Cuando se pone así la plaza se pone a cien, aunque no sean todos.
La huella mayor la dejó el mal encierro de Victoriano del Río, quien otras veces no defraudó en la presentación de sus toros; hoy sí. Hoy salieron mal presentados. De comportamiento como bueyes de carreta, pero en el tamaño pequeño.
UNA OREJA DE CONSUELO
S.I.18.- La oreja de la que les hablo no es la oreja de Consuelo, de mi amiga Consuelo. No, es la oreja de un toro de Victoriano del Río, que hizo sexto en la tarde de hoy.
Quien paseó ese trofeo se anuncia en los carteles como Roca Rey. Podemos afirmar que su determinación, su valor, encaja perfectamente con su primer apellido, Roca. Duro como ella es este torero peruano, a lo que une otras virtudes y también defectos, pero éstos sencillamente los pasan por alto sus seguidores, que lo son de forma incondicional.
Esa ya es una de sus virtudes, tener seguidores. Los ha alcanzado muy pronto y eso, ya lo vimos con el Benítez en los años sesenta, genera de forma automática pasión en los tendidos. Se le va a ver, se llenan las plazas y nunca quieren salir defraudados sus seguidores. A esa tarea se pone el joven peruano con verdadero ahínco y lo logra sí o sí. Hace un quite por la espalda, se pasa el toro por la faja, comienza con estatuarios sin mover los pies, se lo pasa por delante y por detrás, la plaza se pone a cien y a partir de ahí ya no hay nada que medir en el toreo fundamental. Ahí si hay defectos pero solo unos cuantos ojos los ven. Queda matar y mata con fe. Si el toro cae de inmediato el triunfo es seguro, incluido Madrid. Oreja en su última oportunidad en un San Isidro que se le iba sin dejar huella. Una oreja de consuelo para Roca Rey y los mojados asistentes.
La huella mayor la dejó el mal encierro de Victoriano del Río, quien otras veces no defraudó en la presentación de sus toros; hoy sí. Hoy salieron mal presentados. De comportamiento como bueyes de carreta, pero en el tamaño pequeño.
Huella mayor dejó también la tormenta de agua que descargó durante el segundo y tercero, que hizo que se despoblara la plaza, dejando los tendidos casi vacíos. Un lío que afectó a las lidias respectivas, que se convirtieron en un desorden total. Gente que sale y que entra sin control nunca ha sido la fórmula para el mantenimiento del orden. En el tenis, por ejemplo, sería impensable una situación así.
Perera estuvo afanoso, y pesado, en sus dos trasteos, ante toros protestados por pequeños y por flojos. Realizó sus faenas, esas que tiene patentadas, allá penas si en los tendidos les apetecía verlas. Silencios tras de sus faenas, mal rematadas, además, con la espada.
Talavante pasó por San Isidro este año y no ha sido su año. Con ninguno pudo alcanzar nada y si algo ha hecho bueno ha sido ser breve. Al menos resultó menos pesado que su paisano.
La lluvia asustó al público pero damos fe que los toros no encogieron por culpa del chapuzón. Venían así de fábrica.
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