"Hay puñales en las sonrisas de los hombres; cuanto más cercanos son, más sangrientos". En este asunto los mourinhistas tenemos una ventaja con respecto al resto, y es que nosotros ya nos llevamos las manos a la cabeza en su día, cuando Pepe, que siempre le había mostrado su mejor sonrisa por delante, le clavó un puñal por la espalda al hombre que había dado la cara por él cuando absolutamente todo el mundo en el club quería extraditarlo fuera de España.
Pepe, un traidor consumado
Yo habría renovado a Pepe por los dos años que pedía. Me parece un fantástico defensa central y, aunque relegado a un papel más secundario, habría seguido prestando, creo yo, un buen servicio al Real Madrid. Pero o bien el club, que históricamente tiene otra política de renovaciones, o bien el entrenador que ha ganado dos Champions, una Liga, un Mundial de clubes y una Supercopa de Europa en un año y medio tenían otra idea diferente. Pepe, que podría haber seguido una temporada más y quién sabe si luego otra, no cedió, y el Real Madrid, que defiende sus intereses, tampoco lo hizo; y, como consecuencia del mutuo enroque, este extraordinario defensa central se va. Y ayer, con la Cope como escenario, eligió el modo de marcharse: mal y por la puerta de atrás, traicionando al club como ya traicionó en su día a José Mourinho, pegándole una patada al escudo que ha defendido a lo largo de los últimos diez años.
Shakespeare lo expresó mejor que nadie: "Hay puñales en las sonrisas de los hombres; cuanto más cercanos son, más sangrientos". En este asunto los mourinhistas tenemos una ventaja con respecto al resto, y es que nosotros ya nos llevamos las manos a la cabeza en su día, cuando Pepe, que siempre le había mostrado su mejor sonrisa por delante, le clavó un puñal por la espalda al hombre que había dado la cara por él cuando absolutamente todo el mundo en el club quería extraditarlo fuera de España. Mourinho convenció a Florentino Pérez y éste acordó una mejora y ampliación del contrato de un futbolista del que se decía que con sus actuaciones manchaba la imagen del club. Eran los años de plomo, los años del "clan de los portugueses", los años en que éramos cuatro gatos, y me sobran dos, los que defendíamos a Pepe.
Cuando, luego, tras comprobar que el entrenador estaba amortizado, Pepe traicionó a Mourinho, aquella farsa fue incluso jaleada por muchos madridistas, que en aquel preciso instante abominaban de Mou y no comprendían que lo relevante no era el nombre del traicionado sino el concepto mismo de la traición. No sabían, o no querían darse cuenta, de que quien traiciona una vez puede hacerlo mil veces. Ha sido Pepe el que ha elegido irse mal. Sus palabras se las llevará el viento, que hoy sopla indudablemente a favor. Sólo queda desearle mucha suerte en su próximo destino y, si finalmente aterriza en el PSG, advertir desde aquí a Unai Emery de que contrata un defensa espectacular, un profesional como la copa de un pino y un especialista consumado a la hora de traicionar a quienes le rodean.
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