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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

miércoles, 23 de agosto de 2017

El cura / por Ignacio Ruiz Quintano



La imprudencia suprema del cura Martín fue nombrar al “comunismo”, que en la cultura del consenso (“¡A ver si nos van a decir fachas!”) es como nombrar a Jehová en “La vida de Brian”. El último que se atrevió a hacerlo fue Havel, que firmó la Declaración de Praga sobre los crímenes contra la humanidad del comunismo, y de Havel hoy no queda ni la raspa. 


Abc
El cura Martín no es el cumplimiento de la profecía de Karl Kraus según la cual cuando una cultura siente que su final se acerca manda a llamar a los curas. El final de la cultura está aquí, pero al cura Martín no lo ha mandado a llamar nadie. Salió de él tratar a los políticos como se trata a los civiles: que los abogados de las víctimas emplumen por negligencia, si la hubo, a la alcaldesa de Barcelona. Esto, que tendrían que decirlo los políticos de la oposición, ha de decirlo un cura. Es el consenso.

El consenso es a la democracia lo que el “pressing catch” al boxeo. Se basa en la trampa del “como si”. En el consenso no importa que se rompa España (eso se soluciona con la birlibirloquesca “nación de naciones”); importa que se rompa el consenso, que no es lucha (la lucha supone política), sino reparto. Que no se rompa el consenso, por favor, que no se rompa:

–Mañana por la mañana, si no se rompe el consenso, haremos locuras nuevas con el amor que nos sobre…

La imprudencia suprema del cura Martín fue nombrar al “comunismo”, que en la cultura del consenso (“¡A ver si nos van a decir fachas!”) es como nombrar a Jehová en “La vida de Brian”. El último que se atrevió a hacerlo fue Havel, que firmó la Declaración de Praga sobre los crímenes contra la humanidad del comunismo, y de Havel hoy no queda ni la raspa. Así se explica el “tackle” a lo Sergio Ramos del obispo Osoro al cura Martín. Lo que Nerón no consiguió con los leones, lo ha conseguido Mariano con la equis de la Renta.

Osoro, desde luego, no es el cardenal Segura, que puso (¡él, sí!) a Franco contra las cuerdas. Osoro es más… Bergoglio. De tanto pedir perdón a Rita la Cantaora porque algunos feligreses se incomodaron con su verso sáfico heroico “¡Arderéis como en el 36!”, Rita la Cantaora goza hoy en Madrid de mayor nombradía que Sor Juana Inés de la Cruz.

Y no se ve en la Iglesia a nadie capaz de explicar a Osoro la doctrina schmittiana sobre “la otra mejilla”

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