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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

miércoles, 6 de marzo de 2024

Que pare la lidia, que suene la música / por Carlos Bueno


"..La lidia ha desaparecido por completo. Es un hecho. Ni rastro de nada que se le parezca. Hay una lidia a la moderna, es evidente, la que pretende pegar pases sí o sí.."

Que pare la lidia, que suene la música

Carlos Bueno
Burladero/5/3/2024
La lidia ha desaparecido por completo. Es un hecho. Ni rastro de nada que se le parezca. Hay una lidia a la moderna, es evidente, la que pretende pegar pases sí o sí. Aunque sea de uno en uno. Sueltos. Cuando se pueda, pero intentando que sean muletazos como manda el toreo de hoy, el de presentar las telas para tirar del toro y llevarlo lo más largo posible permaneciendo lo más quieto que se pueda. Da igual la condición del animal. Aunque no embista con una mínima profundidad ni fijeza y prefiera quedarse corto buscando el cuerpo del torero, siempre se plantea el toreo a la moderna.

Recuerdo una faena de Esplá a una alimaña de Victorino en Madrid que le valió el reconocimiento unánime y un montón de premios. Y no hubo muletazos a la moderna. Ni uno. Fue una lidia clásica, a la antigua, la que requería el astado, tobillero, incierto, que se revolvía con peligro. Pero el alicantino era más listo, más poderoso, incluso más rápido, y lo demostró pudiéndole sobre las piernas, buscándole los costados, ganándole las acciones, metiéndose en los riñones del burel sin que éste pudiese alcanzarlo, vaciándolo con el de pecho o parándolo con un macheteo. Esplá fue el último gran lidiador a la antigua. Con él eso despareció.

El toreo es el enfrentamiento de la fuerza del animal a la inteligencia humana. Y, por norma general, la sabiduría del hombre ha de estar por encima de la brutalidad de las bestias, a las que hay que aplicar el toreo que su condición reclame. 

En la actualidad se impone el gusto por labores presididas por la belleza, la armonía, la fusión de dos voluntades en una, las de toro y torero. Pero eso, a pesar de que la alquimia ganadera cada vez lo permite en un porcentaje mayor, no siempre es posible. Y en esos casos debería imponerse la lidia entendida como poder y como inteligencia, incluso sobre las piernas, algo de lo que no queda ni rastro. Y es una lástima, porque es tan emocionante como la más estética y pulcra.

En nuestros días impera también el gusto del público por la sorpresa. La alabanza a lo inesperado. Pierde peso específico un natural largo por abajo si ya se han dado un puñado de ellos, y gana enteros un pase cambiado por la espalda si se produce en medio de una serie sin que nadie lo haya intuido. Cotiza al alza una arrucina y a la baja un derechazo mandón y autoritario. Los gestos de admiración, los aplausos y los “Oh” ganan a los “Olé” en fuerza y rotundidad.

Ahora la mayoría de faenas son eternas. Los avisos se suceden de forma habitual cada tarde. Antes un aviso era una mácula. Prima la cantidad. Muchas faenas van de menos a más, y cuando el torero ya ha cogido el hilo de la labor, pretende mantenerlo cuanto más tiempo mejor. Muchos piensan que la extensión es análoga a la satisfacción del público, y la intensidad ha pasado a segundo plano. En intensidad Antoñete y Juan Mora eran maestros consagrados. Cuatro tandas rotundas, de emoción desbordada, y, con la labor en todo lo alto, a matar.

Y actualmente parece que las bandas de música de plazas de toros tienen prisa en comenzar sus intervenciones, en muchos casos repletas de “solos” que diluyen el protagonismo que únicamente debieran gozar los matadores, que para eso son quienes se juegan la vida. Que suene el pasodoble debe ser el primero de los premios a una labor interesante, nunca la justificación del sueldo de los músicos. Pero es lo que hay.

Debe ser que me estoy haciendo mayor, pero desearía que las interpretaciones se produjeran cuando las faenas tuviesen una mínima entidad, que las lidias resurgieran cuando los astados lo reclamen, que un natural sentido y hondo se valorara por encima de chispazos y artificios, y que las faenas fuesen intensas y emocionantes sin perderse en la extensión. Debe ser que se estoy haciendo mayor, y eso no tiene remedio. También podría ser que faltase educación taurina. Pero me temo que eso tampoco tiene solución.

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