Nadie se aburrió con los victorinos
Paco Mora
AplausoS / Foto Arjona
Cinco victorinos para tres toreros distintos en su concepción del toreo. El primero ni flores, con matarlo bastante hizo Urdiales, que en su segundo fue una vez más el torero que le hace viajar a Curo Romero, que no es poco decir. Con los otros cuatro el de Arnedo, Escribano y Ureña dieron su medida y cortaron una oreja cada uno. La de Escribano debieron ser dos con un poco de benevolencia de Matías, que tenía su día duro y se llamó andana pese a la petición. Pero no seré yo quien discuta su decisión esta vez, pues a la faena del sevillano le faltó conjunción y más continuidad para completar el triunfo. Demasiados tiempos muertos para un toro del “brujo de Galapagar”.
Ureña en su primer y único victorino estuvo hecho un jabato, y sin concesiones a las dificultades propias de los albaserradas. Le dio el pecho y hasta lo toreó por naturales con los pies juntos como si de un “juampedrete” se tratara. Y tocó pelo con todo merecimiento. En el sexto bis, de Salvador Domecq, estuvo por encima de la sosería del toro, pero no había material para el éxito. El de Domecq sólo sirvió como contraste entre un encaste y otro. Por supuesto que los que huyen de los victorinos prefieren el otro. Pero no es ese el caso del esforzado lorquino de La Escucha.
Escribano, totalmente recuperado, hasta recibió a su segundo a porta gayola. Y en el tercio de banderillas se la jugó en un par sentado en el estribo, del que se escapó de milagro. Con el capote los toreó a los dos con empaque y buen son y con la muleta hasta les faltó al respeto tratándolos como si fueran de cualquier encaste propio para los privilegiados. Buen momento el del torero andaluz de origen manchego.
Menos público que ayer, y mañana seguro que habrá más que los dos días anteriores. El Juli repite con Talavante y Garrido; la madurez, el gran momento y la juventud en el mismo cartel. Y con Garcigrande y Domingo Hernández en los chiqueros. Lluvia de orejas proclamo.
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