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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

lunes, 2 de mayo de 2011

La rentabilidad de la solvencia / Por Pedro Javier Cáceres


La rentabilidad de la solvencia

Por Pedro Javier Cáceres
La tauromaquia se fundamenta en la ilusión. Es un estado de ánimo. Una situación anímica oscilante que lo mismo entra en euforia que en depresión en segundos. En el toreo, en el sentir del público como sancionador supremo, confluyen principalmente dos factores: el sorpresa y la solvencia. Y todo ha de decidirse por ímpetu de alma sin tiempo para la reflexión depurada y , por lo tanto, casi siempre maniquea.

Ocurrió la tarde de otoño en Las Ventas con Juan Mora, la agradable sorpresa cobró su premio como la gran faena de Esplá la tarde de su despedida.

La solvencia acreditada de Juli y Manzanares está rentando en Sevilla. Y también de los toros de Núñez del Cuvillo, estos con el plus de la añorada espera.

Cuando el triunfo se magnifica en base a dichos factores ese complemento de sobre dimensión es legítimo a fuer de justo y no devalúa el hecho puntual siempre y cuando la excepcionalidad no se convierta en hábito. Lo singular en vicio.

Muchos se están rasgando las vestiduras por lo ocurrido en La Maestranza el Domingo de Resurrección y este fin de semana sin precedentes en un horizonte pasado de alcance visual.
Las segundas orejas de El Juli a los toros de Daniel Ruiz y Garcigrande pueden originar debate enriquecedor que no discusión perversa con el objetivo de cuestionarlas peyorativamente. Igual se puede decir de la cuarta de Josemari la tarde histórica de ayer. Toco ello en cuanto lo que fueron hechos consumados. Si bien también se podría especular sobre el atisbo de cortar el rabo al toro indultado Cuvillo que constituye harina de otro costal. Si bien ante tanta muerte absurda el perdón de una vida no hace daño a nadie. Antes al contrario.
No es muy de recibo negar, que no debatir, al Juli y Manzanares sus méritos contraídos.
La fría estadística nos cuenta que Juli ha salido dos veces por la Puerta el Príncipe, y es cierto, pero a medias. Lo que no dice la estadística es que lo tuvo que hacer en el 99 con tres orejas sin discusión ni debate y la cambió por la puerta de la enfermería. Y que en años anteriores ha sido víctima del estrechismo y parcialidad del palco para robarle los trofeos necesarios para conseguir visa de apertura.

Igualmente Manzanares pudo hacerlo antes que la tarde de ayer en que se integraba a tan privilegiado club de no ser por su honradez y el respeto por la suerte suprema que le llevó a pinchar, arriba, toros a los que tenía las orejas cortadas, por derecho.

Y como la Tauromaquia y el toreo son sentimientos y no matemáticas, no hay decimales ni fracciones de oreja para hacer justicia en el sentido estricto a la hora de calibrar el premio. Sí cuenta, en cambio, los “tiros al palo”.
De ahí que ante el batiburrillo del indulto, o no, del Cuvillo, la grandiosidad de su faena, la sombra de “cortar un rabo” y la elegante y sutil faena al sexto rubricada con una estocada de impecable ejecución que valía doble para remisión de la abortada por el indulto, la tarde no podía saldarse con menos de cuatro orejas para titular de prensa de fiel reflejo de lo ocurrido cuando pasando el tiempo tome la palabra la hemeroteca.

Es la justa, rigurosa y honesta rentabilidad de la solvencia la que la hace inobjetable e incuestionable ante cualquier triunfo puntual.

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