Walt Whitman
Con Ónega en el folio, Suárez llegó a decir “puedo prometer y prometo”. Billy, en cambio, le había rescatado, al límite del tiempo (con las prisas los policías no llevaban ni esposas), a Oriol y a Villaescusa, secuestrados (“aprehendidos”, corrige Cebrián en sus memorias) por el Grapo. Pero hoy quien va a “La Máquina de la Posverdá” de Ferreras es el hijo de Homero.
El oneguismo
Abc
Ha sido la semana del oneguismo, el “ismo” de Ónega, Homero de la Transición, quien tuvo en Adolfo Suárez su Aquiles, (con o sin talón).
–¡Oh, capitán, mi capitán!... –había llorado Ónega en el entierro del general, “entre la gente llana del pueblo, cuya única sabiduría política consistía en preguntarse qué ocurriría cuando faltase Franco”.
Pues ocurrió que Ónega trajo “la democracia” para aquella gente llana y luego se fue a “La Máquina de la Verdad” de Ferreras (¡el Julián Lago de la posverdá!) a decir que “los luchadores antifranquistas que han sido víctimas de ‘Billy el Niño’ se sienten indignados al verlo libre y condecorado, y algún tipo de pena tendría que tener”.
¿Y qué hacemos con el “de la ley a ley” del Gran Relato? Si tanto Consenso del 77 sólo era para dar al aeropuerto de Barajas el nombre de Adolfo Suárez, todo el cuento se va al carajo: cartas boca arriba y cada mochuelo (y cada confidente) en su olivo.
Ónega y Billy tuvieron al mismo jefe político, Suárez, quien “condecoró” a Billy, pero no a Ónega. ¿Por qué?
–El agente, que lucía una hermosa melena y unos vaqueros que no parecían haber estado nunca en una lavadora, había ya ingresado en la leyenda –anota, febrero del 77, Manuel Ortiz, del Despacho del Presidente–. La entrevista con el presidente fue breve, cordial y regeneradora. Todos empezábamos a respirar mejor.
Ónega sólo era “negro”, o “speechwriter”, o “ghostwriter”, como Schlesinger lo fuera de Kennedy. O como luego lo sería Michael Dobbs, el de “House of Cards” (de Thatcher).
Con Ónega en el folio, Suárez llegó a decir “puedo prometer y prometo”. Billy, en cambio, le había rescatado, al límite del tiempo (con las prisas los policías no llevaban ni esposas), a Oriol y a Villaescusa, secuestrados (“aprehendidos”, corrige Cebrián en sus memorias) por el Grapo. Pero hoy quien va a “La Máquina de la Posverdá” de Ferreras es el hijo de Homero.
Es normal que todos los periodistas quieran ser el Ónega de Pablemos.
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