petición más ruidosa que cabal y oreja muy generosa. El novillero pasó a la enfermería en donde le atendieron de contusión cervical y un puntazo de pronóstico reservado.
Alejandro Marcos (verde manzana y oro): Pinchazo hondo tendido, dos pinchazos más y estocada casi entera caída y trasera, silencio. Media estocada muy tendida y cuatro descabellos, aviso y silencio.
Ángel Sánchez (rosa y oro): Buena estocada, ovación con saludos. Tres pinchazos y estocada, silencio.
Tanto en la brega como en banderillas, sobresalió Iván García.
- A continuación reproducimos el texto panfletario que firmó Antonio Lorca en el diario El País sobre la actuación de Enrique Ponce la tarde anterior. Invito a los lectores que suelen dejar comentarios en mis crónicas que opinen al respecto. Vaya por delante la mía.
Conozco a Lorca desde hace mucho tiempo. Le tuve a mis órdenes como redactor feje en la revista “Toros´92”. No duró mucho con nosotros. Se fue por vago y porque no tenía ni puñetera idea de toros del toreo. Eso sí: fue y sigue siendo amante irredento de los artistas y cuanto más irregulares, mejor. Pero lo que escribe aparece en uno de los diarios más importantes del mundo. De ahí el intolerable daño que hace como máximo representante del antitaurinismo. Que le den… Pero vean lo que escribió antier sobre los portentos de Ponce en la única corrida que actuó en esta feria:
<<Bullanguera y muy vergonzosa puerta grande para Ponce>>
<<La fiesta de los toros se hundió ayer en la sima de las miserias de la tauromaquia moderna y la plaza de Madrid se convirtió en una portátil. Enrique Ponce salió a hombros por la puerta grande después de cortar una oreja al cuarto de la tarde tras una faena de enfermero jefe a un toro inválido -una labor irregular, cuajada de altibajos-, al que, además, mató muy mal de un pinchazo y una media tendida. Pero el público, borracho de generosidad, sacó los pañuelos y el presidente no tuvo más remedio que mostrar el suyo.
Así quedó consumado uno de los más grandes bajonazos a la grandeza, pureza e integridad de la fiesta en la que llaman primera plaza del mundo.
Si había alguna duda sobre la decadencia del espectáculo taurino, y si la había sobre la peligrosa y degradante evolución del público de Madrid – desde la exigencia al derroche -, ayer quedaron suficientemente disipadas. Es verdad que Enrique Ponce es un hombre que cae bien, con cara de buena persona, y es, además, un grandísimo torero con una brillante hoja de servicios. Le adornan unas condiciones excepcionales como figura, y, en especial, una inteligencia fuera de lo común. Pero es, también, el más conspicuo representante del toreo moderno, consistente, fundamentalmente, en la ausencia de toro bravo, en la capacidad para templar la dulce embestida de un animal bonancible y la presencia alborotada de unos tendidos generosos. Y ese tipo de toro y de toreo, además, es el que gusta a los públicos que acuden hoy a las plazas. Pues, muy bien.>>
Pues que se vaya y no vuelva a pisar jamás una plaza de toros. Pero, claro, los que mandan en El País son antitaurinos per sé e imagino que las barbaridades y mentiras de Lorca les vienen de perlas.
Este individuo se pasea ufano por los ambientes y actos de la Tauromaquia y todos le atienden con educación. Pero es el peligro público más nefasto que hayamos conocido en la prensa especializada. Sus continuas ofensas a los profesionales y a los aficionados son tan despreciables como intolerables. Pero, al parecer, tenemos que seguir aguantándole. Señor, qué cruz.
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