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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

viernes, 28 de octubre de 2022

Sin el menor atisbo de crítica, la dicha para los taurinos / por Pla Ventura

El maestro Antonio Lorca, el gran referente de la crítica taurina

"...Si no hay quien critique o se oponga, las barbaries se suceden por doquier. Hace cuarenta años los ganaderos se lo pensaban mucho a la hora de afeitar un toro porque sabían que podían caerles sanciones durísimas puesto que, la crítica estaba siempre ojo avizor ante tales veleidades. Los toreros intentaban en la medida que les era posible, enfrentarse a todo tipo de ganaderías puesto que, eran todos analizados con lupa..."

Sin el menor atisbo de crítica, la dicha para los taurinos
Pla Ventura
Toros de Lidia/28 octubre, 2022
La fiesta de los toros está dejada de la mano de Dios si de crítica hablamos, desde que Joaquín Vidal y Alfonso Navalón se fueron a un mundo mejor. Si acaso, en la actualidad, quizás nos quede como referente al maestro Antonio Lorca en el diario El País que, como sabemos, hasta hay que pagar por leerlo en la red como si compraras el periódico. Poca cosa por no decir nada que pueda abrirnos los ojos y, a su vez, sustentar ese gran espectáculo como son los toros. Recordemos que, la crítica no es otra cosa, al menos esa debería ser la labor, que evitar que nos engañen de forma miserable y, lo que es peor, que todo quede en la impunidad sin que nadie nos abra los ojos. Como digo, Antonio Lorca, en la soledad de su alma tampoco puede remediar todos los males del taurinismo porque con ejercer su denuncia mediante la crítica, ahí termina su gran labor.

El taurinismo, desde la desaparición de aquellos señores de la crítica que, como es sabido, tenían miles de seguidores y todavía no existían las llamadas redes sociales, pero sí eran capaces de vender millones de periódicos y, junto a estos, el boca a boca era lo que funcionaba y, lo que es mejor, lo que llenaba de pánico a muchos toreros que, no conformes con lo que habían leído de dichos críticos, algunos de los coletudos la emprendían a palos contra los críticos porque eran incapaces de hacerles cambiar de opinión, es decir, de renunciar a la verdad.

O sea que, la crítica molestaba en grado sumo pero, yo diría que en la misma proporción que satisfacía a los aficionados puesto que, gracias a las plumas relevantes antes mencionadas todo el mundo podía conocer la verdad. Eran otros tiempos en que, como se demostraba, quedaban románticos con una pluma para contarnos lo que en verdad era un espectáculo taurino que, para mayor dicha, aquellos hombres no tenían recato alguno cuando la ocasión lo ameritaba para destocarse ante el torero de turno.

Fijémonos hasta donde llegaba el poder de la crítica que, en aquellos años ochenta, un torero famoso que ya falleció, se acercó junto a Navalón con un cheque de diez millones de pesetas de la época para que “suavizara” sus crónicas puesto que, según el torero, todo no era tan “malo”. Lógicamente, como me contara Alfonso, se partió de la risa, ridiculizó al torero y no contento con ello, hasta le invitó a una copa diciéndole: “Guarda ese cheque no vaya a ser que mañana te falte para tus hijos” Y le faltó.

Ahora, la crítica actual no quiere buscarse enemigos, hasta el punto de que en las ferias, taurinos y críticos, todos moran en los mismos hoteles, comparten juntos tertulias, toman copas juntos y se colman de abrazos unos a otros. Cuidado que, ser crítico no tiene por qué ser sinónimo de enemigo pero, así lo entendían los toreros cuando no podían sobornarles.

Ahora no hay que sobornar a nadie porque todo es bello desde donde lo queramos mirar y, por ejemplo, en algunas televisiones, sus comentaristas, hasta le dan el mismo valor cuando retrasmiten una borregada de Juan Pedro que cuando televisan una de Miura. ¡Y mira que la diferencia es grande! Lo que sucede creo que es producto del egocentrismo de las gentes que escriben o charlan por los medios ya que, como se demuestra, lo único que les interesa es estar en la “pomada”, verse rodeado de sus ídolos para poder darles abrazos y decirles que han estado sublimes.

Si no hay quien critique o se oponga, las barbaries se suceden por doquier. Hace cuarenta años los ganaderos se lo pensaban mucho a la hora de afeitar un toro porque sabían que podían caerles sanciones durísimas puesto que, la crítica estaba siempre ojo avizor ante tales veleidades. Los toreros intentaban en la medida que les era posible, enfrentarse a todo tipo de ganaderías puesto que, eran todos analizados con lupa; ciertamente podían elegir lo que quisieran, pero sabían que luego estaba el látigo fustigador de la crítica para contar las desvergüenzas de los toreros, llegado el caso. Ahora todo ha cambiado, se afeita con una asiduidad fuera de lo común y, todavía hacen poco a sabiendas que nadie les recriminará nada; los toreros matan animalitos domesticados, en ocasiones, hasta utreros pero, no se entera nadie; todo el mundo campa a sus anchas y, lo que es peor, hemos llegado a un punto que no tenemos retorno; el fraude y la mentira seguirán reinando y nadie hará nada por evitarlo.

En los toros sucede lo mismo que en la vida real. ¿Existe alguna ley que defienda al autónomo –u empresa- honrado para cobrar una factura impagada? ¡Ninguna! Digamos que, mucha gente paga sus facturas porque aquello de la honradez que corre por sus venas pero, no así los que a diario delinquen en este aspecto sabedores de que no hay una ley que les aplaque en sus maldades. En los toros, como quiera que todavía queda gente honrada, por esa razón quedan toreros capaces de jugarse la vida y, lo que es peor, en ocasiones hasta por apenas un puñado de euros. El que anda por la vida con honradez no necesita de crítica alguna y mucho menos de leyes absurdas que, como siempre están diseñadas para favorecer a los delincuentes. He aquí el mundo de los toros en ese apartado en que algunos llaman grandeza.

O sea que, ahora, más que crítica, digamos que tenemos lo que podríamos definir como la feria de las vanidades que no es otra cosa que una serie de personas afines al mundo de los toros, nadie quiere perder esa parcelita de gloria que ostentan junto al taurinismo que, aunque no perciban sueldo alguno, con ver saciada su vanidad ya están contentos. Hasta algunos toreros retirados son capaces de venderle su alma al diablo por aquello de seguir apareciendo en los medios. Y mientras todo eso ocurre, todavía quedamos idiotas que suspiramos por la crítica o quizás la ejerzamos sin pretenderlo.

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