Miguel Ángel Perera en 'manoletina"
Antolín Castro
S.I. Sí señor, aunque muchos no se lo crean, y tras de treinta y dos toros estoqueados en Las Ventas, llegó la primera oreja. Cayó en el esportón de un extremeño, vestido con su clásico verde y oro, Miguel Ángel Perera.
Los públicos anhelan las orejas como en el fútbol los goles, pero mientras en ese deporte sirven para ganar al rival, aquí se contabilizan para uno mismo y para nada indica si eres o no el que mejor ha toreado. No quiero discutir el triunfo de Perera, simplemente que las orejas, en la fiesta de los toros, son triunfos individuales que no derrotan al compañero, que no es rival.
No existen las eliminatorias, ni siquiera las clasificaciones. Las orejas quedan contabilizadas a favor y no en contra de nadie. Bueno, maticemos, hay orejas que van contra la propia fiesta, por impropias e inadecuadas. Hoy no ha sido el caso. Perera mereció la oreja, fue pedida y, por tanto, nada que discutir.
Si acaso, que el toro, extraordinario, podía haber sido de dos, pero eso es solo para los aficionados más exigentes, que también los hay en la plaza. El pacense aprovechó la buena condición del burel y ligó series templadas, empalmando los pases en círculo que parecían no tener fin. Toreo moderno, pero toreo que gusta y del que destacamos la mano muy baja, la muleta arrastrada barriendo la arena. La estocada fulminante coronó su faena.
Castella estuvo en la plaza, hizo el paseíllo y yo no discuto que le echara ganas en la tarde, lo que si se puede afirmar es que en nada le cogió el aire a sus toros, seguramente equivocando terrenos y distancias. Su labor fue silenciada.
Confirmó alternativa, un año después de que se anunciara el pasado San Isidro, el madrileño Ángel Teruel. Causó muy buena impresión en el toro de la confirmación, haciéndonos recordar aquella elegancia de la que hizo gala su padre. Buen gusto, temple y maneras, aunque -también nos recordaba al progenitor- cierta frialdad. En conjunto una faena meritoria ante un astado muy colaborador. Tuvo petición minoritaria y hubo de conformarse con una ovación cuando la vuelta hubiera premiado mejor su quehacer.
Distinto fue ya en el sexto, no se sabe bien por qué se nos hizo moderno y empezó a abusar de pierna retrasada, pero sobre todo de pico y la cosa no funcionó. Cierto que el toro era diferente, pero las formas ya no eran las mismas. Quizá quiso imitar a los que cortan orejas, pero eso es patrimonio de las figuras y queda muy mal en los aspirantes.
Llegó la primera… y muchos dijeron que primera… novillada y no les faltaba razón. La presentación del encierro de Alcurrucén debió pasar con la lupa pues falta hacía alguna para ver los toros lidiados, excesivamente chicos, muy juveniles, aunque con cuernos.
Llegó la primera… tarde con figuras en el cartel para regocijo de los triunfalistas y ya hubo baile de corrales, aunque se que espera mañana más.
Llegó la primera… con la plaza llena y así se veía pero en la calle me ofrecieron más de una vez entradas a su precio, por lo que no podemos decir que a los reventas les ha llegado la primera de hacer negocio. Otro día será, aunque serán pocos.
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