Cheche de La Habana
En Cuba llegaron a actuar las primeras figuras del toreo españolas del siglo XIX, tales como Rafael Guerra Guerrita o Luis Mazzantini. Incluso, cuando se encontraba por allí contratado para torear varias corridas murió, el día 4 de diciembre de 1868 a los 50 años de edad, el famoso Curro Cúchares, víctima de lo que se llamó un “vómito negro”.
Los toros en Cuba
El museo de la Casa de México en la capital cubana de La Habana está siendo marco, desde el pasado día 7 de julio, de una exposición sobre la historia de la tauromaquia cubana, que se extiende desde el año 1514, según relató Fray Bartolomé de las Casas en la “Historia General de las Indias” hasta finales del siglo XIX, coincidiendo con la independencia de la isla. Esta tradición fue prohibida en Cuba por la orden 187, emitida por el gobierno interventor estadounidense, el 10 de octubre de 1899. Después hubo intentos de restablecer el toreo, este desapareció completamente con los años. Las últimas noticias de una corrida reseñan la presentación de los mexicanos Silverio Pérez y Fermín Espinosa Armillita el 31 de agosto de 1947. Ambos actuaron en el Stadium del Cerro, ante más de 30 000 asistentes, pero con la obligación de no clavar banderillas ni matar a los animales.
Esta muestra, que podrá visitar hasta el 30 de agosto, está organizada por el matador de toros mejicano Rodrigo Galguera en colaboración con el Gobierno de la República de Cuba y la embajada de México.
Y es que el que fuera matador de toros mexicano Rodrigo Galguera, ahora dedicado a labores de galerista de arte, ha recopilado una gran cantidad de objetos, carteles, fotografías, documentos y fondos bibliográficos que evidencian la larga tradición taurina de este país, en el que en su momento se construyeron hasta veinte plazas de toros, entre las que destacó la de Carlos III e Infanta, en la ciudad de La Habana con capacidad para 10.000 espectadores, y la de Regla, con aforo para 6.000 personas. También hubo otras en Santiago, Cienfuegos, Pinar del Río, Matanzas, Sancti Spiritus, Trinidad, Camagüey y San Miguel del Padrón.
En Cuba llegaron a actuar las primeras figuras del toreo españolas del siglo XIX, tales como Rafael Guerra Guerrita o Luis Mazzantini. Incluso, cuando se encontraba por allí contratado para torear varias corridas murió, el día 4 de diciembre de 1868 a los 50 años de edad, el famoso Curro Cúchares, víctima de lo que se llamó un “vómito negro”.
Tal como apunta el escritor utielano José Luis Ramírez, los días 27 de abril, 4 y 5 de mayo de 1934, el espada de Utiel Rafael Ponce Rafaelillo, tío abuelo de Enrique Ponce, toreó en La Habana, en el estadio Tropical. Los festejos fueron organizados por Llapisera. En ellos no se podía banderillear ni matar, pero el banderillero Torquito, de la cuadrilla de Rafaelillo, animado por el público, puso banderillas. Fue procesado y absuelto en el juicio, gracias a que el abogado español que lo defendió alegó que “la parte ofendida -el toro-, no se había presentado al juicio“. En aquellos festejos se lidiaron reses mexicanas de San Mateo y Rafaelillo alternó mano a mano con Jaime Noaín.
Con el título de “Cuba brava. El toreo en la memoria histórica de Cuba”, este proyecto “pretende fortalecer el vínculo cultural de Cuba con otros países con tradición taurina y, al mismo tiempo, despertar el interés por la fiesta de los toros en un país que desconoce una historia que fue borrada por un intervencionismo ajeno a la tradición iberoamericana”, en palabras de Rodrigo Galguera.
La exposición incluye pinturas, esculturas, vestidos y trebejos de torear, así como carteles, cabezas de toros y objetos relacionados con la lidia. AL margen de la misma, se ha organizado un ciclo de cine taurino, así como de conferencias y cursos específicos dirigidos por Javier Villaseñor, agregado cultural de la embajada mexicana. Asimismo, está prevista la publicación de un libro que contenga y amplíe los datos aportados por la exposición, relacionando además a los distintos toreros nacidos en Cuba, como José Marrero Báez Cheche de la Habana, quien a los 18 se presentó en la plaza cubana de Regla, en la cuadrilla de su paisano Andrés Pérez. Durante su periplo mexicano se colocó como medio espada en la cuadrilla de Ponciano Díaz, quien le otorgo la alternativa en Monterrey, el 31 de julio de 1892. Este Cheche estuvo casado con María Aguirre La Charrita Mexicana, rejoneadora y torera nacida en Zamora, Michoacán en 1875 y quien era viuda de Timoteo Rodríguez, otro torero que había fallecido por cornada en Durango, en 1895. El 9 de agosto de 1909, toreando en la plaza de Ciudad Jiménez, el tercer toro de la corrida, de nombre “Carito” perteneciente a la ganadería de Chupadero o Chupadero, cogió a Cheche al entrar a matar y le propinó una cornada de suma gravedad en el pecho, a consecuencias de lo cual perdió la vida dos días más tarde. No falta la historia de sus plazas y las más de veinte revistas taurinas que reseñaron cada festejo celebrado en la isla, que fue el primer enclave americano donde se lidiaron toros.
Curro Romero fue el padrino de alternativa del comisario de la exposición, Rodrigo Galguera. El diestro de Camas se presentó en México el 5 de diciembre de 1992 en una corrida de toros organizada en Juriquilla, una de las plazas de toros más bonitas del mundo, con detalles ornamentales sorprendentes y exclusivos, como los burladeros, que están hechos de madera tallada, y las zonas altas de los tendidos, donde hay cascadas de agua. Ese día le dio la alternativa al citado Rodrigo Galguera. El testigo fue Miguel Espinosa Armillita. Rodrigo Galguera, quien pertenece a una acomodada familia mexicana, vivió varios años en Sevilla con el fin de prepararse para la profesión taurina, y allí entabló amistad con Curro Romero, a quien pidió que fuera el padrino de su doctorado. Como así sucedió.
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