Paco Ureña con los victorinos el 4 de junio en Las Ventas. Fotograma: Mundotoro TV
— Solo hay una manera de torear. — ¿Cuál?
— Bien
—¿Cómo es?
— Muy largo explicarlo. Mejor un ejemplo; Morante con “Ligerito” de Domingo Hernández, el 26 de abril en Sevilla. Faena plena, exquisita, unánime de cabo a rabo…
—Pero lograr eso es casi un milagro, que requiere la coincidencia de variables poco menos que infinitas. Un torero y una cuadrilla en especial disposición física y mental, un toro propicio en su momento como aquel, un día y un clima como esos, una plaza en estado de gracia...
— Providencial, claro que sí, por eso el auténtico arte de torear es tan raro y caro. Además, hay que ser Morante.
—¿No acepta otra forma?
— No
— Es reducir el toreo a una sola opción.
— Sí, la perfecta. O qué cree.
— Creo qué el toreo significa mucho más, imperfecciónes incluidas. Un ancestral rito trágico, lo definía Unamuno. Metáfora de nuestra larga relación con la naturaleza, la cual recrea filogénicas vivencias emocionales: alegría, tristeza, estupor, amor, odio, solidaridad, pesadumbre, arrobamiento, miedo, enfado, compasión, catarsis…
— Palabrería. Está intentando intelectualizar la cosa.
— Solo tratando de entender. Toro, torero y observador son cada uno seres diferentes, y nunca los mismos, que interactúan en circunstancias cambiantes, afectados por incidencias imprevisibles, abocados a situaciones extremas, irrepetibles, todas de contenido y valorables.
— La única valoración es la belleza.
— Caben todas, es un arte vasto, profundo, riesgoso, cada suerte un albur, cada faena un mundo. Como en la vida, rotundidad, éxito, triunfo, fracaso, derrota, muerte, sufrimiento son eventualidades reales, válidas y cada quién responde a ellas proyectándose como es y como está.
— Muy enredado, mejor ponga un ejemplo, yo ya cité a Morante en Sevilla y quedó claro.
— ¿Uno? Tal vez Paco Ureña en Madrid con “Playero” de Victorino Martín el 4 de junio. Faena dura, de valor, dominio y verdad, con la vida en juego a cada trance. Un toro como ese, un torero con tal aptitud y actitud, una tarde y una plaza como aquellas. Conmovedor, significativo, y desafiante. También eso es toreo ¿cierto?
— No. Es barbarie, yo no pago para que me asusten. ¿Acaso lo premiaron?
— Hubo petición, pero negaron la oreja
—Y además lo contratan poco. ¿No le dije? Hoy torear bien es torear bonito. La única manera.
— Si eso fuera cierto y las orejas prueba, también habría que ver otras “bellezas” que premian cada rato.
— Usted es ordinario, terco y anacrónico.
—Quizás. Uno de los que aún sienten que en tauromaquia la lírica y la épica trascienden la estética.
Jorge Arturo Díaz Reyes
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