¡Hoy me rindo del todo ante usía, don Andrés! Que vos sigáis así durante el mucho tiempo que le queda y que uno lo vea. ¡Chapeau!
Definitiva consagración de Roca Rey en Las Ventas
Miguel Ãngel Perera, Alejandro Talavante y Roca Rey
J.A. del Moral · 24/05/2018
Vivido lo visto ayer con la lidia y muerte del sexto toro de Victoriano del Río, en cualquier época de esta plaza de Las Ventas, tenida por la más importante y, desde luego, la más trascendental del mundo, Andrés Roca Rey, el peruano-español que ya es tan nuestro como limeño, será aún más grande figura del toreo de lo que ya venía siendo, independientemente del numero de orejas que le dieron, solamente una, señores, solamente una tras enloquecer a toda la plaza con una faena más que épica que convenció a todos los presentes salvo al indeclinable sector que la desdora y la emborrona, como también y esto sí que tiene bemoles, salvo al señor presidente del festejo que obedeció las ruidosas indicaciones de la gentuza que intentó y consiguió impedir que aquello no fuera premiado con las dos orejas del único animal que medio sirvió de la muy decadente y decaída corrida. Pero dado el ambiente triunfal que dominó el ambiente hasta grados pocas veces visto aquí, no importó nada que Roca Rey no pudiera salir a hombros por la Puerta Grande, últimamente y al parecer cerrada a cal y canto porque a no más 60 personas entre las más de 22.000 que abarrotaban la plaza no les pareció oportuno que lo consiguiera. Sin embargo, el parecer general fue que el aún jovencísimo diestro se había consagrado en Madrid definitivamente. No es de ahora el dislate. Madrid con las grandes figuras casi siempre fue injustísima. Podríamos traer ahora mismo a colación – argumentar, aducir razones y ejemplos, digo yo, de las muchas veces que aquí ha ocurrido lo mismo en todas las épocas.
Paso a relatar lo que yo mismo viví junto al gran Paquirri una tarde que terminó en injusta bronca de los ínclitos del tendido 7. Habíamos llegado al Hotel Goya, donde se vestía siempre el de Barbate, cuando sonó el teléfono que descolgó el propio gran torero. Era Luis Miguel Dominguín, tío político del años más tarde trágicamente desaparecido diestro y por tanto mitificado en la historia del toreo para siempre. Y esta fue la conversación entre ambos: “¡Enhorabuena, Paco ! Enhorabuena por qué, si esos malditos me han puesto a caldo”. “No deberías estar tan enfadado”, enfatizó riéndose Luis Miguel que siguió diciendo “lo mejor que te puede pasar en Madrid es que te abronquen aún habiendo estado bien. Es la señal que distingue aquí a todos los grandes del toreo”. Y Paquirri, repentinamente conformado con el sabio consejo de Luis Miguel, abandonó su agriado gesto y volvió a sonreír tan abiertamente como siempre lo hacía. De tal modo sucedió también ayer o debió suceder con Roca Rey.
Miguel Ángel Perera
Muy poco nos queda por decir del resto del tan inesperadamente fracasado festejo. Las inefables saltilleras en un quite y los arranques de faena absolutamente contundentes de Miguel Ángel Perera en sus dos muy bien iniciadas faenas de muleta que esta vez no estuvo nada fino con las espadas con un toro que se vino muy a menos y con otro que se rajó enseguida; el mojado – otro diluvio repentino ayer – y muy breve aunque tan jugoso como sedoso trasteo de Alejandro Talavante, mas otra muy pronto interrumpida gran faena con el quinto que también se vino a muy menos mucho antes de la cuenta. Con la añadida, frustrada y otra vez mojadísima actuación de Roca Rey frente al también muy pronto arruinado tercero de la tarde. Arruinado aunque también esperanzador en su comienzo.
Alejandro Talavante
Las tormentas no nos han dejado y ya veremos si continúan o terminan de una vez por todas en este atípico final de la primavera.
Madrid. Plaza de Las Ventas. Miércoles, 23 de mayo de 2018.
Decimosexta de feria. Tarde progresivamente nublada con dos tormentas y aguaceros apenas interrumpidos con breves escampadas y lleno de «No hay billetes».
Seis toros de Victoriano del Río, bien aunque desigualmente presentados y todos muy armados con muy poca casta y fuerza que se apagan demasiado pronto. Por algo más duradero y noble con reparos, destacó por mejor del conjunto sexto.
Miguel Ángel Perera (verde botella y oro): Dos pinchazos, media estocada y descabello, división de opiniones injustísima. Estocada desprendida y dos descabellos, silencio.
Alejandro Talavante (azul pavo y oro): Estocada y siete descabellos, silencio. Media estocada y descabello, silencio.
Andrés Roca Rey (verde inglés y oro): Pinchazo, estocada y dos descabellos, silencio. Gran estocada, oreja.
Destacó en la brega y en banderillas Juan José Trujillo. Y en pares sueltos, Juan José Domínguez, Paco Algaba y Francisco Durán “Viruta”.
¿Por donde empezar? Por el ambientazo de expectación desbordada y desbordante. No era para menos. Tres figuras en el mismo cartel y con una corrida de absoluta garantía sobre el papel, dados sus innumerables triunfos en esta misma plaza y en tantísimas otras. Pero como sucede tantas veces, los toros fallaron en sus tramos finales una vez comportarse con más o menos bravura en varas. Increíble pero cierto. Con el juego de los toros nunca se sabe antes de ser lidiados. Los de ayer tuvieron malange, salvándose de la quema aunque no del todo el sexto y último porque duró más que sus hermanos. Por desigualmente presentados, quizá algunos demasiado ensillados y estrechos de los cuartos traseros, varios fueron injustamente protestados por los reventadores de siempre cada vez que actúan figuras. Los sietemesinos acudieron a “sus” Ventas dispuestos a reventar el festejo como fuera y como fuese. Y digo yo, ¿por qué no los denuncia nadie? Algo que está a disposición tanto de los profesionales como de los aficionados sensatos. Yo lo quise hacer en serio una vez con uno de los muchos, el último por cierto, que me han insultado toda mi vida y, enterado el sujeto de que la pena que le iban a imponer era tener que acudir cada tarde a la comisaría más cercana y quedar detenido allí mientras durara el festejo aunque, eso sí, podría ver las corridas por televisión, el individuo se rajó asustado y, a partir de entonces, calló para siempre. De modo que, no me explico que nadie tome parecidas medidas de una vez por todas y hasta tengan que disponer un amplio salón de televisión en el que queden detenidos todos los reventadores habituales. Aunque ya varemos que no caerá esa breva…
No. En absoluto caerá en este mundillo de valientes y de cobardes a la vez. Pero bueno, fue un fiasco más aunque gloriosamente salvado al final por la soberana actitud y aptitud – ambas a la vez y en altísimo grado – del valentísimo e inteligentísimo Andrés Roca Rey que ayer nos entusiasmó con sustazo incluido por su no tan alocada como algunas veces parece impavidez. Fueron breves instantes de angustia total cuando cayó sobre la arena quedando brevemente inerte y, rapidísimo acto seguido, levantado a la vez que ordenaba ferozmente a los dos peones que corrían a auxiliarle que se pararan y que se taparan de una vez por todas. La plaza ya estaba volcada ante tamaño volcán torero. Y en torero, más en gran torero que nunca anduvo Andrés, y más dispuesto que nuca a comerse el mundo entero.
Roca Rey
Magníficas por irreprochables en su interpretación las partes clásicas del faenón – durante la mayor parte de la gran faena salvo en la improvisada y arriesgadísima arrucina que puso la plaza a mil por hora – y sensacional además de rápidamente efectiva la estocada con que mató a su enemigo transformado en amigo por obra, gracias e infinita disposición del todavía jovencísimo gran torero y más con lo que le queda por delante.
Imagínense ustedes hasta donde podría llegar a poco que le respeten más los toros por lo dificilísimo que es torear al borde del abismo con tanta entrega y, por ende, tanta limpieza… y sin ninguna red. No nos alerta tanto todo esto para Roca Rey a quien salva su privilegiada inteligencia, su enorme capacidad de improvisar lo que conviene hacer técnicamente en cada caso, dadas las varias y repentinas acciones de los toros y, encima, lograrlo sobre la marcha. Puras y variadas las sorpresas que adornan casi todas sus actuaciones a poco o poquísimo que los toros se le presten.
¡Hoy me rindo del todo ante usía, don Andrés! Que vos sigáis así durante el mucho tiempo que le queda y que uno lo vea. ¡Chapeau!
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