El Atleti (y en esta cuestión es necesario apuntar directamente a quien corresponde, que es el propio Berta) está quedando como Cagancho en Almagro. Si Vitolo dijo que "sí" a la oferta de ampliación y mejora de su contrato con el Sevilla no fue tanto por el proyecto deportivo del club andaluz sino por la molicie que atenaza a los responsables deportivos del equipo colchonero.
Cuando parecía que Vitolo iba por aquí... ¡se fue por allí!
Como Andrea Berta siga así, dejando que se le esfumen entre los dedos y uno detrás de otro todos los jugadores que le pide Simeone, habrá que hacerle un hueco con los mantas del departamento de Comunicación del club. A Sandro Ramírez, que acabó yéndose en el último minuto al Everton, o Lacazette, que se convirtió hace menos de una semana en el fichaje más caro de la historia del Arsenal, hay que añadir ahora a Vitolo, cuya renovación anunció anoche mismo a bombo y platillo el Sevilla. Ayer estuvo en El Primer Palo el presidente del club andaluz, Pepe Castro, y el hombre estaba como unas castañuelas de contento, y con razón: todo el mundo daba por hecho que el canario se iría al Atleti pero en el último instante se anunció justo lo contrario.
El Atleti (y en esta cuestión es necesario apuntar directamente a quien corresponde, que es el propio Berta) está quedando como Cagancho en Almagro. Si Vitolo dijo que "sí" a la oferta de ampliación y mejora de su contrato con el Sevilla no fue tanto por el proyecto deportivo del club andaluz sino por la molicie que atenaza a los responsables deportivos del equipo colchonero. Y digo que el Atleti está quedando fatal porque ayer Pepe Castro anunció su acuerdo con el Sevilla, para lo que el jugador ya ha dado su consentimiento, pero al faltar un "detalle técnico" (o sea, la firma del propio Vitolo) desde el Wanda Metropolitano se habría realizado un último y desesperado intento por convencer al futbolista para que se desdiciera de la palabra dada: llegan tarde y luego quieren acelerar para abortar una operación ya acordada. Un diez también en diplomacia.
La imagen de Andrea Berta charlando ayer con Simeone (gorra calada hasta las cejas, cara de monumental enfado, brazos atrás) sobre el mismo campo de entrenamiento puede ofrecernos una ligera idea de qué piensa (y de quién lo piensa) el técnico rojiblanco, que en marzo declaraba que había tenido 35 millones de razones para irse. Si hace cuatro meses había tenido 35 millones de razones, hoy tiene 36. Si, en un giro inesperado de los acontecimientos, a Vitolo le diera por no firmar lo apalabrado, el futbolista quedaría tan mal como el Atleti, pero no lo creo. Únicamente la molicie, la falta de iniciativa, el nulo impulso en las negociaciones o quien sabe si la creencia de que un jugador como Vitolo, pretendido por muchos equipos europeos, iba a dejarlo todo para jugar a las órdenes del Cholo, pueden explicar una operación tan macarrónica. Otra más.
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