La pregunta es obligada. ¿Quién era Ángel Asunción? Sin lugar a dudas, uno de los grandes hombres que en mi vida conocí, equiparable a Facundo Cabral, Rodolfo Rodríguez El Pana, Vicente Ivorra y otros personajes que conocí de enorme relevancia. Asunción era, para que todos nos entendamos, el director general de una multinacional dedicada a la fabricación de maquinaria pesada y, en sus “ratos libres” ejercía como músico de su pueblo. ¿Qué pasó por aquellos años ochenta? Estaba clarísimo. Los músicos éramos los parientes pobres de los políticos y, Asunción, como tal, lo sabía. A tenor de ello nuestro hombre creó lo que más tarde conoceríamos como la Federación Regional de Sociedades Musicales de la Comunidad Valenciana, un ente que supo darles valor a los músicos y, lo que es mejor, que se les valorara desde las altas instituciones del poder.
Por unanimidad llegó Asunción a presidir dicho ente musical en el que, para su fortuna, estuvo seis lustros al frente de dicha organización llenándola de éxitos por doquier. Era un tipo singular, único en su género como antes dije; un hombre del que tardarán otros cien años en que nazca otra de idénticas características. Para colmo, amén de sus dotes empresariales era dueño de una vasta cultura, tenía un don de la palabra admirable con la que convencía a propios y extraños, razón por la que cada cuatro años, cuando se presentaba a las elección a la Federación, le elegíamos por mayoría absoluta. Dada su posición social en la comunidad de Valencia, muchas veces le preguntaba por qué no se había construido una casa en el campo para relajarse del tremendo estrés al que era sometido por todas sus ocupaciones. La respuesta era rotunda:
“¿Para qué quiero yo una casa en el campo si todos los fines de semana me reclaman en todos los pueblos de la Comunidad y no he dormido en mi casa en los últimos veinticinco años?”
Y tenía toda la razón del mundo porque, a nivel de su cargo, es el único valenciano que, en el ejercicio de su responsabilidad ante las sociedades musicales de las tres provincias, Asunción ha sido el único hombre que ha pisado todos los pueblos de la Comunidad en la que vivió todas sus inquietudes, se preocupó por todos y, por “cabezonería y talento” les ganó la partida a los políticos que, de una santa vez comprendieron que la música era intocable y, a su vez, los músicos teníamos que ser atendidos como Dios manda, de ahí nació el famoso evento, “Música 92” puesto que, gracias a la gestión de Ángel Asunción, los políticos de la comunidad, por aquel entonces capitaneados por Joan Lerma, tuvieron que ceder y, por aquel logro, todas las sociedades fuimos reconocidas como tales, hasta el punto de que en aquel año nos dieron una subvención a cada banda, cumpliendo con los requisitos legales, pero dejando de ser de una vez y para siempre los pobres arrinconados y olvidados.
Ángel Asunción era, sin lugar a dudas, el orador más brillante que tenía España; solo le igualaba Felipe González pero mientras que el andaluz oraba para horadar en las arcas del Estado, Asunción, lo hacía por pura convicción, por su honradez sin medida y, la prueba son los treinta años que estuvo al frente de la Federación, la que abandonó por razones de edad mientras que, el otro gran “orador”, Felipe González, un día se tuvo que marchar porque descubrieron al jefe de la guardia civil que él había nombrado, en un salón de putas, Luís Roldán era el tipo; un salón que frecuentaba de forma asidua con el dinero de los españoles. La diferencia entre un orador y el otro es que, mientras que Felipe vivió del cuento, Asunción desarrolló su cargo a favor de los demás y, para que su dicha fuera mayor, en los miles de desplazamientos que hizo para visitar todos los pueblos de la comunidad, todos los gastos corrían por su cuenta.
Recuerdo un día maravilloso allá por el año ochenta y tres del pasado siglo en que, Asunción me dijo que teníamos que vernos en Alicante, que había un acto multitudinario en la plaza de toros en que todos los músicos posibles teníamos que reunirnos en aquel evento brillantísimo que no se ha vuelto a celebrar. A la sazón, yo fui el presentador del orador, Ángel Asunción, que iba a dirigirnos la palabra a veinte mil personas en dicho coso taurino; vamos que, ni el propio José Tomás ha sido capaz de congregar tanta gente en una plaza de toros. Un éxito tremendo su alocución que acabó con un desfile monumental por todas las calle de Alicante en que, miles de músicos desfilamos al son del pasodoble por las calles alicantinas.
Son miles de personas las que pueden certificar todo lo que digo que, para mi suerte, las viví junto a este hombre extraordinario que, su palabra era ley y, para colmo, pura caricia para el alma.
Guardo para el final la anécdota más bella que pueda lucir un ser humano que, en vida, Asunción, siempre me “prohibió” que la contara, pero como se trata de un hecho de una magnitud inenarrable, algunos se asustarán mucho cuando lo lean. Ya digo, la humildad de este hombre eran tan grande que no quería que nadie se enterara de sus logros más hermosos. Ahora, cuando ya no puede darme el “tirón de orejas” que siempre me decía si lo publicaba, ha llegado el momento de contar el acto más noble y honrado que le he visto a un ser humano que, como no podía ser de otro modo, tenía que llamarse Ángel Asunción Rubio.
De todos era sabido el don de la palabra de Asunción; no es que fuera un orador por los pueblos, era el mejor orador que tenía España en aquellos momentos y, los políticos que pueden ser criminales pero no son tontos, muy pronto se dieron cuenta del potencial que había dentro de aquel hombre. Dicho en cristiano, si de “parlanchines” hablamos, pensaron los políticos, ponemos a este al frente de nuestro partido y ganamos las elecciones sin salir a la calle. Presidía el gobierno de Valencia Joan Lerma y mandó a Cipriano Císcar, entonces su segundo de abordo, que llamara a Ángel Asunción para entrevistarse con ellos. Por supuesto que una acción tan aberrante, criminal y estúpida, solo podía venir de la mano del PSOE. Asunción, como era un hombre educado se presentó en el palacio de la Generalitat para entrevistarse con aquellos bandarras.
Tras el saludo de rigor, tomó la palabra Cipriano Císcar y le dijo a Asunción directamente, sin anestesia:
“Mira, Ángel, sabemos del poder de convocatoria que tienes en el uso de la palabra y, como nos ha trasmitido Felipe González desde Madrid, tú podrías hacerle un gran favor de Valencia si te incluyésemos en nuestras listas para las próximas elecciones puesto que, como sabes, estás dotado del don de la palabra y eso queremos nosotros, un hombre de bien para convencer al personal. No importa el precio, nosotros te ofrecemos cien millones de pesetas para empezar y, si ganamos las elecciones, además de un alto cargo, otros cien millones cada año. ¿Qué te parece?”
Por supuesto que yo no estuve en aquel cónclave pero, conociendo al amigo que se ha marchado a la eternidad, con lo que él me contó me sobraron argumentos para creerle y, prueba más rotunda es que declinó la oferta.
Si no recuerdo mal estas fueron las palabras que les dijo:
“Habéis cometido un tremendo error puesto que, os habéis equivocado de persona, lo que viene a demostrar vuestra torpeza. ¿Para qué quiero yo cien millones de pesetas si tengo la seguridad que no sería dinero honrado? Buscar a otro tonto que encontréis en el camino porque yo defiendo el arte, la música, la cultura y, mi palabra, como es notorio, la utilizo para convencer a la gente pero, mediante la bondad, nunca con la falsedad de la política. Que os vaya bonito”
Y lo peor de la cuestión es que, aquellos torpes sin escrúpulos, al final tuvieron que claudicar ante la verdad absoluta de Ángel Asunción, el que les hizo comprender que ya estaba bien de que los músicos fuéramos los parientes pobres de la comunidad y, a partir de aquel momento, todo lo que logró Ángel Asunción para la música valenciana, todo ello vive en el recuerdo de todos los que un día de la vida fuimos músicos y, lo que es mejor, como resultó mi caso, que tan gran hombre me considerara su amigo del alma puesto que, en un año determinado, hasta me pidió que formara parte de su junta directiva en la Federación, algo que hice con todo el gusto del mundo. ¿Cómo negarle algo, al ser humano más honrado y más culto que conocí en mi vida? Era imposible.
Asunción ya es leyenda en el mundo de las bandas de música, incluso en la empresa en la que trabajó y dirigió con tanto acierto. Seguro que, a estas horas, en la eternidad, Dios ya le ha dado un cargo para enamorar a las almas. Allí donde estés, amigo Asunción seguro que tienes paz, la misma que tengo yo ahora al recordarte y contarle al mundo una milésima parte de lo que fue tu paso por el mundo. Te marchaste hacia donde iremos todos pero, mientras tanto vivirás eternamente dentro de mi corazón.
Por cierto, se me escapaba un dato muy curioso. Asunción nunca tuvo teléfono salvo el que tenía en casa. Jamás usó un ordenador puesto que, para él, comunicarse con sus amigos era un rito que lo hacía por teléfono o, muchísimas veces, con cartas manuscritas que, por cierto, guardo algunas que, desde este instante son auténticos tesoros en mi vida. Un tipo singular que no entró nunca al trapo de las estupideces que marca la sociedad en que vivimos. No tenía teléfono, ni ordenador, ni usaba agenda porque solo hacía lo que amaba y eso se lo recordaba el corazón. ¡Un grande, sí señor!
Imágenes del pasado mes de febrero de 2020, poco antes de que nos azotara la pandemia. En dicha fecha tuvimos la fortuna de compartir un día inolvidable con el maestro Ángel Asunción, lo que no sabíamos era que sería el último. Que Dios le tenga a su vera que, con toda seguridad, así será.
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