Ramiro de Maeztu
«Vosotros no sabéis por qué me matáis, pero yo sí sé por lo que muero. Porque vuestros hijos sean mejores que vosotros».
Don Ramiro, el ingenuo
--Fue de izquierdas mientras perteneció a una familia rica y de derechas cuando se enfrentó a las necesidades de una familia humilde
Alfonso Ussía
El Debate/30/10/2022
Vitoriano. Para los nacionalistas de Sabino Arana, nacer en Vitoria era como ver la luz en Burgos. Para el resto de los españoles ser alavés era nacer vasco. Hace 85 años, fue fusilado compartiendo el martirio con otros inocentes en las tapias del cementerio de Aravaca. El escritor Ramiro de Maeztu, gran amigo de Pío Baroja y Azorín, momentos antes de recibir la descarga de los asesinos republicanos, tuvo el coraje de dedicarles sus últimas palabras. La inteligencia y la serenidad contra el analfabetismo brutal de sus ejecutores:
«Vosotros no sabéis por qué me matáis, pero yo sí sé por lo que muero. Porque vuestros hijos sean mejores que vosotros».
Don Ramiro, que fue brillante ensayista, novelista, poeta, crítico literario y finalmente teórico político, dio sus primeros pasos periodísticos en El Socialista. Influido por el liberalismo británico, abandonó las cloacas del pensamiento único y eligió la libertad. Su libertad para ser libre. Fue el acuñador de la Hispanidad como concepto irrenunciable. Inmerso en la brillante y melancólica Generación del 98, monárquico y miembro de Renovación Española. Cuando su familia se arruinó, abandonó temporalmente sus estudios y se instaló en La Habana, donde trabajó como lector en una fábrica de puros. Conoció la riqueza y la pobreza, y fue de izquierdas mientras perteneció a una familia rica, y de derechas cuando se enfrentó a las necesidades de una familia humilde.
Las nuevas generaciones sólo saben de don Ramiro por el instituto que lleva su nombre, y en el que estudió Pedro Sánchez. Se comportó con heroica ingenuidad en los segundos previos a su sacrificio
«Muero para que vuestros hijos sean mejores que vosotros». Se le olvidó referirse a los nietos de sus asesinos, que no han salido mejores que sus abuelos. Mantienen el odio y lo alimentan día tras día para que crezca y se desarrolle. No podía figurarse don Ramiro, que 85 años después de su muerte, los nietos de quiénes lo asesinaron sin juicio y caprichosamente, se hayan dedicado a sembrar y cosechar el odio de la venganza en una España próspera que creíamos unida y reconciliada. Las guerras siempre son crueles en los bandos enfrentados, pero España asombró al mundo con una transición pacífica y ejemplar de la dictablanda –a partir de los años 60 el franquismo dejó de ser una dictadura–, a la democracia plena. Y esa transición se pudo hacer, comandada por el Rey, porque a la muerte de Franco, guste o no guste, España era la novena economía del mundo, y se había creado e implantado la clase media, el entretejido social que sostiene a las sociedades libres de Occidente. En España, con un sistema impositivo ridículo comparado al que hoy padece, se construyeron cinco millones de viviendas protegidas, monumentales obras públicas, con un funcionariado riguroso y un funcionamiento admirable. No señalo exclusivamente al socialismo como responsable único de nuestra ruina actual y de la descomposición de la clase media. El PP, especialmente durante la época que presidió el Gobierno de España Soraya Sáenz de Santamaría, la clase media sufrió el saqueo de sus ahorros a manos del ministro Cristóbal Montoro, el depredador insaciable de las economías medias. El social-comunismo-separatista- terrorista no ha hecho otra cosa que seguir los pasos que le marcó el anterior Gobierno acomplejado. Centenares de miles de españoles caídos en los dos bandos, como José Antonio, como García Lorca, como Muñoz-Seca, como Ramiro de Maeztu, como Miguel Hernández y Besteiro entre rejas, se preguntarán el porqué de sus sacrificios. Hoy España es una nación gobernada por sinvergüenzas y traidores, y con una Oposición que no sirve para nada. Al grande e ingenuo don Ramiro no se le ocurrió pensar en los nietos de sus asesinos. Son peores que ellos.
Excelso Ussia. Claro y real, sin ambages.
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