Los de Cuadri pusieron la tila por las nubes y Robleño, Castaño y Venegas pasaron las “horcas claudinas” para conseguir salir por su pie en su lucha con ellos.
Corrida no apta para cardíacos
Paco Mora
Una tarde para toreros de bronce fue la número veinticinco de este San Isidro en Las Ventas. De aquellos tiempos en los que “en el café de chinitas dijo Paquiro a su hermano; soy más torero que tú, más valiente y más gitano”. Los de Cuadri pusieron la tila por las nubes y Robleño, Castaño y Venegas pasaron las “horcas claudinas” para conseguir salir por su pie en su lucha con ellos.
Tanto, que Venegas tuvo que ingresar en la enfermería, después de terminar a trancas y barrancas con el último de la tarde, precisamente el más potable de todos los lidiados. Pese a que un sector de público se empeñó en que el presidente sacara el pañuelo verde para devolverlo a los corrales, el “usía”, con buen criterio, se negó y le dio ocasión al burel de demostrar que ni carecía de fuerzas ni era ilidiable. Vamos, que era el mejor y más toreable del encierro de don Fernando Cuadri. No siempre lleva razón el público.
Robleño estuvo hecho un tejón en sus dos toros y a su segundo perdió la oreja con la espada. A Castaño le ocurrió tres cuartos de lo mismo en el quinto, ya que le había ganado la pelea a sangre y fuego, con un valor espartano, al difícil “cuadri” y el deficiente uso del estoque le hurtó el éxito. El de este domingo fue sin duda otro ángulo del toreo, sumamente respetable y que también colabora a la grandeza del espectáculo taurino.
En fin; corrida no apta para cardiacos, en la que el comportamiento de los toros, bronco y de máximo riesgo en muchas ocasiones, y el valor, la entrega y el derroche de recursos de los toreros siempre mantuvo vivo el interés de más de 18.000 espectadores durante dos horas y media.
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