¡A los toros!
La verdad es que el pobre de don Jesús María Gómez Martín, Presidente del festejo de hoy, lleva dos días que no da una, el hombre. El otro día la lió con lo de expulsar de la Plaza a un toro que no acometía a los capotes como demostración de su supina mansedumbre, que es una de las condiciones de las reses con la que, a veces, tienen que apechugar los toreros. Y hoy se ha lucido con lo de darle a Joselito Adame la oreja (¿oreja u horeja?) tras un bajonazo de los transitivos, de los que pasan de la mente del toreador y se transfieren de él al toro por el sistema de agarrarlo en los blandos, provocando el desagradable vómito y, para más INRI, haciendo guardia, que para los que de esto no chanan significa que el extremo más alejado del mango de la espada asoma por algún lado de la anatomía del toro. Con esto el joven don Jesús María alcanza en tiempo récord a su compañero don Trinidad, que es el primero que tenemos registrado en la moda de dar oreja al espadazo que hace guardia. Con este bochorno de hoy, cada día uno, con esta orejilla devaluadísima de hoy, lo único que han han conseguido ha sido “poner en valor” como se dice ahora a la de ayer de Castella, meritísima a la vista de los inexistentes méritos de Adame, que obtiene su quinta oreja en Madrid; cinco orejas del río Lethes, que los romanos identificaron con el Sil, cuyas aguas producen el olvido.
Y es que todo está patas arriba. Ayer lo del “no hay billetes” con la taquilla abierta y vendiendo boletos y lo de poner en el programa que la confirmación de Roca Rey (13/05/2005) es anterior a la de su alternativa (19/09/2015), y hoy con la ciencia veterinaria que debería estar de vacaciones, y le han debido dejar lo de las capas de los toros al becario (no muy espabilado o daltónico), que ha convertido al segundo, un castaño, en negro; que al tercero lo dejó en colorado y le quitó lo de listón, lo de chorreado, lo de girón, lo de bragado corrido y lo de meano; y que al sexto, otro castaño, le quitó lo de listón y lo de albardado, que a fin de cuentas qué más da, si con el tipo de público que había en la Plaza esta tarde sacas a la vaca de Milka, berrenda en morado, y la mitad de ellos ni se enteran si en el programa hubiesen llegado a poner chorreada en verdugo, que a ver cuántos saben qué es eso.
Y ahora que hemos dicho lo de público, una vez más tenemos que volver a decir que lo del público Isidro en este 2018 clama al cielo, que parece que estamos en Burgos por San Pedro o en Palencia por San Antolín y esto no tiene pinta de arreglarse ni por el forro, que hoy estábamos tres de los habituales haciendo piña, como los galos de Astérix, rodeados de una horda que estaba dispuesta a dar inmisericordemente su aplauso y su apoyo al lucero del alba a poco que hiciese.
La parte toruna hoy correspondía a los hermanos Lozano, que administraron Las Ventas tras ese gran empresario para Madrid que fue don Manuel Martínez Flamarique (qDg) y que poseen tres hierros conocidísimos, los tres de encaste Núñez: Alcurrucén, Lozano Hermanos y El Cortijillo. Hoy tocaba de los dos primeros. De los hermanos Lozano el que más interés tiene es Manuel, que después de andar de triunfo en triunfo como novillero por toda la geografía manchega, recibió un extravagante y romántico doctorado en la Plaza de Tánger, que aún se mantiene en pie, apadrinado por “El Cordobés” y con Gabriel de la Casa como testigo, con ganado de Galache y que actualmente apodera a Morante. Son los hermanos Lozano (a los que el gracejo maledicente denomina “Los Dalton”) ganaderos inteligentes y que, como suele decirse, tienen la ganadería en la mano, esto es que saben lo que venden y no se llevan sorpresas. Si tenían dos corridas para Madrid, hoy han echado la mala en este cartel de pobrecillos y, probablemente hayan dejado la buena para la corrida de Beneficencia que se dará el próximo día 6 de junio (Dm). Ya habrá tiempo de comprobarlo.
De cualquier manera, la corrida de Madrid de esta tarde, si de algo ha pecado ha sido de mansa, que, como antes se dijo, es una característica muy constante en el ganado de lidia. En general no ha sido de nota en su pelea con los jinetes y los caballos enfaldillados, pero la cosa es que los toros, aún tendiendo a mansos, he aquí que no eran la mona mansa, sino el toro que plantea sus dificultades, de las cuales una de ellas es la mansedumbre. Algunos menospreciaron al quinto, Rondeño, número 191, y flamearon pañuelos verdes, pero la verdad es que el toro estaba en tipo y en hechuras y no se veía la necesidad de echarlo, máxime sabiendo que de sobrero tiene en el corredor de la muerte desde hace días a un lisarnasio de Valdefresno. Otra cosa que casi se pasaba sin decir es que cuatro de los toros de la corrida, salvo el de las protestas y el cuarto, eran cinqueños camino de los seis.
Para el finiquito de los toros de los Lozano, cinco de Alcurrucén y uno de Lozano Hermanos, los Dombos de Plaza1 contrataron a Curro Díaz, Joselito Adame y Juan del Álamo, y que hoy no se han arruinado con la contratación lo saben hasta en la China continental.
Curro Díaz tiene un aire en la Plaza que no se corresponde con el adocenamiento de cada día, en sus maneras, en la forma que va al toro, en su figura hay como una promesa de torería asolerada que nos gusta porque nos lleva a pensar en otros toreros que fueron nuestros ídolos. No vamos a engañarnos respecto de Curro Díaz en cuanto a sus posibilidades porque sabemos cómo es y por eso al ver su nombre en los carteles casi que nos vale con que nos deje una o dos verónicas, una trincherilla y, en el summun, un par de naturales. Hoy ni siquiera nos dejó el mínimo, qué sé yo, una media verónica, una trinchera, y nos atizó una ración de vulgaridad al uso que no nos merecemos aquellos a los que nos causa cierta ilusión ver su nombre en los carteles. Bien es verdad que Dios no le dio el valor de un Manili, pero esa manera de caerse, de rilarse, sin que el toro haga nada por tirarle nos deja estupefactos, que no es la primera vez que se lo vemos. Y luego lo de la muleta, que parece que le ha robado media carpa al Circo Mundial, y lugo se quejará de que le enganchó su primero casi todos los pases, ¿y cómo no?, si esa muleta es ingobernable con ese tamaño. Y de lo de andar a berridos con el toro en cada pase ¡Eeeeh!, ¡Uhhhh! ¡Ahhhh!, es insufrible, como si estuviéramos asistiendo a una ópera dodecafónica.
Adame volvía a los madriles por segunda vez en la Feria del Isidro. A Óscar Bernal le tocó picar los dos toros de la tarde, al primero de tanda y al segundo estando de reserva. En el primero picó de pena, ganándose la censura del respetable, y en el segundo, un mansazo que le llegó huido del picador de tanda, agarró un puyazo en buen sitio en la puerta de cuadrillas y aguantó con entereza el arreón del manso que le llevó a él y a su cabalgadura hasta el burladero del 6. Adame inició su faena al segundo con una verbena compuesta de cinco del Celeste Imperio, tres del desprecio y uno por alto. Bonito inicio a más y, a partir de ahí faena a menos, nula de colocación y huera de compromiso, por debajo de las condiciones del toro, que se va sin torear y marcha a esperar su juicio en el Valle de Josafat. Lo del quinto, el de la oreja, es ya como de cámara oculta. Adame se va al toro mandando al tendido la neta imagen de que de la cosa de los terrenos anda pez y de que allí hay alguien que va sin plan alguno, a ver qué pasa. Se pone a torear al manso ¡en los medios! Y el bicho en uno de cada dos se le trata de escapar a zonas de menos conflicto, viendo que aquello no progresa, se lo trae al tercio del 9 y allí, erre que erre el bicho que se quiere ir: el muletazo hacia tablas lo sigue, pero en el que da hacia los medios se le va. Adame sigue la inclinación de animal de nuevo hacia los medios con idéntico resultado que al principio y, de pronto, alguien le dice o él lo piensa que hay que llevarse al bicho hacia chiqueros. Ahí consigue al menos que no se le vaya el toro y allí vende su burra al facilón público de este sábado a base de dejar la pierna escondida, de citar desde la oreja del toro, de estar siempre por afuera y, si acaso, de aplicar cierta técnica no quitando la muleta de la cara para empalmar un cabezazo del toro con el siguiente; al producirse el empalme de los trapazos nace el ya clásico bramido de los que creen que lo está haciendo muy bien y con la degollina haciendo guardia le dan una oreja por una labor deslavazada que hace veinte años no habría sido ni para saludar desde el tercio. La verdad es que al hombre se le veía contento.
Y de Juan del Álamo, sinceramente, no sé qué poner, porque a estas horas no permanece un solo recuerdo de lo que haya hecho o dejado de hacer. Podemos decir que le grita mucho al toro, por lo que vale para él lo mismo que para el otro lo de la ópera dodecafónica.
Juan Carlos García tomó el olivo a la salida de su primer par al primero de la tarde y luego, tras dos pasadas en falso, el jienense volvió a repetir la “gesta” en su segundo par.
Doblete olivarero.
Juan del Álamo
Resaca tras la oreja de Adame
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