"...Paco Camino ya había tenido otra sonada bronca con un torero justo 10 años antes, en este caso en la plaza de Aranjuez, donde alternaba junto a Manuel Benítez “El Cordobés”. El de Camas fue ovacionado de forma “delirante” tras realizar un quite por chicuelinas al toro de su compañero quien, por el contrario, resultó abroncado después de una faena en la que el animal no desarrolló las virtudes que parecía atesorar. La tensión entre ambos subió y acabaron enzarzados en una pelea tabernaria junto a los miembros de su cuadrilla..."
Paco Camino y El Cordobés
Carlos Bueno
Burladero/18 de octubre de 2022
Corría el mes de mayo de 1975. Todavía faltaban 15 años para que en España comenzaran las retransmisiones regulares de las primeras cadenas privadas de televisión. Todo cuanto entraba en los hogares a través de la pantalla lo emitía la corporación nacional. “Directísimo” era uno de los programas estrella del ente público con audiencias abrumadoras. José María Íñigo, su director y presentador, entrevistaba a personajes internacionales de forma amena pero sin renunciar al rigor, llegando al fondo de los asuntos más interesantes. Una de sus pretensiones era juntar en su estudio a Paco Camino y Palomo Linares, dos de los diestros más importantes y atrayentes del momento, máxime después de unas supuestas declaraciones de Palomo en contra de Camino.
Después de negociar con ambos, Íñigo consiguió llevarlos a la tele, pero con la condición de no coincidir en el plató. Así se pactó que se les entrevistase por separado. Camino fue el primero en intervenir, y a lo largo de sus declaraciones se refirió a Palomo llamándole varias veces “muchacho” en tono despectivo. El jienense, que observaba desde el camerino, salió indignado y se sentó en la mesa para arremeter contra el sevillano reclamando respeto. El ambiente se puso muy tenso y ambos diestros se acabaron citándose en directo para “partirse la boca” detrás de las cámaras. Al día siguiente todos los periódicos nacionales y muchos extranjeros se hicieron eco de la noticia.
Paco Camino ya había tenido otra sonada bronca con un torero justo 10 años antes, en este caso en la plaza de Aranjuez, donde alternaba junto a Manuel Benítez “El Cordobés”. El de Camas fue ovacionado de forma “delirante” tras realizar un quite por chicuelinas al toro de su compañero quien, por el contrario, resultó abroncado después de una faena en la que el animal no desarrolló las virtudes que parecía atesorar. La tensión entre ambos subió y acabaron enzarzados en una pelea tabernaria junto a los miembros de su cuadrilla.
Algo similar ocurrió en la corrida de la Virgen de Valencia en 1985 con José María Manzanares y Vicente Ruiz “El Soro” como protagonistas. La escaramuza comenzó cuando el alicantino remató un quite al último de la tarde, que correspondía al valenciano. El Soro le recriminó las nueve chicuelinas tocándole los costados al astado y Manzanares le contestó que era “un loco y un payaso”. De las palabras pasaron a las manos, y al enfrentamiento se sumaron las cuadrillas en una batalla campal con el toro como testigo atónito. Los matadores fueron detenidos y pasaron a disposición judicial. Fuera de las plazas fueron grandes amigos.
Luis Miguel Dominguín se autoerigió número uno del toreo en Madrid en un acto de suma vanidad. Después de la muerte de Manolete no tenía muy a favor a una parte del público, que hacía planear sobre él una irracional sombra de culpabilidad por su fallecimiento. El 17 de mayo de 1949 triunfó en Las Ventas tras dos grandes faenas de Parrita y Manolo González y levantó el dedo índice de forma provocadora y soberbia autoproclamándose el mejor.
Belmonte y Joselito se admiraban y compartían conversaciones en secreto mientras viajaban en tren, pero cuando llegaban a las estaciones se separaban y bajaban de vagones diametralmente opuestos para que sus antagónicos partidarios no se mezclaran en los andenes y acabaran agrediéndose.
El toreo siempre ha vivido envuelto en una ferviente y pasional rivalidad hasta hace unos años. Sin embargo ahora impera la corrección y el compadreo. De las miradas desafiantes entre toreros en los patios de cuadrillas se ha pasado a los besos y abrazos. Los quites con intención de fastidiar el éxito del rival han dado paso a la renuncia de realizarlos para no molestar al compañero. Se confunde la educación y la mistad con la falta de competencia y desafío. Es muy probable que en este “acomodamiento” haya tenido que ver que muchos matadores tengan la temporada firmada antes de que dé comienzo. Quizá volvería la rivalidad si se tuviesen que ganar los contratos tarde a tarde; una utopía. En la plaza no debería haber amigos. Fuera todos los abrazos que se quiera. Sin olvidar que en el redondel se torea y sólo se boxea en el ring.
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