Joselito Adame volvió a descubrir su gran capacidad. Tardó en hallarla, si, pero la halló. Fue emocionante ver como toreó de bien al manso-bravo quinto toro de Alcurrucén, un típico ejemplar del encaste Nuñez-Rincón, de esos que van de muy menos a más, de la frialdad al calentamiento.
Hasta los mansos pueden ser bravos y embestir idealmente
Que se lo pregunten a Joselito Adame se había hecho un lío con el mejor toro de la tarde, un Acurrucén de alta nota, y con el muy manso en los primeros tercios quinto, se halló con el que embistió con más celo y más fijeza una vez dejarle irse a donde más a gusto estaba. Tardó en descubrirlo. Pero una vez resuelto el problema, el diestro mexicano gozó como no lo había hecho desde hace tiempo. A los de siempre no les gustó que de concedieran el trofeo. Pero a los demás que hicieron mayoría casi absoluta, sí. Por cierto, falta le hacía a Joselito que en esta temporada no andaba fino. Fue el momento cumbre de una tarde toreramente espesa.
Lo he dicho cientos de veces: Cuando no se templa y se deja que los toros enganchen los engaños, por mucha compostura que se tenga, caso de Curro Díaz, no hay manera de hacer buenas faenas. A Curro Díaz le suele ocurrir que está más pendiente de ponerse bonito que de templar y le va como ayer, fatal de necesidad. Hasta fue cogido aparatosamente en su imprecisa faena al toro que abrió plaza.
A Juan de Álamo no le ha sonreído la suerte en ninguna de las dos corridas que ha actuado en esta feria ni tampoco él ha logrado dar con las teclas técnicas imprescindibles para que los toros mejoren. También tuvo en sus manos un sexto manso-bravo y aunque pegó pases de buena factura, no supo conjuntarlos debidamente.
J.A. del Moral · 20/05/2018
Madrid. Plaza de Las Ventas. Sábado, 19 de mayo de 2018. Decimo segunda de feria. Tarde de sol, nubes y rachitas de viento con casi lleno.
Seis toros de Alcurrucén y Lozano Hermanos (6º). Muy serios serios, generalmente encastados y de diversa manejabilidad en función de la mayor o menor fuerza que varios escaseó. Excelente el segundo. Finalmente también el quinto en el último tercio. Los más blandos, primero y cuarto por lo que se defendieron por arriba. Muy cortito en todo el tercero, Y finalmente bueno el sexto.
Curro Días (turquesa y oro): Estocada caída, palmas con saludos). Pinchazo muy hondo y descabello, silencio.
Joselito Adame (coral y oro): Estocada caída, saludos con algunas protestas. Estocada, oreja con protestas de los sietemesinos.
Juan del Álamo (verde botella y oro): Estocada caída, silencio. Estocada y tres descabellos, aviso y silencio.
Destacó a caballo Oscar Bernal. Y en banderillas, Fernando Sánchez como siempre que actúa, Oscar Castellanos, Miguel y Roberto Martín. Y en pares sueltos, Domingo Siro y Javier Gómez Pascual.
Me sorprendió la muy buena entrada. Muchos “invitados” por los habituales. Se notó en su comportamiento jocoso o disidente. No hubo unanimidad y eso es mal asunto. En Las Ventas suele suceder esto desde hace años. Los mejores públicos son los que respiran a la vez, al mismo tiempo. Para bien o para mal. Y los públicos de aluvión, muy frecuentes en esta plaza desde hace bastantes años salvo en las corridas con figuras, casi nunca se ponen de acuerdo en los aplausos y en las censuras. En fin, así esta esto en Las Ventas. Ayer reaparecieron en los tendidos vendedores de bebidas y refrescos. Todavía no hay llegado las tardes de cocas y fantas. No termina de llegarnos el calor. Me extiendo en la metereología porque con lo dicho en la entradilla está contada la corrida. Y eso es señal de borrica florentina.
Los públicos, y más los de aluvión, llegan a la plaza sin ideas claras sobre toros y toreo. Saber de toros es difícil para los que apenas picotean en las ferias. De pronto, te tropiezas al lado con gente casual que no tiene repajolera idea de lo que verdaderamente encierra este espectáculo, único en el mundo. Lo que más diferencia a los buenos públicos de lo malos es precisamente la división de pareceres. La mayoría, lo que sabe de los toreros es de oídas. Han oído hablar, por ejemplo cercano a lo ocurrido ayer, sobre que Curro Díaz es un gran artista. Yo mejor diría que es un artesano, que no es lo mismo. En el toreo actual, los verdaderamente grandes artistas son también grandes técnicos. Y Curro suele torear con estudiado sentimiento que aplica a todos los toros sean como fueren. Y por eso le enganchan tanto los engaños casi todos. Porque toros con embestidas perfectas son los menos.
Lo más interesante de las corridas de toros es saber jugar a ser toreros sin serlo. Torear desde el tendido con la mente. Adivinar qué hacer o no. Anticiparse a lo que más conviene en cada caso… Bueno, pues entre los toreros, como entre los públicos, también abundan los que no saben ni tienen repajolera idea del cuando, del donde y del cómo. Y algunos, como Curro Díaz, lo único que saben es ponerse bonitos. Toreros de espejo, se decía antes.
Joselito Adame llevaba una temporada desnortado. Uno no sabe a qué se debía porque, Joselito, lo que fue siempre es su gran capacidad. Muy por encima de su estilo. Últimamente, le han salido dos hermanos más altos, más guapos y más adornados por el arte que él. Y creo que eso le tiene – le tenía – desnortado. Oye, que debe ser muy duro que un hermano te moje la oreja. Ayer, aunque tardó, Joselito volvió a descubrir su gran capacidad. Tardó en hallarla, si, pero la halló. Fue emocionante ver como toreó de bien al manso-bravo quinto toro de Alcurrucén, un típico ejemplar del encaste Nuñez-Rincón, de esos que van de muy menos a más, de la frialdad al calentamiento. También eran así los de don Atanasio Fernández – pedazo de ganadero y de señor – y los que quedan de su encaste de El Puerto de San Lorenzo. Es curioso que haya dos encastes de comportamientos tan parecidos en Andalucía y en Salamanca. Hasta perecen hermanos por su comportamiento, que no por su hechuras. Pero los de Núñez-Rincón actualmente en poder de los hermanos Lozano – sabios entre los sabios – tienen una gran virtud que no tienen las demás vacadas. Que cuando embisten, lo hacen yendo más largo que los de ninguna otra. Y esas largas, esas hondas, esas inacabables embestidas las tuvo el quinto toro de ayer. Bendito sea.
Por concepto, Juan del Álamo es el mejor torero que ha dado Salamanca desde que reinaron El Viti, Robles y Capea. Pero no acaba de romper en lo que fueron estos tres ni soñando. Juan es un proyecto de gran torero por su estilo. Pero no por su capacidad. Y por eso choca tanto verle hacer grandes faenas demasiado esporádicas. No es cuestión la suya de más o menos valor. Es cuestión más o menos cabeza. Claro que saber pensar delante de un toro y de resolver, por tanto, en décimas de segundo, es propio de los grandes valientes, de los que tienen tanto valor que no se nota. Caso de Enrique Ponce como máximo ejemplo.
Basta por hoy de rollos teóricos que a la feria le quedan dos terceras partes y hay mucha tela que cortar.
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