Tras el repaso que le dio El Juli en El Puerto el pasado día 13 -vaya, el trece tenía que ser- Morante se cogió un globo monumental y dijo adiós. Hasta aquí hemos llegado, Ahí os quedáis.
El cabreo y la garrota
Es ya, sin duda, la gran noticia de este mes de agosto que pasa volando y una de las que quedarán para los resúmenes de este 2017. José Antonio Morante Camacho, Morante de la Puebla en los carteles, se retira. Ya lo saben, ha sido la comidilla de estos días y se le ha dado ya mil vueltas al tema.
Pero no sé si se ha tocado desde otro punto de vista: la tauromaquia es, una vez más, quien sale perdiendo. Y con ella el público, que es quien mantiene el tinglado y se ve, otra vez -y van…- defraudado.
Tras el repaso que le dio El Juli en El Puerto el pasado día 13 -vaya, el trece tenía que ser- Morante se cogió un globo monumental y dijo adiós. Hasta aquí hemos llegado, Ahí os quedáis. No es nuevo, ya en alguna otra ocasión protagonizó una espantá parecida, como la de Las Ventas, hace ya unos años, tras el fiasco de una actuación en solitario cuando le apoderaba Rafael de Paula. Pero no viene para nada bien.
Nadie es quien para decir a nadie lo que debe hacer y cuál su comportamiento, pero el de La Puebla, ofuscado, desde luego, por el baño que le dio su colega, no tuvo mejor ocurrencia que coger el portante. Cuando más falta hace, por si fuera poco. Decisión precipitada y sin meditar que hace mucho daño. No sólo a los varios empresarios y muchas ferias que tenían su contrato y su nombre en los carteles, sino al público que busca en él lo que no hay en otros toreros. Es su despedida un mazazo para mucha gente que ve frustrada su ilusión de ver un tipo de toreo que ahora sólo él es capaz de llevar a cabo. Decisión cobarde también, sí, porque lo que tendría que haber hecho es jurarse a sí mismo que a la próxima era él quien iba a eclipsar a su rival y no meter la cabeza bajo el ala. Tal como está el toreo su mutis es como una traición. Cuando más falta hace. Es como si Messi o Ronaldo, por poner dos ejemplos fáciles, dijesen que se retiran por que el equipo rival les endosa un palizón.
Con dos grandes figuras liderando el escalafón y varios outsiders a su estela y caza, Morante representa esa tercera vía que siempre mantuvo viva la ilusión de un muy importante sector de la afición, ese que busca el arte, el pellizco y la inspiración por encima de una técnica impecable o un valor temerario. Y eso que Morante, tan imprevisible y tan especial, es también un diestro tan capaz como el que más, aunque desde que se retirase Curro Romero asumiese su rol y se le permitiese ir mucho mas a su bola y por libre, sin la necesidad del triunfo diario ni la obligación de demostrar cada tarde lo que sabe hacer. Lo que no deja de ser una canonjía para un torero.
Y alguien de su entorno debería decirle que por una tarde mala – o por dos, o por tres- ni sus seguidores ni el toreo merecen este abandono por sorpresa. Y aunque parece seguro que volverá, cómo no va a volver, el mal ya está hecho. Cuando yo era pequeño y me enfadaba por algo -y el ejemplo viene bien porque también aquello eran rabietas-, mi abuelo me decía que quien se cabrea y tira la garrota, cuando la recoge ya la tiene rota. Pues eso, ojalá Morante, cuando se le pase el mosqueo y vaya a por su bastón, no lo encuentre ya inservible.
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