Cuando se llevaron a Fandiño a la enfermería, la Fiesta estaba en todo lo alto
FANDIÑO ELEVA EL LISTÓN
Antolín Castro
España
S.I. Llegó Iván Fandiño y con él la verdad, llegó Fandiño y con él la feria cambió de color. Con él se acababa el trapaceo y el jugar al despiste con el personal. Ya no había lugar para las ventajas, esas lindezas que exhiben quienes no saben a qué se dedican. El oficio de torero es muy duro, hasta que llegaron unos cuantos y lo hicieron blando.
Pero llegó Iván y la verdad resplandeció. Aficionados de antes, feriantes de colores y público de paso, pudieron ver el camino que sigue un torero enfrentado a su compromiso con un toro y con Madrid. Lo demás son florituras que se pueden comprar en ‘un chino’ a poco que aprendan de la baratija del toreo moderno.
Dije hace tiempo, final de la temporada pasada, que los toreros que la habían marcado no eran los que nos suelen contar. Eran los que contienen la ´Ñ´ ¡más Urdiales coño!, esto último para que el de Arnedo también tenga su ‘Ñ’. Todos los demás, salvo alguna excepción, acaparan orejas de feria pero de mucho menos valor. Los citados fueron a ley o son de los kilates que quieran. Y hoy lo hemos visto en Madrid.
Qué pena de viento, de no haberlo la faena se hubiera hecho en los medios y el gran toro de Parladé, ‘Grosella’ hubiera proporcionado un triunfo mayor. Aún así, desde el inicio de la faena las fuertes columnas que a modo de piernas tiene el de Orduña se plantaron en la arena para que se supiera cuánto terreno pensaba cederle al toro, ninguno.
Transcurría la faena que ganaba en plenitud por la diestra y que logró, -se lo propuso- que también lo alcanzara por la izquierda, con un no se quépara cuantos ignoran o desprecian la verdad del toreo, que se fue tejiendo como una tela de araña que a todos atrapó, para dictar la lección más bella y más sincera, hasta ahora, del ciclo ferial. Faltaba la espada para culminar y pinchó arriba teniendo que volcarse otra vez. Por derecho, como todo el trasteo, entró Iván y fue empitonado en el muslo mientras hundía la espada en el morrillo de Grosella. Le volvió a recoger en el aire y lo lanzó a la arena. Hubo conciencia de que estaba herido Fandiño, pero la Fiesta recibía su sangre y dejaba de estar herida ella, se elevaba su grandeza y su verdad. No sabemos si esta transfusión durara mucho tiempo pero ahí ha quedado.
Después la tarde ya era otra distinta. Ninguno de sus compañeros eligió el mismo camino y deambularon por la plaza haciendo como que querían pero era como que no. Las diferencias abismales no dejaban lugar a dudas. Un público avisado ya no coreaba los pases embarcando con el pico o hacia fuera. Fandiño había elevado el listón. Ojalá sea una buena vara de medir en lo que queda de feria.
El ganado, justo es reconocerlo, ha sido encastado y de haber habido más toreros dispuestos es seguro que hablaríamos de más trofeos. Parladé ha mostrado la cara buena, de lo que nos alegramos enormemente. Y ese segundo, por el que nuestro compañero José Luis Bautista apostó, nos ha permitido presenciar el momento más intenso de lo que llevamos de feria de San Isidro.
Quienes días atrás hayan podido discrepar de nuestro criterio sobre la benevolencia de las orejas cortadas, ahí tienen la muestra, el nivel, la diferencia de lo que es una cortada de verdad en Madrid. Juzguen ahora con perspectiva si se parecen los méritos en algo.
Un toro y un torero, ambos de verdad, y no hay nada que discutir. Las Ventas es así de fácil.
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