la suerte suprema

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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

domingo, 19 de mayo de 2013

Novena. La de Victorino. "¡Talavante, no!", gritó don Fernando / José Ramón Márquez



Y luego, incontinente,
caló el chapeo, requirió la espada
miró al soslayo, fuese y no hubo nada.
Pues a Madrid no vino un torero (antiguo), que vino un pregonero (moderno) de San Isidro


José Ramón Márquez

Lo primero vamos a hablar del torero, que es lo más previsible.

Alejandro Talavante o su entorno diseñaron el reto de anunciarse con una corrida de Victorino Martín. La apuesta, desde el principio, era de lo más comprometida, dado que Alejandro Talavante es un toreo sin tauromaquia, un torero que ha ido presentando a lo largo de su ya larga carrera diversos modos -estilo atomasado en sus inicios, estilo pepearroyo después, estilo postjuliano más tarde- sin acabar de definir una tauromaquia propia, pues Talavante siempre ha toreado por los palos que le han marcado otros. Y, además, su estilo imitativo ha sido siempre realizado a ganado de muy similar condición, lo que llamaríamos toro artístico-cultural de primera, sin tener que pasar jamás las fatiguitas de vérselas con los galafates de ciertas ganaderías. La suma de esos dos factores hacía muy fácil la apuesta sobre la enorme dificultad que entrañaba el triunfo al ir a anunciarse con una ganadería que tiene el sello diferencial de su personalidad. No sé si se debe hacer leña con este árbol, que es un arbolillo menor, pero debe quedar reseñado que para anunciarse con seis toros, sean de la ganadería que sean, hay que disponer de un repertorio variado con el percal, de una solvencia contrastadísima en la muleta y de una enorme facilidad con el estoque. Ninguna de esas tres cosas posee Talavante. Y, si además te anuncias con los de Victorino, conviene tener frescos los principios de lo que es la lidia e ir acompañado de una excelente guardia pretoriana vestida de plata y de una eficaz caballería. Nada de todo eso trajo tampoco Talavante a Madrid. Su obsesiva obstinación en recibir a sus seis toros a base de verónicas sin ton ni son, sin lidiar, sin ahormar, sin eficacia capotera; sus faenas de muleta basadas en no pisar el terreno del toro, en el cite con el descaradísimo pico de la muleta, en descubrirse frente al toro y no echarle la muleta al hocico ni una sola vez, el no dar importancia a los terrenos, incluso el hecho de no usar la mano izquierda en la lidia del primero, dan la adecuada talla de su arte muletero; su desacierto con el estoque, con dos estocadas haciendo guardia, una en la que sale corriendo y tira la muleta, dos atravesadas y otra desprendida no es el bagaje de un gran estoqueador.

En realidad el fracaso de Talavante en la tarde de hoy es, ni más ni menos, que el fracaso del neotoreo; el gran fracaso a que se ve abocado, cuando sale el toro, esta birria de toreo que nos venden a cada paso como oro molido, que se ha desprendido, por innecesarios, de los preceptos de la vieja lidia, porque se concibe para animales ya precocinados que van y vienen, que o se paran o no molestan, pero que ni piensan, ni miran, ni se enteran. La corrida de hoy es crucial en ese sentido, y es una gran suerte que el July estuviera en Las Ventas, recuperado de la cornada que le dio un Miura un día antes, porque hoy 

Talavante cruzó la línea que jamás debe cruzar aquél que haya hecho su carrera a base del monoencaste. Hoy había que dominar, y el toreo que se aplicó, el moderno toreo de acompañamiento, de postureo, de «ponerse bonito» no sirve para poder. Ni siquiera en el tercero, en el que se le jalearon ciertos pases por el público ávido de triunfo, servía su receta de muleteo sin mando, y las series salieron amén de despegadas, trompicadas.

La gran incógnita de hoy era el toro. ¿Qué habría preparado Victorino para Madrid? Cabían dos posibilidades: o una corrida suave y a favor de obra, albaserradas mexicanos de toro menor, o una corrida de Victorino en toda regla, como la que le echó a El Cid en Bilbao en 2007. Y la cosa salió por la calle de en medio, porque hoy ha salido en Madrid una corrida de menor volumen en general que lo que acostumbra traer a Las Ventas el de Galapagar, pero con dificultades como para poner en aprietos al torero. Digamos que si esta corrida de hoy hubiese sido lidiada por Boni, por Alcalareño, por Marco Galán... qué se yo; si la hubiesen picado Tito Sandoval o José Manuel González... y si la hubieran banderilleado Trujillo, Adalid o Ambel estaríamos hablando de otro resultado muy diferente, porque hay que decir al público menos avisado que muy buena parte del pésimo resultado que dieron los toros esta tarde fue debido a la deplorable lidia que recibieron, donde sólo se les enseñaron a los toros cosas que no debían conocer; a lo mal que se picaron sin buscar en caso alguno el lucimiento del toro y al olvidable trato que recibieron en banderillas, si hacemos la excepción de los dos pares sobrios y toreros que puso Miguel Martín al cuarto. El toro que mejor explica el maltrato recibido y las trapacerías que le enseñaron fue el quinto, Plazajero, número 95, el cual fue literalmente destrozado por la pésima lidia que le dieron entre el matador y la cuadrilla, de tal manera que el bicho fue poco a poco cavilando lo que le habían ido haciendo y al llegar al último tercio no era ni la sombra de lo que había sido de salida, que ya sabía latín.

Podemos poner a la corrida la pega del volumen, con tres toros en torno a los 500 kilos de la báscula de Madrid. Sin embargo, creo que los seis consiguieron el aprobado en cuanto al tipo y a la finura; que en general la corrida resultó bien armada con dos cabezas más en Santa Coloma; que el segundo y el tercero se arrancaron de largo y, especialmente el tercero, con codicia y recargando; que a todos menos al primero y al sexto hubo que sacarlos del caballo a punta de capote en sus dos varas; que todos menos el quinto y el sexto persiguieron a los banderilleros a la salida de los pares; que el tercero y el cuarto tuvieron embestidas suaves y el tercero, además, nobleza y una arrancada larga. Creo, sinceramente, que con otro trato estaríamos hablando de otra corrida muy distinta, pero para eso no basta con irse a la finca de Victorino a echar allí unos ratos con los amigos para coger los conceptos esenciales de la lidia que son necesarios aplicar a un toro que no es genéticamente bobo. Si la corrida adoleció de algo quizás fuese, precisamente, de ganas de coger, de algo más de viveza y, al menos en el primero y el sexto, de más poder.

Talavante se gastó las perras en hacer un spot y sacar a los toros del ghetto informativo en el que viven desde hace años, consiguió que se hablase de él y de los toros en los telediarios y que las gentes que no siguen la actualidad taurina estuviesen enterados de lo que hoy iba a haber en Las Ventas, ése es el mayor éxito que ha cosechado en esta tarde.
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"¡Victoriiii... NO!", gritaban dos extremeños
Y don Fernando, el de Arniches, hay que decir que con justicia, respondió:
"¡Talvante... NO!"

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