De izquierda a derecha, Andrés Amorós, Eduardo Zaplana, Mario Vargas Llosa, Paloma Segrelles y Enrique Ponce durante la presentación del libro sobre el torero
Vargas Llosa: «Enrique Ponce es la hechura de la felicidad»
- El diestro presentó ayer en Madrid su biografía escrita junto al crítico de ABC, Andrés Amorós
ABC.- 28/05/2013.-
Mario Vargas Llosa no es torero. O al menos no lo era hasta que Enrique Ponce añadió a su Premio Nobel de Literatura «algo de torero». Descubrió sus dotes hace dos días, cuando ambos se enfrentaron al alimón a una vaca. Ayer, mientras el peruano gesticulaba recreando un animal diminuto, las risas inundaban el salón del Club Siglo XXI. Allí se citaron para presentar «Enrique Ponce, un torero para la historia» (La esfera de los libros), una biografía escrita al alimón por el diestro y el crítico taurino de ABC, Andrés Amorós.
Acompañado por múltiples personalidades del toreo y de la esfera social, el literato describió junto al autor la trayectoria y la personalidad de Ponce, un diestro que, a punto de cumplir sus bodas de plata como matador, ya se ha enfrentado a más de 4.000 toros en sus diez temporadas de carrera.
«Enrique Ponce aprendió a mover una muleta cuando tenía cinco años», se arrancó Vargas. «Una muleta que era una servilleta». Entonces, el valenciano ya contaba con las tres cualidades que, a juicio de Amorós, precisa todo diestro: «Cabeza, que significa ver las cualidades del toro rápidamente (Enrique es un niño prodigio, todo lo contrario que Luis Miguel Dominguín que era, personalmente, un pequeño desastre); elegancia natural (esa difícil facilidad que le caracteriza) y valor sereno».
Un torero para la historia
El libro retrata a un hombre que «parece la hechura de la felicidad, y nos muestra cómo la ha ido construyendo su protagonista día a día, con el mismo amor con el que aprendió a matar a ese cómplice entrañable que es para él el toro bravo». La explicación de Vargas Llosa se complementa con la humildad del torero, que justifica el título del libro: «Es un torero para la historia porque ha toreado en todas las plazas, todos los toros de todas las ganaderías, sin rehuir a ninguno; cosa que no todos hacen», dijo Amorós.
Aunque tardó en saltar al ruedo, el valenciano no se hizo esperar. Abrumado por el cariño que desprendía el salón, dijo que «siempre he salido a la plaza a torear como si fuera el último día. Nunca he pensado en logros ni en estadísticas». Aunque también confesó que con el libro ha descubierto «muchos datos que desconocía».
Tras agradecer a su mujer, Paloma Cuevas, hijas y amigos el apoyo recibido durante todos estos años, el torero también dedicó unos minutos a hablar de la situación de su oficio. «Yo no veo tanto pesimismo en los toros. El problema que tiene en estos momentos la fiesta es la que tiene toda España: la crisis», dijo. Una crisis que afecta especialmente a los jóvenes, en este caso, novilleros. Y «pagar para torear no está en el pensamiento de un torero».
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