El Gobierno que juró defender la unidad y garantizar nuestra seguridad no tiene otra obsesión que devolverle los poderes y las armas al enemigo.
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Hartos de humillaciones
- El separatismo solo volverá al autonomismo cuando se haya quedado sin nada
Hermann Tertsch
ABC, 18.05.2018
Dice el Gobierno en referencia a la toma de posesión del racista Joaquim Torra como nuevo presidente de la Generalitat de Cataluña que “el acto degrada la dignidad de la Generalitat”. No es así. El acto celebrado ayer por la mañana en el edificio de la Generalitat de Cataluña degrada al Gobierno. Un poco más. Porque otra vez ha permitido que una banda de autoproclamados golpistas y delincuentes, que lo son como enemigos de la Constitución ya en abierta rebelión contra la Monarquía y el Estado, hayan impuesto su voluntad, su agenda y su protocolo para insultar a España. Y lo único que ha hecho una vez más es ceder y otorgar. Y poner a todas las cacatúas mediáticas televisivas y radiofónicas a intentar convencer a la opinión pública de que no pasa nada.
Tranquilos españoles, que no pasa nada. Os están insultando a vosotros, a vuestra nación, a vuestros caídos, a vuestra bandera, a vuestros antepasados, historia, patria y nombre. Y os están amenazando. A vuestra libertad, a la unidad nacional, a vuestra seguridad, a vuestro patrimonio en Cataluña, a vuestra lengua y vuestra dignidad. Pero eso no debe importar. Lo único relevante es que el racista Torra forme su gobierno y así quede levantada la aplicación el artículo 155 de la Constitución en Cataluña. No porque convenga. ¡Quiá! Todo lo contrario. Devuelve todos los poderes al enemigo para hacernos daño. Al enemigo, sí. Porque alguien que pretende destruir tu patria no es un adversario político. Es tu enemigo y solo cabe derrotarlo o rendirse. El separatismo ha ido demasiado lejos y solo volverá al autonomismo cuando se haya quedado sin nada. Pues el Gobierno que juró defender la unidad y la constitución y garantizar nuestra seguridad no tiene otra obsesión que devolverle los poderes y las armas al enemigo.
Que ya han anunciado que los utilizarán para un nuevo asalto para destruir España. Esta actitud, que desafía a toda lógica y pone aun en mayor peligro la seguridad nacional, se hace porque lo exige el PNV, con su 1,2% en las pasadas generales. Para que este partido que también madura ya su propia operación antiespañola y sediciosa en Navarra y el País Vasco, permita que España con sus 47 millones siga gobernada por un PP desgarrado y agónico. Que no tiene otro objetivo, idea, rumbo, interés ni prioridad que mantener a Mariano Rajoy otros dos años en el poder.
La ceremonia de apenas tres minutos bastó para otra gran humillación a España. Un acto que, dada la vigencia del 155, organizaba el gobierno de la nación que debió decidir cómo sería y quién iría. No. Dejación total de funciones. Desistimiento absoluto. Torra dijo que los ministros no eran bienvenidos y el Gobierno del Reino de España obedeció al racista. Y todos a reírse. Se ríen los belgas, los alemanes, se ríen los escoceses, se ríe Urkullu y Barkos, Bildu y ETA.
Se ríe Torra, un lacayo de Puigdemont, lacayo a su vez de Artur Mas, aquel lacayo que Jordi Pujol puso a hacer trabajos sucios en sus años de robo y gloria. Ese es el nivel de los cabecillas del enemigo de España en la rebelión en Cataluña. Pues el Gobierno español logra dignificarlos una y otra vez. Este Gobierno le ha cogido miedo a los españoles. Tiene razones. Salvo milagro, lo van a arrollar, tenga o no presupuestos. Pagará haber granjeado tantos desprecios y humillaciones a los españoles. La buena noticia es que, sea cual sea el relevo o alternativa, hartos de humillaciones, cada vez más españoles saben que al enemigo hay que derrotarlo. Que los separatistas solo volverán a ser felices y apreciar lo que tienen cuando hayan perdido todo.
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