El gran banderillero Pablo Saugar “Pirri” resultó aparatosa y muy gravemente herido al parear al primer toro de la tarde. La sensación general coincidió con el muy esperado parte facultativo que se supo una vez concluido el festejo porque la intervención de los facultativos fue tan prolija como duradera. El percance pesó en el ambiente durante toda la corrida. Los toreros actuantes tuvieron que hacer un esfuerzo sobrehumano para sobreponerse a la tragedia y gran parte del público e incluso las peñas, también. Para colmo, se cumplió ayer el primer aniversario de la muerte de Víctor Barrio. Muchos echaron de menos, dolidos, un minuto de silencio tras el paseíllo aunque otros comprendimos que no aconteciera dada la particularidad ruidosa de las peñas, difíciles de acallar. La corrida transcurrió en medio de las grandes dificultades que presentaron los enormes toros de Puerto de San Lorenzo, únicamente salvadas por Paco Ureña frente al apenas manejable segundo toro del que cortó una oreja circunstancial gracias a la estocada con que lo mató. Lo demás fue un durísimo batallar contra lo imposible a cargo de Curro Díaz, de sus respectivas cuadrillas y del debutante José Garrido, finalmente afortunadísimo con el único toro que se prestó al toreo, un imponente ejemplar de pelo castaño de la misma familia ganadera aunque con el hierro de La Ventana del Puerto, procedencia Aldeanueva. Garrido hasta podría haber cortado dos orejas de no haber pinchado antes de lograr un definitivo espadazo que remató una arrebatada, vistosa, variada e importante faena, finalmente premiada con un valiosísimo trofeo.
Un mal debut ganadero que arrancó en tragedia
y acabo triunfalmente
Plaza de toros de Pamplona. Domingo 9 de julio de 2017. Quinta de feria. Tarde soleada y cálida con casi lleno.
Cinco toros de Puerto de San Lorenzo de imponentísima presencia y gran trapío. Dieron mal por muy complicado juego salvo el que hizo de segundo que resultó manejable por el lado derecho. Un sexto asimismo por todo imponente de La Ventana del Puerto, bravo y noble.
Curro Díaz (grana y oro): Pinchazo hondo tendido, descabello y estocada caída, palmas con saludos. Tres pinchazos y estocada, silencio.
Paco Ureña (verde musgo y oro): Buena estocada, oreja. Dos pinchazos y estocada caída, aviso y palmas.
José Garrido (nazareno y oro): Pinchazo, otro hondo muy tendido, otro más caído atravesado y cuarto descabello, silencio. Pinchazo y casi entera que escupe, oreja pedida con clamor.
A caballo destacó Vicente González.
Parte facultativo de Pablo Saugar “Pirri” que fue intervenido de «una cornada con disección de uretra y evisceración intestinal, rotura completa de la pared abdominal y múltiples perforaciones intestinales. Se realiza resección intestinal. Múltiples lavados. Reparación de pared. Además, presenta múltiples heridas perforantes en labio que se suturan. Pronóstico grave».
Bastaría la entradilla que precede a esta crónica para hacernos eco de lo acontecido en la quinta corrida de estos Sanfermines que, por el momento, están resultado dramáticos y sangrientos. Ya llevamos tres caídos y ansiamos que no vengan más. Pero la dureza de esta profesión tan difícil como admirable toma carta de naturaleza con más frecuencia y brutalidad en las corridas sanfermineras de Pamplona en las se lidian las corridas más aparatosas de la temporada y, por desgracia, más difíciles porque el solo hecho que esta clase de ganado, con esos pesos, alzadas, volumen y terrible encornadura, embista como actualmente se necesita para que el toreo luzca en todo su esplendor. Algo realmente milagroso. Y encima, que tenga lugar en medio de la indescriptible y desbordante algarabía festiva que se muchas tardes se convierte en bacanal cuando no en orgía báquica que hace de telón de fondo en los abarrotados tendidos y graderíos de sol. Nada parecido ocurre en ninguna otra plaza del mundo y de ahí la fama mundial de estas fiestas que suceden en torno al toro con los espectacularísimos encierros matinales y las fortísimas corridas vespertinas.
Estas fiestas que tantas y tantas veces troca en sangrante tragedia como la cosa más natural del mundo, lo que las confiere en algo sobrenatural. Y de ahí el incalculable e inmedible mérito de cuantos se visten de luces a sabiendas de que por las mañanas los corredores de los encierros también exponen sus vidas por delante y por detrás del disfrute que les empuja a correr cual rito religioso y anual.
Ayer, los toreros apenas tuvieron la esperada suerte. Esa suerte imprescindible y necesaria para alcanzar el triunfo. Empezando por Curro Díaz, el gran artista linarense que sale cada tarde sale a torear como sabe y quiere aunque en sus empeños priman tanto las formas que le es muy difícil prescindir de ellas en pos de esas técnicas que resultan imprescindibles para dominar a los toros como paso previo a la belleza del toreo que ansían practicar.
Entre un concepto y otro, técnica y arte, valor e inspiración, vimos a Paco Ureña, uno de los toreros actuales que llevan por bandera la pureza interpretativa de las suertes, ayer mínimamente favorecido por el manejable juego que dio su primer toro. Un juego colaborador siempre y cuando el torero murciano acertara en las distancias. No fue toro de cercanías y por eso sus muletazos más sabrosos acontecieron cuando Ureña dio hueco al citar. Y ello mientras el animal sostuvo su encastado brío inicial porque cuando lo fue perdiendo, ya no hubo más que hacer para bien salvo la estocada que, en esta ocasión, Ureña manejó con certera y eficaz prontitud, lo que le valió cortar la primera oreja de la tarde.
Tras esta misión felizmente cumplida, con el quinto que hizo un espectacular tercio de varas en tres entradas desde lejos, derribando en la primera, provocando la caída del latiguillo del gran varilarguero Vicente Fernández en la segunda hasta el gran y largo puyazo que pegó en la tercera, no fueron suficiente castigo para moderar las violentas embestidas del animal, tanto en banderillas como en la muleta. Víctor Hugo Saugar, hermano del banderillero que estaba en la mesa de operaciones de la enfermería, tuvo que hacer fuerza de flaqueza para poner admirablemente los pares que le correspondieron. ¡Chapeau! Y Ureña otro tanto en su importante misión muletera sin cansarse de estar en la cara del morlaco. Muy por encima del toro anduvo el torero lorquino que, lamentablemente, falló con la espada.
El debutante José Garrido tuvo que encarar al barrabás que hizo de tercero. Fueron absolutamente vanos sus muchos intentos de meterlo en cintura con la muleta y otro tanto a la hora de matar. Pero quiso Dios que la suerte le sonriera ampliamente con el último toro de la tarde. El imponente castaño de La Ventana del Puerto, no solo salvó crecidamente el honor ganadero de la familia Fraile, también proporcionó la ocasión de mostrar la precoz madurez profesional y torera del novel extremeño que nunca había pisado el ruedo de la plaza de Pamplona.
Muy bien a la verónica en el quite y repentinamente arrebatador en el sorprendente arranque de rodillas en la que de seguido fue gran e importante faena, templada, ligada, variada sobre ambas manos con alardes y adornos de ley que pusieron la plaza boca abajo. Una pena que la espada no entrara al primer envite. Fue en el segundo cuando dio fin con el toro, logrando una valiosísima oreja que paseó entre clamores. ¡Enhorabuena!
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