"...Es lastimoso observar cómo se utilizan toda clase de artimañas para carcomer la esencia de la Fiesta Brava, la cual se va degradando hasta convertirse en espectáculo ramplón y populachero, haciendo mofa de la tradición y pretendiendo distorsionar la estimativa de las nuevas generaciones de aficionados, para que legitimen como meritorios, espectáculos de marcado carácter grotesco..."
TOVAR ¿ECLIPSE TAURINO?
Eduardo Soto
Aficionado Taurino Tovareño.
Hay un pueblo en el Valle del Mocotíes que, a lo largo de más de siglo y medio, fue consolidándose como taurino y su feria había llegado a ser la más antiguas del país.
Su afición era proverbial, pues generaciones enteras se fueron formando por sus progenitores, quienes se ocupaban de iniciarlas desde la infancia en el aprecio y respeto que merece la Fiesta Brava, lo cual era religiosamente puesto a prueba en los festejos de septiembre y formaba parte importante del cúmulo de vivencias de los muchachos del terruño.
Esta singular tradición taurina, timbre de orgullo de la población local, se mantuvo por muchas décadas, los aficionados se esmeraban en aprender lo más posible y de estos conocimientos se beneficiaban otros pueblos de la zona e, incluso, llegaron hasta la capital estatal, donde estuvieron a la base del entusiasmo que hoy tiene por las corridas de toros.
Pero pasaron las épocas de bonanza y se inició un período en que toda esperanza se fue malogrando, al compás de una prédica engañosa, plagada de malsano populismo e irreflexivos arranques despóticos, que condujeron al país al despeñadero más funesto e insensato que haya conocido su historia republicana.
Por supuesto, que a esta catástrofe nacional no podía escapar aquel pueblo bendito de larga tradición taurina, cuyo magnífico Coliseo y su afición de solera, sufrieron los embates de una decadencia, originada y orquestada desde cenáculos del poder.
Es lastimoso observar cómo se utilizan toda clase de artimañas para carcomer la esencia de la Fiesta Brava, la cual se va degradando hasta convertirse en espectáculo ramplón y populachero, haciendo mofa de la tradición y pretendiendo distorsionar la estimativa de las nuevas generaciones de aficionados, para que legitimen como meritorios, espectáculos de marcado carácter grotesco.
De esta manera, se ha ido atropellando la afición taurina de mayor raigambre que la patria ha conocido y socavando la centenaria tradición de un pueblo que lo ha tenido todo, pero sus autoridades le han dificultado, por acción, omisión, politiquería o simple ignorancia, llegar a consolidarse como un verdadero Norte taurino en el país.
No es fácil que las cosas cambien, pues poco ha cambiado la recién ratificada dirigencia taurina, la cual ahora, para complemento, acentúa desequilibrios en su seno, que pueden terminar de dar al traste con todo vestigio de pluralismo en la toma de decisiones.
No obstante, nunca es tarde para rectificar y hacemos votos para que el Cristo de La Galera, que con sus brazos abiertos ampara nuestro pueblo y cuyo nombre debiera ostentar la Puerta Grande de su Coliseo, haga prevalecer la sindéresis en todos los estamentos taurinos tovareños y evite que situaciones de esta índole puedan repetirse en parte alguna.
En todo caso, habría que añadir que, por definición, un eclipse es transitorio y puede durar mientras Venezuela se libera de la causa de sus terribles males, brille de nuevo la democracia y se pueda rescatar el genuino sentido de la Tauromaquia en el Valle del Mocotíes.
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