"...mejor miremos es festejo como un festival y nos quedaremos con sensaciones bellísimas por parte del maestro que, especialmente en su segundo estuvo torerísimo e inspirado. El arte vive con él, eso no lo discute nadie pero, insisto, tenían que haberle dado al festejo caracteres festivaleros y todo hubiera sido correcto..."
El festival de Morante
Pla Ventura
Toros de Lidia/30 octubre, 2022
Ayer culminó su epopeya Morante de la Puebla en Ubrique puesto que festejaba su corrida número cien, toda una hazaña en los tiempos que corremos y mucho más en su persona que, dada su personalidad, está logrando de «viejo» lo que no había logrado cuando era joven, es decir, hace XXV cuando se doctoró. Ha roto barreras, ha destrozado todos los esquemas establecidos, se puso a trabajar a destajo, pero todo merecía la pena para emular a su ídolo José Gómez Ortega Joselito. Sin lugar a dudas, un logro para la historia lo conseguido por este diestro artista y singular como ninguno.
Claro que, para emocionarnos de verdad en el día de ayer tenemos que cerrar los ojos, olvidarnos de aquello era una corrida de toros puesto que, si la analizamos como tal nos llevamos un disgusto de época; mejor miremos es festejo como un festival y nos quedaremos con sensaciones bellísimas por parte del maestro que, especialmente en su segundo estuvo torerísimo e inspirado. El arte vive con él, eso no lo discute nadie pero, insisto, tenían que haberle dado al festejo caracteres festivaleros y todo hubiera sido correcto.
Los toros eran perfectos para todo festival que se precie, poquita raza, mucha dulzura, pitones romos, sin la menor casta; todo para que la culminación de su temporada hubiera sido de auténtico escándalo pero, falló más de la cuenta con estoque y pese a todo le dieron las dos orejas en el último de su lote. Estuvo genial, insisto, pero esa misma genialidad la mostró con las banderillas que, en honor a la verdad, en su segundo enemigo las puso para dictar una auténtica lección de cómo se cuelgan los garapullos en el lomo de un burel. Pese a sus fallos con la espada le dieron dos orejas. Era su tarde, él era el protagonista. Ya es curioso que, precisamente a Morante, cuando recordemos esta tarde, siempre nos acordaremos de su tercio de banderillas que, como digo, rayó a tanta altura o más que su propio toreo.
Me gustó mucho lo que dijo cuando le entrevistaron sobre su temporada y dijo exactamente lo que hemos dicho siempre los que amamos la grandeza de este espectáculo inenarrable. Abogó Morante por sus tardes en Sevilla y Madrid, todo un juicio en toda regla porque él sabe que, en dichas plazas y en aquellas actuaciones estuvo genial, soberbio, incluso ataviado con la auténtica verdad de la fiesta. Luego, claro, se paseó por toda España con toda la comodidad posible pese a que en ciertos momentos optó por algún que otro encaste fuera de lo habitual pero, el encaste Domecq ha sido lo que ha privado en su temporada. Mucha suerte la suya que, salvo un par de volteretas sin consecuencias a primeros de temporada, Morante ha saldado sus actuaciones con triunfos y sin un solo rasguño; eso dice mucho de él pero también de los toros que ha lidiado.
Pablo Aguado era si acaso el convidado de piedra al que le tocaron dos animalitos imberbes, como los de Morante y anduvo sin apreturas por la plaza. Su porte de torero es bellísimo pero esa carencia que esgrime al saber que no tiene toros delante, eso incomoda a cualquiera. Ese toreo bello del que es dueño y señor, cuando lo haga frente a un toro encastado se lo cantaremos pero, mientras se enfrente a estos animalitos festivaleros, todo lo que haga se difumina solo. Parecía que estaba toreando de salón en su casa y se equivocó porque estaba en una plaza de toros ante gentes que habían pagado una entrada para ver una corrida de toros, nunca un festival. Como digo, no hubo arrebato por parte de Aguado que, como se sabe artista se conforma con muy poco; pero somos los demás lo que tenemos que conformarnos o exigir.
Andrés Romero sustituyó y Cadaval y, el rejoneador le tocaron en suerte dos toros maravillosos de Fermín Bohórquez con los que estuvo genial, en su segundo hasta cortó un rabo. Todo un dechado de energía por parte del caballero rejoneador, mando en plaza que se suele decir y, como quiera que acertó de roma rotunda con el rejón de muerte en su segundo, orejas y rabo, no podía ser menos.
Mucha suerte para Alfonso Cadaval con el deseo de que se recupere muy pronto de esa maldita lesión que le impidió torear el festejo que más ilusión le hacía. En ocasiones, la vida es durísima y mucho más para Alfonso Cadaval que, sin contratos, para finalizar el año ha sufrido una cruel lesión. Ánimo, torero.
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