EN LOS JARDINES DEL BUEN RETIRO
Madrid, mayo del 2017, por San Isidro.
Los que vivimos en Madrid tenemos el privilegio de poder disfrutar un
espacio natural delicioso situado en el centro de la capital de España. El
recinto se denomina, normalmente, “El Retiro”, y su construcción, desarrollada
durante el primer tercio del siglo XVII, fue promovida por D. Gaspar de Guzmán Pimentel
de Rivera y Velasco de Tovar “conde duque de Olivares”, para el goce y disfrute
de Felipe IV, del que era su valido. Más tarde, en 1767, Carlos III autorizó su
uso popular. Acorde con la intención recreativa que prevaleció en el
diseño, el edificio tenía integrado un teatro, conocido como Coliseo del Buen Retiro, además de una
casa de fieras en la que se exhibían animales salvajes, una plaza donde se
celebraban corridas de toros y espectáculos ecuestres y un Salón de Baile,
decorado con frescos de Lucas Jordán.
El Retiro tiene una superficie de
1,2 M de m2, y en ella conviven unos 20.000 árboles de más de 160 especies
diferentes, que aportan a Madrid una purificación ambiental de indudable valor
ecológico. Además su privilegiada y céntrica situación hacen de este
maravilloso parque uno de los espacios más visitados por vecinos y forasteros.
Nuestro parque de El Retiro es una gozada.
Además de disponer de una flora variada
y bella el Parque se engalana con construcciones, esculturas, plazas,
jardines…, entre los que cabe destacar: La escultura al Ángel Caído (por
singular), el Palacio de Cristal, Los jardines de Cecilio Rodríguez, el Lago,
el Estanque, Casa de Velázquez, etc., que lo hacen muy atractivo y acogedor. Su
diseño vial permite al visitante elegir el ambiente más adecuado a su estado de
ánimo: tranquilidad, silencio, actividades, música, distracción…
Siempre ha sido El Retiro un lugar
en el que han convivido con holgura el paseante, el corredor, el ciclista… Sus
rutas y espacios se compartían con delimitación tácita y adecuada que no se
solapaban. Hasta ahora.
Ahora es imperativa la adopción de
normas de uso, de circulación y de urbanismo elementales que velen por la
integridad física y psíquica de los usuarios del Parque, que se están viendo
acosados por una turba variopinta de beneficiarios abusones que han hecho
desaparecer la maravillosa tranquilidad que era connatural con ese uso al que,
pensamos, estaba destinado. Me explico.
1.- Patines.
Desde hace unos años proliferan en el Parque los “maestros” de
patinadores. Empezaron sentando su territorio en el paseo de Fernán Núñez;
soltaban sus setas, conos y limitadores a lo ancho y largo del paseo ocupando un
espacio que poco a poco se ha ido ampliando de forma implacable. Y como son
tantos los aspirantes a “maestros” y a alumnos, y cada cual va eligiendo su
ámbito de acción, achicando los espacios que veníamos utilizando los caminantes
y corredores, la convivencia está empezando a ser complicada.
Dentro de este grupo de usuarios sobre ruedas se encuentran
especímenes de variada ralea; está el chulito cincuentón circundando el Parque
a velocidad digna de carrera de competición, moviendo sus brazos con
ostentación y orgullo, ampliando su “patinada” con llamada de atención general
que recaba además con su música portátil; otro se lleva un balón de baloncesto
que bota con frenesí avisando al distraído viandante de que llega el artista…
Otros buscadores de atención compiten con su colega a ver quién llega antes a
la meta cambiante…
2.- Bicicletas.
Antes tenían los ciclistas un circuito señalizado en el “Paseo de
Coches”, y sus “carreras” solían limitatarse a ese espacio. Hoy, tras la
irrupción desmesurada de los demás elementos sobre ruedas, han tenido que
buscar su espacio y deambular por todo el Parque, no solo por la zona
asfaltada, haciendo recluirse a los peatones en los paseos laterales, primero, y
en los de tierra de los jardines interiores
después.
En el sector de la bicicleta se encuentran corredores de velocidad, de
fondo, de gymkanas o de exhibicionismo puro y duro. A esta situación de desasosiego
han contribuido mucho las bicis motorizadas que proliferan por Madrid. Sus
usuarios, algunos, no sé cuántos, van fardando con sumo orgullo de su capacidad
pedaleadora y aprovechando el impulso mecánico intentan emular a Contador, el
de Pinto, antes del filete de buey… ¡Ah!, y algunos obligándonos a oír su
música a los decibelios justos antes de la migraña.
3.- Tablas de skate.
En este sector no hay usuarios talluditos; suelen ser los más jóvenes
los que exhiben sus habilidades con deleitación digna de un consumado y
reconocido artista. La tabla pulula por allá donde más molestia logra, salta,
se desboca, choca…, y conviene pedir a Dios que ni ella ni el errático usuario
caigan sobre ti. Su espacio vital es el que usurpan a los patinadores,
peligrosa decisión teniendo en cuenta que en este grupo hay cada vez más niños.
El skateboarder es, por definición, mía, un exhibicionista nato: ¡miradme; soy
yo; el mejor!, y suele llevar cascos con música tan potente que se sale de
ellos.
En la plaza del Ángel Caído suele distraerse un mozo de unos 35 añitos
que quiere subirse el bordillo con su tabla y, como no tiene ni pajolera idea
de su buen uso, envía la tabla por los aires, haya o no gente a su alrededor,
con el riesgo de que un día le rompa los dientes al pobre Satán que arriba está
tan tranquilito desde hace tiempo.
4.- Cochecitos de alquiler.
Alrededor de El Retiro se encuentran tiendas de alquiles de cochecitos,
triciclos, patinetes, más bicicletas, etc. para niños, que hacen las delicias
de sus papás. Los niños, inexpertos ellos en porcentaje no determinado pero
presumiblemente alto, toman el volante con voluptuosidad de niños premiados por
sus papás, que como único objetivo desean quitárselos de en medio un ratito,
que ufanos dan pedales o acelerador (los hay motorizados) y disfrutan sin
meditar demasiado por dónde va el cochecito. Su conducción va al ancho, al
largo, al bies e incluso: al ¡vaya usted a saber!
5.- Entrenamientos de mayores.
Es magnífico observar los ejercicios dirigidos por entrenadores de la
Comunidad (o del Ayuntamiento; no sé), que ayudan a los mayores a utilizar su
cuerpo de manera ordenada y saludable. Es admirable el cariñoso trato que les
dispensan y lo queridos que son por sus agradecidos alumnos. Nada que objetar…,
si no fuera porque el espacio que han de ocupar no es diseñado debidamente.
Observo que coloca el entrenador a sus viejecitos, en número de unos 20 o 30,
en círculo situado en el centro del paseo en el que van desarrollando sus
ejercicios. En un momento determinado, el mozo les dice: ¡hacia la izquierda! y
todo el grupo se dirige con un leve trotecillo lateral hacia el bordillo que
limita el paseo; ¡a la derecha!, y el grupo se dirige al bordillo opuesto. Los viandantes
que van por el paseo, que han driblado con éxito a los de los patines, las
bicis, los skates, los cochecitos y los de las carreras de velocidad, se encuentran
con el camino cerrado por una deficiente planificación de la actividad del
profe de mayores.
6.- Entrenamiento de otros grupos.
Es muy común la cita de grupos de aspirantes a emular a Chema Martínez
para entrenar en los caminos de El Retiro. Con acertada decisión los que
deciden liderar estas actividades trasladan su recorrido a zonas no infestadas
por los elementos rodantes señalados, y recorren los caminos tranquilos y
estrechos que circundan los parterres de las zonas más recónditas del Parque,
aquellas en las que hemos ido a refugiarnos los que ya cumplimos 70 años y
buscamos tranquilidad en nuestro esforzado caminar. Las huestes avanzan
impertérritas a lo ancho de los estrechos caminos sin reparar en que hay osados
que pretendemos circular en diferente sentido. ¡Plaf!, las disculpas; el
tobillo tocado, el culetazo con negral, en fin las cosas de no estar ágil y
fuerte para que el joven agresor rebote en ti y sea él quien capote.
7.- Visitas de los colegiales.
Los alumnos de 4 a 14 años de diferentes colegios son llevados por
sus profes y cuidadores al Parque para
aprender la rica flora que vive en él. Muy bien cuidados y atendidos asisten a
las explicaciones, atónitos ante la belleza de flores (La Rosaleda), plantas y
árboles, por las que aprenden sus nombres y sus características. Pero claro, no
esperan que en tan precioso y tranquilo edén pueda correr peligro su integridad
física en forma de una tabla que salta, una bici que derrapa o de un patinador
que se desboca…Pero disfrutan al ver una ardilla que se esconde huyendo del
guirigay que escucha a su alrededor…
8.- Flota propia del Parque.
Una amplia flota de vehículos motorizados cuida de la salud y buen
estado de revista de nuestro querido Parque del Buen Retiro. Sus conductores
necesitan trasladarse por todo el recinto para realizar su importante función.
A veces van atentos a las múltiples incidencias motivadas por la actividad
febril de los usuarios y que han de salvar; otras con sus despistes y rutinas
contribuyen a aumentar el grado de inseguridad viaria. Ellos trabajan muchas
horas allí y no siempre disciernen si son las 12,00 horas y hay mucha gente o
las 09,00 y apenas unos corredores. Y como son “de la casa” dejan sus vehículos
en medio de los paseos, cruzados en vías estrechas, sin caer en la cuenta de
que a lo pero pueden molestar. Éste es también un motivo de riesgo o molestia.
9.- Coches autorizados.
Como el Parque es peatonal (teóricamente) los conductores de las
gentes de los bares y de sus suministradores, de los de puestos de chuches,
etc., no observan las señales del tráfico rodado y, desde olvidarse de la
velocidad limitada, la preferencia del peatón, el circunvalar plazoletas e ir
por su maravillosa izquierda, hacen todo lo que les peta, algunos, sin reparar
en que igual molestan o en que puedan provocar accidente.
10.- Eventos diversos.
El Parque posibilita la organización de eventos interesante como
ferias, carreras, cabalgatas, etc., a los que aporta un valor y prestigio indudables. Las nuevas técnicas de montajes
de estructuras prefabricadas posibilitan una rapidez de ejecución que minimiza
los tiempos de molestias anteriores, cuando los stands de las ferias del libro,
por ejemplo, tardaban en montarse y en desaparecer más tiempo del de las dos o
tres semanas de su duración. Pero la conjunción de todos los elementos citados
anteriormente con la instalación de las estructuras de estos eventos hace
complicado el disfrute del habitual usuario del Parque quien no encuentra
espacio adecuado para su pasiva y contemplativa actividad, gozosa otrora.
¿Cuál es la solución a estas anomalías? Supongo que debe ser estudiada
la realidad, sopesada la posibilidad de establecimiento de espacios diferenciados
y pregonar a todo tipo de usuarios la necesidad del respeto que merecen los demás.
Estoy convencido de que valorando todas las muy
variadas actividades que en el Parque se disfrutan, el número de actores
de cada una de ellas, los horarios y sus diferentes niveles de uso, se pueden
acotar debidamente espacios adecuados que eviten las colisiones actuales entre
ellas.
Me gusta mi parque de “El Buen Retiro”. Cuando vine a Madrid en 1974
viví con mi familia en la calle Portal de Belén, justo al lado. Me acostumbré
pronto a su dulce cobijo, a su belleza, al sosiego que en él se disfrutaba; aún
con tráfico de coches… Veo aún a nuestros tres hijos jugando gozosos, libres,
saludables en su parque, casi como en su casa. Por ese amor que siento desde
siempre por el Parque me duele su actual situación. Quizás mi pesar sólo se
deba a manías de viejo protestón, o a un insano egoísmo, pero necesito mostrar
mis pensamientos por si “a quien corresponda” le parece oportuno tomar medidas
adecuadas para que todos podamos seguir disfrutando de este tan magnífico
regalo que un día nos cediera Carlos III, el “mejor alcalde de Madrid”.
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